Integrante grupo de estudio e investigación sobre feminicidios Escuela feminista- Red juvenil de MedellínProfundización de la cultura patriarcal y mafiosa Medellín y el área metropolitana, han sido territorios que durante 21 años, han sufrido un conflicto armado urbano discontinúo, que se estructura tanto en la violencia socio-política producto de la guerra irregular que se libra hace más 60 años en el país, como al fenómeno sociopolítico del narcotráfico que emerge en los años 80 y se posiciona en la ciudad para los años 90.
Estos conflictos, afectan toda la sociedad, sin embargo la forma en que se viven y sus efectos no son neutrales ni ajenos a los sistemas sociales de dominación y relaciones de poder que de ellos se desprenden, como son el patriarcado, el colonialismo, el racismo, el capitalismo. En el caso de la experiencia de guerra y violencia, las mujeres tienen otra historia, historia no escuchada, historia invisibilizadas, historias en muchos casos acalladas hasta con la muerte. En la ciudad de Medellín, ciudad en guerra, ya existían las relaciones de dominación de los hombres hacia las mujeres, ya existía la violencia patriarcal ejercida por los varones para dominar, oprimir y explotar a la mitad de la población, sin embargo ha sido en esta guerra prolongada que vemos la forma que toma y la manera como se agudizan las violencias hacia las mujeres, particularmente la de feminicidios.
En este sentido este articulo intentara dar una aproximación a la manera como el conflicto armado en la ciudad de Medellín agudiza las relaciones patriarcales y la violencia contra las mujeres, proporcionando condiciones óptimas para la exacerbación e de las relaciones patriarcales ya existentes, propias de una cultura regionalista colonial como es la antioqueña, que se caracteriza por prácticas culturales machistas, racistas y capitalistas. A la vez busca generar un análisis situado de los feminicidios ocurridos en la ciudad y el área metropolitana, desde una perspectiva feminista que nos permita develar los efectos de la guerra para las mujeres, las relaciones patriarcales actuales en ese contexto y develar las razones por las cuales las autoridades civiles y de policía ocultan y minimizan la violencia feminicida, negando así el origen estructural de los asesinatos de mujeres, que corresponden a una estructura social, económica y cultural llamada: patriarcado, que produce que tanto en tiempos de guerra como en tiempos de paz las mujeres sean asesinadas.
En esta ruta, es fundamental comprender que tanto la posición como la situación social de las mujeres en Medellín se han trasformado con los cambios históricos y económicos que ha sufrido la ciudad, tanto por la transición de ciudad provinciana y conservadora a una ciudad turística y oferente de servicios financieros, como por la instauración de un régimen y una cultura mafiosa paramilitar narcoantisubersiva.
1 Esto dos fenómenos sociales se han entrecruzado de manera tal, que a la hora 1 Este término está planteado en el libro de Olga Behar: Los Doce apóstoles.de analizar ciertos comportamientos, en las prácticas de la población de Medellín y su área metropolitana las coincidencias sobre ciertos imposiciones culturales hacia las mujeres parecen ser complementarias, incluso es difícil detectar quien las origina, si la estructura militar o paramilitar. Lo que es cierto es que ambas ciudades tienen en peligro eminente a las mujeres, principalmente jóvenes, y peor aún si son consideras “bellas” según la figura hegemónica de mujer paisa que se promociona legalmente para la internacionalización de la ciudad la Alcaldía de Medellín, desde su oficina de turismo, al tiempo que del criterio de los “jefes” paramilitares y mandos medios de los grupos que incursionan en los barrios empobrecidos de la ciudad.
El papel del narcotráfico en la vida de las mujeres El narcotráfico y la guerra exacerban y complemente “el arquetipo de hombre” y “el arquetipo de mujer” cuyas relaciones de poder corresponderán a las mismas establecidas en épocas remotas: los hombres son guerreros, fuertes, viriles, que definen su estatus y disputan el poder supremo ante la colectividad a través de la apropiación y tenencia de las mujeres,, en quienes rehace la capitalización del poder masculino, de ahí que en la cultura del narcotráfico en Medellín el estatus y poder de un varón o un grupo de varones, dependa también del número de mujeres “bellas” que posea; las mujeres a su vez, son cosificadas al rol tradicional servil a través de la objetivación, es un ser que se convierte en objeto de exhibición y de disputa. En el caso de Medellín, esta cosificación de las mujeres ha pasado por un cambio significativo, en el cual el objeto-mujer no solo se exhibe, sino que se moldea y controla para el gusto y uso de quien lo posee, a través de la intervención médica estética.
Es así como el estereotipo mujer construido en tiempos de la MAFIA, corresponde a una mujer estéticamente deslumbrante, que denota una belleza homogénea que será el objeto de placer de un hombre que tiene el suficiente dinero para obtener dichos objetos. Por su parte los hombres ya no representarán al abuelo finquero, ganadero que con el sudor de su trabajo consigue “una buena mujer”, los hombres definirán la “nueva mujer” que les dará prestigio y reafirmará su masculinidad a partir de un nuevo proyecto estético, que la clase media y alta ya había definido para las mujeres, pero que los mafiosos emergentes, teniendo el dinero a su disposición, podrían imponerles a “sus mujeres” que venían de condiciones económicas más bajas, el proyecto de imitación de la belleza hegemónica
2 Esta belleza es la de la mujer con pelo liso, con senos grandes, caderas grandes, labios gruesos, piel blanca preferiblemente. Al proyecto estético se suma la agudización de una cultura que será permisiva con las muertes violentas. Los asesinatos en la ciudad tienen justificaciones, razones e implícitamente aceptación por parte de la sociedad y la institucionalidad. Algunas de estas justificaciones se argumentaran como resultados de las pugnas entre mafiosos, bandas, grupos armados, llevando a que lentamente se imponga la pena de muerte no institucionalizada y se establezca un premisa que se vuelve verdad “hay quienes merecen morir y quienes no”.
Las relaciones familiares de clase media y alta que hasta antes de la mafia funcionaba bajo valores heredados de la estructura social colonial española, se verán transformados en tiempos de la mafia: anteriormente las hijas o hermanas tenían el objetivo de buscar “casarse bien” porque este acto representaba para el núcleo familiar masculino una inversión a futuro, mientras que en tiempos de la cultura mafiosa, un bueno partido es un hombre que posee dinero y las preguntas de cómo lo consiguió son secundarias, porque el dinero lo compra todo. Es así como las relaciones amorosas de mujeres establecidas con “mafiosos” o testaferros de mafiosos, se basaran bajo una relación de” intercambio económico” en la cual las mujeres tienen precio, ya no sólo bajo la figura del matrimonio sino bajo contratos sexuales, donde las familias se pueden sentir retribuidas económicamente y donde el cuerpo de las mujeres es directamente usufrutuado en una transacción económica con los “señores de la mafia” a cambio de dinero.
Parte de este dinero nutrirá la industria estética y cosmética, que estaba reservada sólo para una clase social alta y muchas de estas relaciones terminarán en el asesinato de estas mujeres en manos de los enemigos de su compañero o en las manos de éste.
El papel de la ciudad turística
El turismo en un contexto capitalista y más aún en un contexto neoliberal como el que vive la ciudad de Medellín y su área metropolitana, profundiza los roles tradicionales de reproducción y explotación hacia las mujeres, entre ellos el de asignarle a las mujeres arquetipos de belleza para la venta, para el intercambio y para la “buena imagen de la ciudad”, mientras que por su parte los hombres se convierten en los mayores consumidores de los servicios ofrecidos para el turismo sexual.
Si analizamos la doble moral de las alcaldías de turno, encontramos que tras el alarde de contar con un enfoque de género e inversión en campañas en contra del tráfico de mujeres, siguen simultáneamente promoviendo en las campañas turísticas mujeres estéticamente perfectas, semidesnudas” con frases categorías en diferentes entrevistas televisivas y radiales: “tenemos las mujeres más bonitas de Colombia”. Por ello no es gratuita que un número significativo de mujeres jóvenes tienen el sueño inmediato de modificar una parte de su cuerpo para entrar en la competencia de las “mujeres bellas”.
Para nadie entonces es un secreto que en tiempo de neoliberalismo donde todo se vende, el cuerpo de las mujeres aparece como una mercancía, promoviendo su venta sutil o directamente al turista, bien sea por la vía “digna” (el matrimonio, el servicio al cliente) o “indigna” (la prostitución), siendo una norma social hoy por hoy para las mujeres ser un objeto de “entretenimiento”, de servicios y de diversión que fortalecerá la famosa ciudad turística y desarrollada.
Sumándole a esto, aparece el proxenetismo y tercerización como elemento que agudiza la situación de opresión, explotación y violencia hacia las mujeres trabajadoras sexuales, quienes no poseen autonomía para “vender su fuerza de trabajo”, pues en general son los paramilitares en complicidad con la policía quienes tienen este “negocio”, donde se explota el cuerpo de las mujeres, se les amenaza y si intentan defender su autonomía en su trabajo son asesinadas vilmente.
Por estas razones los asesinatos de mujeres no tienen como primer resultado una indignación colectiva, por el contrario se dará respuesta a éstos desde los valores patriarcales, desde la justificación que ellas también buscan que las maten” y desde una intención firme de vincularlas a la dinámica del conflicto armado (aunque más grave aún es que la administración municipal no reconoce que este exista) con afirmaciones como: las mujeres también delinquen, las mujeres ayudan a los hombres a delinquir, que era prepago, que era trabajadora sexual. Sin embargo estas mismas afirmaciones confirman una realidad: Las mujeres en la mayoría de casos han sido asesinadas por razón de ser mujeres, y eso no ha pasado sólo hoy, ha pasado por décadas, pero apenas hoy se han dado las condiciones institucionales para poner el debate para instalar la categoría en los análisis sociológicos, criminalísticas y jurídicos.
Los Feminicidios
Las muertes de mujeres aparecen en la prensa local como acontecimientos aislados que comete un individuo hacia una mujer con la que tiene un vínculo afectivo, sea este familiar, de amistad o de relaciones amorosas, pero también en el caso de las trabajadoras sexuales, quienes las asesina se suponen son los “dueños de los negocios” o sus clientes. Adicionalmente el conflicto armado y la degradación de los actos de agresión entre las bandas paramilitares, enfrentadas, se ve reflejado en los asesinatos de mujeres que están vinculadas familiar o afectivamente a un integrante de los grupos en confrontación.
De enero a mayo de 2012 van asesinadas 37 mujeres en la ciudad, las circunstancias en que mueren y los hechos que rodean sus muertes confirman que la violencia ejercida sobre las mujeres es una violencia feminicida que no corresponde solamente a la individualización del asesino, sino a una estructura de opresión donde cualquier hombre puede en algún momento ser un agresor, a raíz de una cultura patriarcal que le da toda la potestad para castigar hasta con la pérdida de la vida a cualquier mujer que tenga la osadía de protestar y pretenda modificar el privilegio de los varones sobre los cuerpos y las vidas de ellas.
Por ejemplo Yeimy Alexandra Zapata de 25 años fue asesinada por su ex compañero, este llega hasta la casa de la tía y empiezan a discutir. El la toma del pelo, desenfunda un arma y le propina un tiro en la cabeza, seguidamente se coloca el arma en la cabeza y se dispara……queda vivo y es traslado al hospital. Los vecinos afirman que se mantenían peliando y los familiares de la victima aseguran que el hombre era muy celoso.
Este caso de feminicidio es tratado comúnmente como un asesinato amoroso, donde al final el hombre es calificado “como desquiciado” o “celoso” o “enfermo mental” , pero de fondo lo que yace en esta violencia feminicida es una concepción evidente de la apropiación que ejercen los hombres sobre las mujeres que son similares a los feminicidios cometidos por hombres desconocidos o hombres que ejecutan un asesinato por venganza con un integrante de las bandas paramilitares.
Hermanas, madres, tías, novias, esposas se ven expuestas a ser asesinadas por los vínculos filiales y erótico afectivos que poseen; así mismo como todas las mujeres que transitan el espacio público dominado por los hombres, en horas de la noche corren el peligro eminente de ser ultrajadas y expropiadas de sus cuerpos.
Es así como los hombres que maltratan, castigan, humillan, amenazan y asesinan a las mujeres no son la “excepción en la sociedad” sino el común denominador y el resultado de una cultura patriarcal cuyas bases residen en la opresión sistemática a las mujeres. Es por esta razón Yeimy, Daniela, Luisa Fernanda, María Rubiela, Paula Andrea, Karen Tatiana, Claudia Isabel, Yulie Paulina, Rosa Elvira, entre muchas otras, no fueron asesinadas porque 37 hombres son “malos y desquiciados” sino porque los actos de violencia generalizada contra las mujeres, son actos de violencia constitutivos de la dominación patriarcal sobre todas las mujeres, es violencia patriarcal feminicida que concentra todo el odio del sistema sobre las mujeres, violencia histórica, capitalista letal contra todas las mujeres subordinadas y apropiadas por su condición de clase y raza.