Por: Gabriela Laviana
Desde el 2010, Colombia se ubica en tercer lugar en el mapa de violencia contra la mujer.
Con 6 millones de desplazados, 4 millones eran mujeres, situación que se complejiza en un conflicto de más de siete décadas, donde la mujer ha sido agredida de muchas formas, al verse como un objeto que sirve de arma de guerra, violada y torturada, mientras la obligan a ver como asesinan a su familia y es desterrada, esto se viene identificando como ”violencia sexual en medio de un conflicto social y armado”.
La participación política
A pesar que las colombianas han jugado un papel destacado en las luchas sociales y políticas, desde las batallas contra el colonialismo español, sólo hasta 1954 se reconoce el derecho a ser ciudadanas, pero votan por primera vez en un plebiscito de 1957.
Los gobernantes se jactan de abrirle las puertas a la participación política femenina, pero es muy escasa la representación parlamentaria y en los principales cargos de la administración pública. La poca vida política femenina tiene un sello de clase, pues principalmente juegan las mujeres adineradas, teniendo mayor cobertura en los partidos que apoyan a este régimen.
Se debe seguir creando espacios para que nosotras pensemos y abramos temas para discutir y nuevas opciones para la acción política.
Reiteramos el llamado a no caer en las trampas estatales, donde se abren supuestos espacios de participación femenina, pero están permeados por los fines y para las ganancias de estas entidades, negando realmente la posibilidad de una transformación política como mujeres, como el caso de políticas públicas de mujer y género.
Autodeterminación del cuerpo
Es necesario abordar las discusiones sobre replanteamientos culturales de género, puesto que se han estereotipado determinados roles que deben jugar tanto el hombre como la mujer, que llevan implícitos las sobre determinaciones machistas.
Por ejemplo, a la mujer se le condiciona exclusivamente en el papel de la reproducción, es decir, lo valedero es sólo el rol de la mujer-madre. Por ello, se considera como enfermedad psicológica el planteamiento de una solicitud de ligadura de trompas.
Más inadmisible para la mentalidad conservadora es la decisión de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE), no sólo en los tres casos permitidos en la actualidad, sino cuando creamos que desde nuestros planes de vida es una decisión correcta, contando con lugares seguros y que cumplan con los requisitos médicos.
El machismo tiene la falsa creencia que puede disponer de los cuerpos femeninos y se niega a reconocer que debemos ser las mujeres las que decidamos autónomamente sobre lo que nos conviene.
La lucha continúa
Ante este panorama, las mujeres recordamos la importancia de muchas que estuvieron antes de nosotras, aquellas que afrontaron los mayores desafíos en esta sociedad capitalista y patriarcal, señalando que en todas las etapas y periodos históricos la condición de la mujer ha sido de menor interés y por ende de menor participación pública, aun así han sido grandes los aportes al desarrollo de la sociedad.
En la actualidad, la construcción en procesos políticos y en el desarrollo de luchas por una paz con justicia social, es más de igual a igual entre mujeres y hombres. Gozamos de cosas soñadas por mujeres anteriores, gracias a las luchas de mujeres y hombres que han cuestionado la cultura, la economía y la política como formas de explotación y subvaloración femenina.
Aún nos queda un mundo por transformar y un país que liberar, recordando que la lucha contra el capitalismo es también la lucha por derrotar el patriarcado y el machismo.
