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Mié, Abr

La satyagraha catalana

Linea Conflicto Social y Paz

Por: Esteban Ramos Muslera*

La algarabía a la que hacía referencia el Presidente Rajoy cuando se refería al accionar del pueblo catalán resultó ser, en realidad, una revolución no-violenta en toda regla, con capacidad suficiente para alterar la naturaleza misma del Estado español por los Siglos de los Siglos.

 independencia catalana

No en vano, es la algarabía catalana uno de los ejemplos más plausibles de satyagraha gandhiana desarrollados en lo que va de Siglo XXI. Sí, un procés revolucionari que guarda significativas similitudes con la lucha no-violenta promovida por Gandhi, junto a numerosos miembros del Parlamento indio, partidos políticos y millones de ciudadanos articulados en diversas redes locales, nacionales e internacionales de diverso alcance.

A imagen y semejanza de lo que ocurrió en aquella lucha, el pueblo catalán ha logrado articularse socialmente en una transversal, densísima y extensísima red de redes.

Desde el ámbito local hasta el ámbito nacional -gracias a las labores de coordinación que crearon y potenciaron la Asamblea Nacional de Catalunya (la ANC) y la Òmnium Cultural (como siempre, el huevo y la gallina se retroalimentan), entre otras muchas plataformas-, el actuar sociopolítico inter-vecinal participativo y deliberativo propició miles de millones de encuentros informales, conversaciones en cafeterías, charlas en espacios públicos, eternos hilos en redes sociales virtuales, y conformó cientos –sino miles- de asambleas populares.

Tal como en aquella ejemplar lucha sucediera, en el procéscatalàse logró cristalizar lo que en el 15M, capitalizado oportunistamente por un partido político fundado inicialmente como movimiento, se intentó, pero no se supo hacer: convertir la revuelta en revolución. Ello ha sido posible, en gran medida, gracias a los siguientes ingredientes cocinados al lento fuego de la sostenida acción social y política (por ese orden):

1. Desde múltiples identidades (diversidad ideológica –que abarca desde la derecha moderada catalana hasta grupos antisistema socialistas libertarios, pasando por posiciones socialdemócratas-, de género –hombres, mujeres y comunidad LGTBI-, de clase –dueños de pequeñas y medianas empresas, trabajadores, autónomos freelancers, profesionales liberales y desplazados por el sistema-, de generación –adultos mayores y jóvenes de temprana edad, pasando por padres y madres de familia de todas las edades-, e, incluso, territorial –nacidos aquí, y allá; se cuentan por decenas las organizaciones de migrantes nacionales y de inmigrantes internacionales independentistas), la sociedad catalana logró fraguar la Idea Fuerza central del procés: la ilusión de la construcción colectiva de un horizonte incluyente que acerca a afines y diferentes, seduce a ajenos y bloquea a opuestos.

2. La construcción de un nuevo proyecto de vida en común, de un Nou País, de una Nova República, permitió aglutinar tan diversos sentires y pensares, al tiempo que dejar a la españolidad, en Catalunya, más sola que la una, y en el resto del estado, en babia. La catalanidad soberanista y la independentista –históricamente divididas hasta hace apenas tres lustros- se dieron la mano, y comenzaron a danzar, juntas, en cada pueblo, en cada barrio, en cada ciudad: se sucedieron los comunicados, los encuentros festivos (y jocosos, con campeonatos de lanzamiento a distancia de DNI españoles, incluidos), las manifestaciones políticas de apoyo al dret a decidir, y, poco a poco, cientos de ayuntamientos celebraron votaciones populares en favor de la independencia con participación histórica. Así, la acción social se ligó a la acción política institucional en Catalunya: de abajo a arriba. De la acción vecinal a la acción institucional local, y de esta a la nacional (y de arriba abajo, también).

3. Bidireccionalmente, confluyeron los sentires, las reflexiones y las propuestas sociopolíticas, permitiendo configurar un sujeto político en forma de Conjunto de Acción Ciudadanista -y, a la vez- Institucionalizado. Este Conjunto de Acción, apenas 10 años antes impensable, tiene en la alianza entre la oligarquía catalana que rompió con la oligarquía española –fractura de Convergencia i Unió, en convergents y unionistes-, y los “grupos antisistema”, una de las transversalidades más incomprendidas por la izquierda española. Dicha transversalidad obedece, fundamentalmente, a dos motivos. El primero de ellos, interno, tiene que ver con la conclusión del análisis hecho por la sección convergent de la oligarquía catalana, según la cual la reincidencia en el modo de proceder clásico –esto es, la reincidencia en el pacto sellado entre oligarquías catalanas y españolas- implicaría la pérdida total de base electoral (provocándose, por tanto, un desplazamiento no enteramente voluntario desde el catalanismo hasta el independentismo).

4. El segundo de ellos, externo, se produce gracias a la formidable contribución tan involuntaria como efectiva realizada desde la España cavernaria. El desconocimiento, el desprecio, la humillación y las agresiones proferidas por todo tipo de personajes de distinto pelaje (entre los que destacaron famosos contertulios de televisión, periodistas imputados en casos de corrupción, destacados miembros de partidos políticos y numerosos representantes de las instituciones del Estado), unido a las decisiones políticas disfrazadas de acciones en defensa de la legalidad vía recursos al Tribunal Constitucional (la reacción contra l’Estatut d’Autonomiaen 2006, por ejemplo) y a los vómitos de bilis liberados en el Congreso de los Diputados (el célebre “hay que españolizar a los niños catalanes”, del inefable Ministro de Educación, es ejemplo paradigmático), terminaron por desatar el último lazo que ligaba Catalunya con el resto del Estado.

5. Los gritos de “¡arriba España!” bajo el son del “a por ellos, oé, oé, oé” proferidos por parte de la ciudadanía española mientras se producía la salida de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado enviadas a la reconquista del territorio díscolo, construyeron el preámbulo de lo que vendría después. Al tiempo que hervía la sangre de los ganadores de la Guerra Civil en la España profunda y en el campo de batalla, la ciutadania de la Nova República convertía las agresiones de unos salvajes policías, que actuaban con la saña del que se siente dueño de la voluntad del otro, en el ingrediente necesario para completar la revolución. En efecto, la reacción al accionar sociopolítico catalán por parte de la mayoría de los partidos políticos estatales sirvió, exactamente, para lo contrario de lo que pretendían. En lugar de intimidar, las acciones implementadas reafirmaron a los diferentes de la sociedad catalana, convencieron a los ajenos y fagocitaron la amalgama sociopolítica otrora imposible: la opción de la independencia se convirtió en necesidad para la mayoría.

6. Así, el procés logró trascender la legalidad vigente y construir una nueva legalidad a partir de la legitimidad otorgada por todo un pueblo en inquebrantable acción sociopolítica. Dicho último salto, representado por última vez en plaza pública el 1 de octubre y traducido en más de 2.000.000 de votos en favor de la independencia, terminó por jubilar la estrategia de los partidarios dinásticos del Reino. Formular la legalidad vigente como vía para resolver un conflicto político, cuando lo que se cuestiona es, precisamente, la legalidad vigente que imposibilita el ejercicio mismo de la política en Catalunya, no tiene mayor recorrido. Menos aún, cuando el pueblo catalán y sus representantes sociales e institucionales han logrado configurar un propósito colectivo que los trasciende como pueblo.

7. El para qué último, transversal e integrador del procés, ha permitido no sólo superar la narrativa a partir de la cual los adversarios políticos se entienden y entienden lo que sucede, sino también plantear una nueva narrativa a partir de la cual el pueblo catalán se reconoce a sí mismo y explica lo que sucede sin necesidad de recurrir a nadie, ni a nada más. Este desborde, similar al més que un club barcelonista despojado del eterno victimismo pusilánime del culer frente al madridista, conforma una narrativa del poble catalàdespojada del sentimiento de inferioridad, que facilita tanto la construcción de sí mismo, como la construcción de su quehacer social y político: el quehacer social y político que apuesta por la inclusión frente a la exclusión, por la participación frente a la imposición, por la legitimidad frente a la (artificial) legalidad, y por la sonrisa (socarrona) frente al grave gesto huraño.

8. La sentipensante propuesta catalana, que asume los principios de la acción no-violenta gandhiana, combinando el arsenal de métodos de lucha social y política que esta propone, hace frente, hoy, al renacer del autoritarismo político en España –y en Europa. Ese autoritarismo que se renueva a golpe de corrupción y de elección, legislatura tras legislatura. La dignidad y la audacia de todo un pueblo y sus instituciones en abierta desobediencia civil e institucional, frente al muro que representa la política española, terminará por hacer de Europa la vergüenza de la democracia, si esta pretende continuar mirando hacia otro lado, tal como hiciera en pretéritos tiempos. La satyagraha catalana no está de paso; ha venido para transformar la estructura política vigente (la social está por ver).

9. Pues, en efecto, todo esto sucede en el corazón mismo de la Unión Europea; esa que se configuró como tal para dejar atrás la (auto)destrucción a la que se ve abocada cuando el autoritarismo se impone en alguno de sus países. Tal podría ser el resultado del proyecto común europeo si la satyagraha catalana continúa con su firme paso y la Unión Europea con su pretendida equidistancia entre justicia e injusticia. Ignorar la voluntad de millones de europeos y sus instituciones, a la par que legitimar el uso de la fuerza bruta por parte de un Estado miembro que ya ha causado 844 heridos de diferente consideración –2 en estado crítico-, sólo contribuye al quebramiento de la esencia de la democracia misma. Aquella sobre la que se fundó el proyecto común con el objetivo incontrovertible de minimizar, cuando no, regular política y pacíficamente los conflictos en y entre miembros.

10. Aunque el escenario de confrontación entre el Gobierno central español y los partidos dinásticos aliados, por un lado, y el Conjunto de Acción Ciudadanista e Institucionalizado catalán, por el otro, sea inevitable a día de hoy -la Declaración Unilateral de Independencia, tras la Aturada de País, y la aplicación del artículo 155 de la Constitución española, unida a la detención del President, son posibilidades que se encuentran a la vuelta de la esquina-, la Unión Europea aún estaría a tiempo de ejercer el papel que todos los demócratas esperarían de ella: abrazar una mediación que permitiera la urgente celebración de un referéndum de autodeterminación pactado entre las partes, con todas las garantías. Efectivamente, ese mismo referéndum que de haber sido celebrado hace un par de años, habría otorgado el resultado pretendido por aquellos que, obstinadamente, se dedicaron a combatirlo.

* Esteban A. Ramos Muslera

Doctor en Ciencia Política. Paz, Conflicto y Cambio Social por la Universidad de Valladolid. Coordinador del Área de Paz del Instituto Universitario en Democracia, Paz y Seguridad de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.

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