Hay que atravesar el barrio Belén, uno de los más grandes de Medellín y pasar por las Violetas; de un momento a otro el paisaje urbano se torna verde y después de transitar cinco minutos por una carretera empinada, surcada por casas pobres, se llega al corregimiento de Altavista, un bello paraje rural rodeado de montañas y viento fresco, en el sur occidente de la capital de Antioquia. Pero, a pesar del ambiente campestre y la aparente tranquilidad, el pasado jueves 19 de abril de 2012 cientos de niños y niñas se encontraban frente a la casa de gobierno de Altavista, realizando una actividad en contra de los asesinatos de más de 15 jóvenes del sector en lo que va de este año.
Ellos, los más pequeños, pedían “una sociedad más justa y equitativa…”, “el derecho a jugar en convivencia”, y, en general, la comunidad, en medio de uno de esos actos promovidos por los profesores y algunos dirigentes comunales que sufren por lo que les está pasando, se juntaba para hacer murales y exponer sus carteles con mensajes en contra de la violencia y a favor de la convivencia pacífica, ante los pocos extraños presentes.
¿Qué ha pasado en la zona?
Por décadas estos barrios, ahora corregimientos, vivieron en medio del poder de las milicias guerrilleras. En junio 29 de 1996 fueron masacrados 17 jóvenes en una operación, que las autoridades de la época y diarios como El Tiempo calificaron de limpieza social, pero que para los habitantes del sector, para el asesor de paz y convivencia Juan Guillermo Sepúlveda y las personas entrevistadas por esta agencia, fue realizada con fines políticos e ideológicos, y perpetrada presuntamente por paramilitares, con participación encubierta de militares activos. Desde entonces, en la retina de las gentes de la ciudad y del país quedó el poder militar de estos grupos en las goteras de Medellín asociado con la mirada cómplice de las autoridades y del Estado.
Después de la masacre, estos grupos se asentaron allí y continuaron con los asesinatos selectivos en contra de dirigentes, amigos, familiares o conocidos de aquellos que consideraron guerrilleros o auxiliares de estos. Durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez y hasta el año de 2010 se llevaron a cabo operativos militares que dejaron cientos de muertos de las milicias y de la población civil en la comuna 13 y otros barrios de la ciudad, a la vez que instalaron a los grupos paramilitares (lo que hoy es vox populi en la ciudad), que desde entonces dominaron hasta la vida íntima de los habitantes de las zonas “recuperadas” y apagaron la vida de los pocos que quedaban y que, a su juicio, habían apoyado a las milicias.
Mientras tanto, en Altavista, al decir de algunos vecinos, la gente consideró que, al tener por lo menos un solo poder al cual obedecer, la violencia cesaría y la paz llegaría; pero no fue así. Cuando se dieron los procesos de reinserción de los grupos paramilitares en el gobierno de Uribe, estos se acogieron a la ley, pero se mantuvieron en los territorios y se convirtieron en lo que ahora se denominan “bandas emergentes”. Estas bandas ahora, de manera más sutil, siguen dominando los barrios periféricos, y en este caso Altavista ha quedado bajo el dominio de Los Urabeños y Las autodefensas Gaitanistas, entre otros.
Pero vendría otra gran ola de violencia, otra, porque nunca han parado los asesinatos. Con la persecución de alias Sebastián y la captura de alias Valenciano, grandes capos de estos grupos narcoparamilitares, sus secuaces se han concentrado en una guerra sin cuartel por el dominio de los territorios y, por supuesto, del mercado de estupefacientes y las finanzas derivadas del boleteo, la extorsión y el control del comercio, entre otros.
Estos grupos armados en los últimos meses han recrudecido sus acciones de violencia, extendiendo su accionar hacia las veredas Aguas Frías y el Manzanillo, principalmente. También se han presentado enfrentamientos directos en la parte central del corregimiento Altavista, y en los barrios Nuevo Amanecer, La Palma y en La Perla, que es la parte alta del corregimiento.
Estos enfrentamientos no sólo han afectado a los habitantes de la zona. Los actores armados han intimidado a los transportadores, a los comerciantes y a los dirigentes de las organizaciones sociales y culturales del corregimiento, los mismos que ahora consideran necesario parar esta guerra y construir con la comunidad una mesa de derechos humanos. Los miembros de estos grupos armados, en concreto la denominada banda “Los de la 14”, han declarado públicamente en todos los escenarios su intención de tomarse los espacios de organizaciones sociales, en especial las juntas de acción comunal.
Los motivos de la guerra
Altavista es un corredor estratégico que conecta a Medellín con el occidente del departamento. Se conecta directamente con San Antonio de Prado y con municipios como Angelópolis, salidas a Dabeiba y la zona del Urabá antioqueño, lugares hacia donde se envía toneladas de droga y de dónde se reciben cargamentos de armas. Por eso el control territorial de la zona se mantiene en disputa. Esta situación la confirman las propias autoridades de policía, quienes saben que este territorio durante décadas ha sido aprovechado en la guerra por todos los actores armados de derecha e izquierda. Eso, además, fue evidente cuando se realizaron las operaciones Orión y Mariscal para sacar a las milicias y dejar allí a los paramilitares.
Los grupos que hacen presencia en un barrio limítrofe, Belén Rincón, aducen que los habitantes de Manzanillo hacen parte de los urabeños y por ello los atacan cuando pasan por Belén; les han impedido incluso ingresar a las instituciones educativas, por eso los niños y jóvenes del barrio se han tenido que ir a estudiar a otras instituciones. Cuando se dirigen al centro de la ciudad, les toca dar una gran vuelta por la zona de Guayabal (barrio del sur de Medellín) para evitar pasar por Belén Rincón. En los dos últimos meses se han perpetrado cerca de 15 asesinatos de jóvenes, estudiantes provenientes de Altavista y, en especial, de Manzanillo, en los entornos de Belén Rincón y La Capilla.
En el mes de marzo de 2012, según la coordinación Colombia – Europa, han sido asesinadas ocho personas, se han desplazado 17 familias y existe una deserción escolar altísima: más de 57 jóvenes han abandonado las aulas por amenazas y por toda la serie de condiciones ominosas del control armado. Al parecer, los asesinatos se realizan porque los jóvenes pisan territorios controlados por otros grupos; pero eso es una cortina de humo, según el profesor Mauricio: “la verdad es por ser jóvenes, es que a los grupos armados les genera sospecha que un joven cruce por su territorio porque consideran que viene de parte de la banda enemiga”.
¿Un problema sin solución?
Sea como fuere, los grupos o bandas, sean los urabeños, los magníficos, los gaitanistas, los de la 14, se mueven en medio de numerosas bases del ejército, la policía, los carabineros y las fuerzas de seguridad del Estado; siguen traficando drogas y combustible, hurtando, vacunando, extorsionando y asesinando a quienes no acatan su poder y control. La solución a la que han apelado las autoridades gubernamentales locales ha sido incrementar el número de hombres de la fuerza pública en el territorio. Pero en la comunidad quedan dudas y hasta se corre el rumor de que las fuerzas armadas hacen parte o apoyan uno u otro grupo. Esta sospecha la produce el hecho de que, según cuentan los habitantes del corregimiento, los efectivos de la fuerza pública se ubican frecuentemente muy cerca de los expendios de droga, pero no capturan a ningún miembro de las bandas ni hacen nada en su contra. De todas maneras, extrañamente, la comunidad sigue pidiendo la presencia de las autoridades.
Según Alexis Álvarez, edil del corregimiento, “mientras exista tanto desempleo y pobreza y falta de oportunidades para los jóvenes, será prácticamente imposible acabar con estos grupos; es que ellos no lo hacen por convicción política ni ideológica, en muchas oportunidades sólo por un bareto (cigarrillo de marihuana) o un gramo de perico (coca en polvo de la peor calidad) para su consumo personal, o por algún dinero para su sobrevivencia”.
Cabe recordar que a este corregimiento han llegado centenares de desplazados no sólo del Urabá, sino de la propia ciudad. Por ejemplo, del barrio Mano de Dios, a los cuales unas “manos” sospechosas les quemaron sus casitas y los dejaron en la calle, por tanto fueron a parar al Nuevo Amanecer, en el centro de Altavista. Las únicas fuentes de empleo en la zona son las ladrilleras, que han entrado en declive y son rechazadas por la comunidad por el impacto ambiental que producen.
Actividades como la que se llevó a cabo este jueves 19 de abril de 2012 son una reacción humanitaria de profesores, estudiantes y ediles del corregimiento y de organizaciones sociales de Medellín como Cedesis, el periódico Periferia, el Movimiento de Víctimas de crímenes de Estado, MOVICE, la Corporación Jurídica Libertad, la Corporación Sumapaz y otras, que consideran fundamental la defensa de la vida de los pobladores de la ciudad y del departamento. La idea es conformar la Mesa de Derechos Humanos del corregimiento, con todo y que con ello los defensores de derechos humanos se echan la lápida encima, y reivindicar desde allí entre su comunidad, de cerca de 25 mil habitantes, la lucha por el derecho a la vida, a la educación, la comida y la formación en valores de convivencia y justicia social.