Según expertos, la celebración de la “alborada en Medellín” para recibir el mes de diciembre, tiene origen en la desmovilización de un bloque paramilitar.

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Por: ADN

Alborada es el tiempo en el que raya el día o una acción de guerra al amanecer. Hace diez años el comienzo de diciembre en el área metropolitana significa lo segundo. Explosiones de toneladas de pólvora, el cielo encapotado por el humo de los estallidos, cuadros de crisis nerviosa y animales que salen despavoridos por el ruido ensordecedor de los fulminantes.

¿Cuál es el origen de la alborada? Analistas lo sitúan en Medellín en diciembre de 2003. El 25 de noviembre de ese año se cristalizó la desmovilización de 849 integrantes del bloque paramilitar Cacique Nutibara que operaba en 10 comunas de la ciudad con Diego Murillo Bejarano, alias ‘Don Berna’, como líder del grupo delincuencial.

Para festejar la desmovilización, seis días después del acto de dejación de armas los integrantes del Cacique Nutibara repartieron un arsenal de pólvora en las comunas que estaban bajo su control, específicamente la 8, la 13, la 16 y los corregimientos de San Cristóbal, San Antonio de Prado y Altavista, para explotarla en la madrugada anunciando su incorporación a la vida civil.

“La ciudad se despertó como si hubiera vivido una toma guerrillera. Nunca antes se había escuchado tanta cantidad de pólvora, en muchos barrios se pensó en enfrentamientos violentos. En algunos sectores de la comuna 13 se revivieron escenas de la ‘Operación Orión’ porque la gente entró en pánico”, detalla José Gregorio Henríquez, docente universitario e investigador de problemáticas urbanas.

Antes de 2003, la celebración decembrina comenzaba el siete de diciembre con el ‘Días de las velitas’ y la adoración a la virgen María. El punto alto se daba a partir del novenario del nacimiento de Jesús y los días 24 y 31, fechas tradicionales en pueblos y en ciudades.

“Es la forma no solo de recordar el poder que tienen, sino de recordar que son los dueños del valle de Aburrá. Hoy están  en una tregua, el llamado ‘Pacto del fusil’, pero ese ritual está pegado al poder de ellos como mafia. Si usted ve a Medellín a partir del 30 de noviembre en la tarde hasta al amanecer del primero de diciembre, notará realmente dónde tienen control”, explica Luis Fernando Quijano, director de la ONG Corporación para el Desarrollo y la Paz, Corpades.

La práctica se generalizó no solo en los barrios periféricos sino en las zonas céntricas y hasta en los estratos altos en la ciudad. La pólvora aturde a una ciudad que se despierta respirando el humo de voladores, tacos y papeletas. ¿Por qué se normalizó una práctica que tuvo un origen ilegal?

“No creo que la gente tire pólvora evocando el paramilitarismo, la tira porque es una práctica cultural extendida que tiene ese origen como un accidente.  Lo más interesante para una reflexión sobre la alborada no es determinar quién la comienza sino quienes la hacen perdurar. Es una pregunta por la cultura y no por el actor que dio inicio al fenómeno”, examina William Fredy Pérez Toro, investigador del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia.

Este tipo de hábitos, surgidos en el seno de grupos delincuenciales y que ingresan en el imaginario popular, tienen un trasfondo cultural. Los proyectos paramilitares alcanzaron hegemonía política y militar pero lograron colonizar otros espacios de la sociedad, limitando prácticas y comportamientos.

“La mafia también es un modo de vida. Hoy asistimos a una mayor generalización de esa cultura que ya solo no está en las barriadas.  Eso refuerza la suerte de ‘mafialización’ de la subcultura urbana de Medellín”, sostiene Jaime Rafael Nieto López, magíster en ciencia política y estudiante de doctorado en conflictos en Colombia.

Origen rural y religioso

La alborada tiene un asiento histórico en los rituales paganos y religiosos. Se realiza en las madrugadas buscando que el creyente o el peregrino este despierto para integrarse al evento gozoso que lleva a cabo la comunidad. En ciertos pueblos europeos se utilizan elementos tronadores, repique de campanas, serenatas a monumentos religiosos como forma de mantener en la vigilia festiva a los fieles.
Jaime Rafael Nieto López propone una tesis según la cual, la alborada en la ciudad está coligada a la procedencia rural de las huestes de este bloque paramilitar de autodefensas.

“Lo asocio a la militancia rural del bloque Cacique Nutibara, empezando por los ejércitos que vienen del oriente antioqueño y se incorporan a la ciudad pero también a los milicianos urbanos ya establecidos en la periferia y que casi siempre proceden del campo. No es que se dé una coincidencia entre lo rural y el triunfo del Cacique Nutibara sino que el uno hace posible el otro”, apunta Nieto López.

En amplios territorios campestres, diciembre se toma como el comienzo de un nuevo ciclo, un recomenzar en una visión circular de la vida. “Se desprende de una expresión de triunfo o de éxito, de nueva vida, a una suerte escatológica de la cultura rural, como una resurrección a otro recomenzar”, concluye Nieto López.  JUAN DIEGO ORTIZ JIMÉNEZ. ESCRÍBENOS A: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.