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Mié, May

Milei: derecha “libertaria-anarcocapitalista”, marxismo y lecciones para “las izquierdas”

Linea Territorio y despojo

Por: Wilmar Lince (1)

Milei encarna una derecha que no siente vergüenza de gritar con furor su ideología a los cuatro puntos cardinales, es una derecha no limitada intelectualmente, se fundamentan en teorías como el libertarismo, el anarcocapitalimo, el individuo en la centralidad del mundo, el individualismo metodológico, la teoría subjetiva del valor, la centralidad del mercado y el relegamiento del Estado frente a la sociedad

 

 

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Milei y todo lo que él sintetiza, se presenta a los sentidos como un fenómeno disruptivo, que ha prometido una sociedad libre a través de la implementación de sus políticas y transgresor del "estatus quo" contra lo que él denomina “la casta corrupta”. Tres cuestiones gruesas se tratarán en este ensayo: lo que representa Milei y su aura, lo que le condujo a ganar las elecciones en Argentina y los aprendizajes respecto a los gobiernos progresistas. Además, en cuanto Milei se ubica ideológicamente en el libertarismo, el anarcocapitalismo, el monetarismo y la teoría subjetiva del valor (y con estos pilares aspira gobernar), se bordearán estas cuestiones en clave marxista.

Derecha Libertaria-anarcocapitalista, marxismo y lecciones posibles

Javier Milei no es un simple demente brabucón, un loquito (Prieto, 20 de noviembre de 2023) populachero con un peinado pintoresco o una mala copia sudaca y ególatra de Trump que habla con perros (Ortiz, 22 de octubre de 2023). La bravuconería, lo populachero, lo pintoresco y la egolatría son apenas una forma; el contenido o esencia del sujeto político es más denso e importante. A este sujeto, si el análisis es serio, no se le despacha de forma simplista llamándole “populista de derecha” (Radio Boing, 9 de octubre de 2023) (aunque tenga todos los dotes prácticos de tal categoría) o como si su triunfo en las urnas fuese “un salto al vacío en lo político y lo económico” por su inexperiencia en las cosas del Estado (Papaleo, 20 de noviembre de 2023).

Como economista, Milei tiene una sólida formación académica y científica. Ha sido profesor universitario con publicaciones indexadas en revistas de renombre y participado en la producción de libros en los cuales trata problemas de las ciencias económicas y políticas (2) . Ha versado acerca del ejercicio del poder a través de la maquinaria del Estado. Bebió de la economía neoclásica y, muy pronto, se enrutó por los desarrollos teóricos de la escuela austriaca, pasando por el monetarismo de la Escuela de Chicago, hasta que digirió la producción que sobre economía libertaria emanaba del neoyorquino Murray Rothbard (alumno directo de Von Misses), otro prolijo economista que extremó las tesis acerca de que el Estado era una talanquera para el mercado y quien se oponía a toda forma de Estado de bienestar keynesiano. Por esta vía, tiene la escuela y la tradición de la economía liberal devenida a libertaria, base de un tipo de liberalismo que, a la postre, se fue concretando como política de Estado en el neoliberalismo acentuado en buena parte del mundo durante la última década del siglo XX, bajo la solapa del discurso del “fin del socialismo” (3) .

A su basamento económico se adhiere la fundamentación filosófica-política: lustrando el enmohecido pero siempre vivo liberalismo de los siglos XVII-XIX, (con énfasis en las ideas liberales de John Locke, sobre el que se apalancó el poder burgués y el modo capitalista de producción que se impuso violentamente al feudalismo), pone al individuo en el centro de la sociedad (individualismo metodológico) y, con ello, las relaciones sociales como totalidad no existen más que en la libertad individual. A contrapelo de lo que ciertas teorías sociológicas suelen plantear, la estructuración en la mirada liberal-libertaria sería más acción que estructura, o sea, más individuo e individuación que una estructura accionándolo y articulándolo a un conjunto de relaciones sociales (4) .

El otro nodo grueso de este sujeto político es su identificación con el anarcocapitalismo. Pareciera, a priori, un contrasentido semántico: ¿cómo se puede ser anarquista y al mismo tiempo capitalista? Retornarían al purgatorio, atormentadas por semejante aberración, las almas en pena de Stirner, Bakunin y Kropotkin, dignos contradictores de las tesis acerca del Estado formuladas por Marx e impulsores de la Federación del Jura, aquella organización de cuño anarquista que se escindió de la primera internacional. Pues bien, David Friedman (2012), en ese larga prosa de filosofía sin soporte alguno que lleva por título “La maquinaria de la libertad…”, prefería el término anarcocapitalista por encima de libertarismo arguyendo que el segundo es una búsqueda, si se quiere, un imperativo moral, mientras el primero remite a las instituciones que tendrían que garantizar “una sociedad en la que uno es libre de hacer lo que quiera con su vida y con su propiedad, siempre y cuando no las utilice para emplear la fuerza contra los demás” (p. 311).

En tal sentido, el libertarismo sería un punto de llegada cuyo proceso habría de gestarse a través del anarcocaptalismo, específicamente en el ejercicio de poder (paradójicamente, a través del Estado) contra todo malhechor que intente u ose apropiarse los bienes “honradamente” adquiridos por el individuo; esa denominación de malhechor y ladrón incluye al Estado. Así, el oxímoron “anarcocapitalista”, tiene su propia lógica en la concepción minimalista del Estado es decir, “limitado a las estrechas funciones de protección contra la violencia, el robo, el fraude, el cumplimiento de contratos, etcétera (…); cualquier Estado más extenso violaría el derecho de las personas de no ser obligadas a hacer ciertas cosas.” (Nozic, 1988, p. 7). A esto, el anarcocapitalismo, lo denomina Estado mínimo, algo recurrente en el discurso de Milei y en los avisos que ya ha dado respecto a la reducción de la carga laboral, fiscal y normativa que representa la burocracia argentina.

Una reflexión especial merece su mirada de “la izquierda”, “la nueva izquierda”, “el progresismo”, “los identitarismos” y del marxismo. El desarrollo de dichas cuestiones implicaría una profundización teórica y científica que esta breve reflexión no pretende, pero que, aun así, quiere dejar constancia. Sin sonrojarse, Milei emparenta constantemente a todas aquellas denominaciones (o ideologías; para esta reflexión no tiene tanta relevancia la distinción) con marxismo, socialismo e incluso con comunismo (5) . En este punto, toda su vocación científica parece derretirse por el acaloramiento ideológico. Cualquiera con mínimos de conocimientos materialistas dialécticos ha de saber que buena parte de esas denominaciones o ideologías –y sus consabidas ramificaciones– no reivindican el marxismo (menos el comunismo), pero además lo desconocen, no lo estudian, lo estudian mal o incluso lo atacan (de forma muy esmirriada, a decir verdad) (6) .

Milei, al igual que las maquinarias mediáticas de las élites económicas con un alto grado de analfabetismo teórico, casi nunca distingue entre socialismo y comunismo; antes bien, no entiende –o si lo entiende, tendenciosamente no lo expresa– la diferencia entre la realidad objetiva de las experiencias socialistas en Rusia y China, los “socialismos” latinoamericanos de Cuba o Venezuela, y la ciencia e ideología del comunismo (7) .

A esto se suma la diferencia política-económica que el electo presidente tiene frente a la crítica a la teoría del valor-trabajo de Marx, a raíz de su posición austriaca que lo define partidario de la teoría subjetiva del valor: para Milei el valor está dado por la subjetividad del individuo (8) y el sentido de sus necesidades, en las antípodas de las tesis de la concepción materialista de la historia que devela que este, el valor, es el resultado de la concatenación de múltiples y diversos trabajos abstractos a escala global que arroja productos concretos –valores de uso/mercancía– teniendo en la base el trabajo asalariado, por ende la explotación. En tal sentido, para la teoría subjetiva del valor, si el capital no es producto del valor serían falsas las teorías materialistas de la plusvalía, al igual que el planteamiento de que la explotación del trabajo creador de valor cimienta el conjunto de las relaciones sociales. Esto último es determinante para el libertarismo y el anarcocapitalismo, pues se entendería que la riqueza no depende de la explotación, sino de la libre competencia y el dinamismo del mercado (9) . En resumen, la diferencia con el marxismo no es menor y el esfuerzo por situarse en sus antípodas, además de entenderse como un problema ideológico, se eleva a escala científica y política (10) .

Pues bien, sin elevarlo al estatus de genio (11) , ese paquete completo que constituye Milei nos indica que no es un símil de Trump y su fascismo sin tapujos, o de Bolsonaro y su arribismo racista o de Iván Duque y su pseudointelectualidad, o de María Fernanda Cabal y su pobreza conceptual, ni siquiera de Bukele y su afán de protagonismo mediático a costa de violar los más elementales derechos. El bonaerense es, de lejos, un sujeto que tiene claro el rumbo anarcocapitalista con camino libertario que quiere impartir desde el Estado hacia la sociedad argentina, basado en las tesis económicas y políticas antes descritas. Su aura intelectual y de estadista (ya en el ejercicio de la política como profesión) tiene el respaldo de intelectuales contemporáneos como Nicolás Márquez y Agustín Laje (2016), autores de “El libro negro de la nueva izquierda” o “La batalla cultural, reflexiones críticas para una nueva derecha” (Laje, 2022); asimismo, Cristian Iturralde (2022) es otro de los autores que se suma al círculo intelectual de Milei, con obras como “El inicio de la nueva izquierda y la escuela de Frankfurt”. Incluso, a este trío de autores argentinos puede sumársele el español Juan Ramón Rallo (2022) no solo con su pretendido “Anti-Marx”, sino a través de su amplia producción académica respecto a las ideas libertarias. Así, Milei se reconoce como anarcocapitalista, de nueva derecha, abanderado de la batalla cultural, opuesto a lo que esta corriente denomina “la nueva izquierda” y, siempre, libertario, esto es, la ubicación del individuo en el corazón de la sociedad, defendiendo, entre otros, valores teológicos que han suprimido libertades individuales desde el medioevo y hasta el presente.

Con lo anterior, se entiende que las ideas de Milei encarnan al individualismo y un neoliberalismo al filo del posmoderno de derecha en sus aristas económicas y políticas, que no pretende socavar los cimientos del capital sino, por el contrario, dejarlo ser en su cabal expresión, regido por las leyes del mercado, “destrabado del Estado emprendedor” o sin el peso del asistencialismo legado por las tesis keynesianas. Descentrar el Estado implica el desmonte de la burocracia que el nuevo habitante de la Casa Rosada considere innecesaria respecto a la productividad capitalista, no sin antes poner en jaque los derechos conquistados con años de lucha y resistencia por las masas trabajadoras que –valga decir– el domingo 19 de noviembre también votaron por sus ideas. El libertarismo y el anarcocapitalismo de Milei, cuando se le analiza en detalle, termina siendo un neoconservadurismo cultural en cuanto ensalza los valores de la familia, la propiedad privada y Dios. Toda libertad libertaria se ata a estas premisas.

Nadie asegura que Milei pueda concretar todo lo que prometió en campaña. Lo más probable es que, como lo marca la dialéctica de la democracia burguesa o hasta el teorema de Baglini (12) , el mayor porcentaje de las promesas (dolarizar la economía en un país con pocos dólares, cerrar muchos ministerios en un chasquido de dedos dejando por fuera del mercado un grueso de la clase media y achicar los gastos del Estado, romper relaciones con distintos gobiernos “zurdos” y resquebrajar los intercambios económicos, cortar el sistema de subsidios y agudizar la miseria…) se las llevará el viento y no logren aterrizar, o al menos no en el corto plazo. Frente a una crisis económica mundial de la magnitud actual que se genera por las leyes inmanentes al capital (la producción anárquica o la ralentización de los circuitos de creación de valor), ni progresistas ni libertarios tienen las herramientas para detener en sus naciones, las penurias y sufrimientos que tales crisis traen para sus pueblos. A lo sumo, los gobiernos con aparatajes burgueses pueden definir políticas fiscales para mitigar o amortiguar los impactos de las crisis del capitalismo, jamás para librarse de ello.

Contémplese, además, que las organizaciones sociales de Argentina tienen huellas profundas de luchas y resistencias (en la práctica, más contestarias que revolucionarias). Con certeza, Milei no se librará de marchas, cacerolazos, piquetes, plantones, mítines, etc. A la incertidumbre del cumplimiento de las promesas hechas en campaña, dada la lógica misma de la administración de las ramas del poder, se suma el contrapeso que sectores del pueblo ejercerán por sus vías de hecho y de derecho. A pesar de lo anterior, por el talante libertario y anarcocapitalista aquí descrito de Milei y la caballería intelectual y política que le rodea, su poder puede llegar a ser más duradero, cooptador y enajenante que las derechas de este estilo que han llegado al poder en otros países. Por la vía de la durabilidad y la solidez de la violencia de Estado, pueden ganar amplia legitimidad ya no solo en las élites, sino en el seno del pueblo más allá de las elecciones y, cuando eso ocurra, la sociedad enfrentará serios problemas, pues una cosa es ejercer el poder solamente como élite (política, intelectual, moral, económica…) y otra es cuando esta tiene la legitimidad de las masas.

Ahora, ¿qué hicieron los gobiernos anteriores que, de una u otra forma, generaron rabia, desesperanza e inconformidad en sectores de las masas argentinas? Esta pregunta, de respuestas polifónicas e imposible de saturarla a cabalidad, debe servir para poner los cayos en remojo en un país como Colombia que, por primera vez en su historia, tiene en la casa de Nariño un gobierno progresista, de corte socialdemócrata, promotor de las reformas liberales fallidas desde la década del 30 del siglo XX (la revolución en marcha de López Pumarejo), enfrentado (en franca democracia liberal) a la criolla godocracia reaccionaria (bien podría ser paramilitarocracia) y a siglos de una cultura plétora de tradición conservadora. Esas reformas elementales del mundo liberal moderno (democratizar la tenencia de la tierra, disminuir el grado de explotación de la clase trabajadora, limitar la destrucción de los ecosistemas naturales, instaurar un sistema de salud que priorice la condición humana por sobre el mercado, entre otras) no se han podido concretar en el país del Sagrado Corazón de Jesús, ni en el siglo pasado ni en cabeza de un gobierno progresista: las élites económicas y políticas del país impedirán que la tarea sea fácil.

En fin, como de cualquier contradicción, es posible sacar lecciones del acontecimiento que se está discutiendo. Las llamadas “izquierdas”, incluyendo a las masas que simpatizan con estas, tienen la oportunidad de analizar críticamente el “fenómeno Milei” y hacer un balance proyectando su futuro. Aquí, algunos puntos a considerar:

1. En términos económicos, los gobiernos progresistas argentinos del presente siglo (una mezcolanza formada por peronismos, kirchnerismo e identitarismos) (Lopreite y Rodríguez, 2021) no lograron estabilizar las finanzas del Estado y la nación; por el contrario, sucumbieron a la deuda externa, mendigando cada cierto tiempo al imperialismo, con su fenotipo de capital financiero, la renegociación de dicha deuda (13) , reproduciendo la lógica de las naciones oprimidas: endeudarse para pagar deudas y, más adelante, volver a endeudarse para pagar más caro (Astarita, 2020). En este mismo tópico, no fueron capaces de contener la inflación que en la actualidad está por encima del 142% (Datos Macro, 2023) –la segunda más alta del continente, solo superada por Venezuela– y se pauperizó la vida de cerca del 50% de la población.

2. Consolidaron y/o crearon una burocracia elitizada (14) (predominantemente académica e intelectual) para cubrir ministerios y despachos de “asistencia social” (15) que, en una buena proporción, se caracterizaron por un discurso progre, identitarista y en algunos casos socialdemócrata (16) . Lo anterior fue poco útil frente a las contradicciones de un pueblo hambriento, desempleado, de educación mediocre y un magro sistema de salud. Mientras inundaban los medios, las universidades y el Estado de una jeringonza "incluyente", en el día a día las masas fueron cada vez más marginadas de la riqueza social. Mientras armaron brigadas para la corrección política y enunciativa, el hambre corroía un tercio de la población infantil y juvenil del país. Vale la pena recordar, en este debate concreto, que la crítica marxista a la burocracia es, puntualmente, contra la parasitaria, es decir, la que succiona la riqueza social fundamentada en el valor que se genera a partir de las clases trabajadoras. Los salarios públicos se pagan con los recaudos del Estado y estos, a su vez, provienen de la riqueza que se produce a partir del trabajo. Así las cosas, son las clases trabajadoras las que llevan sobre su lomo los salarios públicos. La burocracia parasitaria, sin importar su ideología, coadyuva a la enajenación y la opresión de las clases trabajadoras, más específicamente, del ser asalariado que crea valor e inicia el ciclo de la plusvalía.

3. Con distintos mecanismos, su discurso de inclusión excluyó posturas que no se ajustarán a su ideología y su pluralismo repelía expresiones plurales que le confrontara. Asimismo, se empalagaron con el autoelogio, la autorreferencia y las manifestaciones identitarias puramente ideológicas, débiles en estructuras teóricas y científicas (de hecho, con brotes y expresiones anticientíficas so pretexto de que la ciencia es un relato de “occidente”). Las facciones “progresistas” atomizadas en identitarismos diversos, que se incrustaron o las insertaron a entidades gubernamentales, no elevaron su nivel de conciencia política a escala crítica y transformadora (en el sentido estructural del término), ni ayudaron a las masas a hacerlo, aunque, a juzgar por sus acciones y discursos, tal vez habría que reconocer que tampoco tenían ni el interés ni la capacidad para lograr tales fines. Lo cierto es que el poder no sirvió para elevar la conciencia política ni siquiera al nivel básico de vencer en las urnas a la derecha (18) .

4. Enarbolaron la promesa de igualdad y equidad pero no lograron superar el 40,1% de pobreza con un 9,1% de miseria (Indec, 2023). Vale decir que pobreza y miseria van adheridos a las sociedades de clases y, en el modo de producción capitalista, este fenómeno se mueve al vaivén de los ciclos económicos aunque la tendencia sea hacia la agudización, es decir, a que pobreza y miseria sean cada vez más crueles. Al progresismo argentino se les eximiría de culpa, si no hubieran vendido el humo ilusionante de que equidad e igualdad se concretarían sin destruir los cimientos del capital.

A la sazón, estos puntos y otros tantos que se podrían añadir, deberían conducir a reflexiones de fondo, sin edulcorantes que maticen la amargura y evadan la autocrítica. Ahora bien, no se le puede reclamar a ningún gobierno progresista por no romper con el imperialismo. No está en su genética política. No se le puede juzgar por no detener tajantemente todas las formas de producción que destruyan indiscriminadamente la naturaleza. No está en su genética económica. Progresismos y libertarismos tienen en común en que no son anti-imperialistas ni anti-capitalistas, aunque tengan miradas distintas del capital y del desenvolvimiento de la sociedad capitalista.

A modo de corolario...sin sombras de agonía

Milei y lo que le rodea, constituye un agente de poder estatal relativamente novedoso: una derecha que no siente vergüenza de gritar con furor su ideología a los cuatro puntos cardinales; está rodeado de un séquito intelectual fuerte y con la valentía para defender el gobierno del nuevo presidente yéndose de frente contra el progresismo, el identitarismo y la corrección política. Es, sin duda, la piel y los huesos de una derecha formada; no limitada intelectualmente. Su concepción de mundo está conscientemente fundamentado en teorías que tienen corrientes de tradición en la ciencia política, sociológica y económica: el libertarismo, el anarcocapitalimo, el individuo en la centralidad del mundo, el individualismo metodológico, la teoría subjetiva del valor que niega que la riqueza sea el resultado de la conjunción naturaleza-clase trabajadora, la centralidad del mercado y el relegamiento del Estado frente a la sociedad, etc.

Frente a este panorama, lo peor que le puede ocurrir a las masas, a los pueblos históricamente oprimidos en Colombia o Argentina, en Palestina o en Estados Unidos, es (1) paralizar y desactivar sus luchas por la ilusión que se genera con los gobiernos progresistas, o (2) deseperanzarse y apagar sus sueños que apuntan a forjar otra sociedad porque la máquina de derecha que les machacará sin conmiseración –so pretexto de “libertad”–, ha llegado al poder. Ni fetichizar el poder progresista ni agachar la cabeza ante las nuevas derechas. Con el optimismo soportado en “la filosofía del éxito” o el derrotismo que generan las desilusiones demoelectorales, la burguesía de se frota las manos feliz de que su ideología siga dominando el mundo. Si hay algo que pudieran hacer las masas en medio de gobiernos progresistas, es aprovechar el posible respiro para elevar su conciencia política y armarse ideológicamente con más fuerza (praxis, esto es, teoría y acción) proyectando arremetidas reaccionarias encabezadas por elites nacionales aliadas con el imperialismo. Preparar el arma de la crítica para cuando llegue el momento de actuar con la crítica de las armas.

En el epílogo de esta reflexión y ligado al párrafo anterior, otra alerta sociológica se cierne en el horizonte. Tal como se ha dejado entrever en este ensayo, Milei y su libertarismo devenido a poder político de Estado con pretensiones anarcocapitalista, no se desligan de los brotes neofasciastas que han empezado a pulular en lo que va corrido del siglo XXI. A la luz de teorizaciones sociales vertidas por algunas corrientes de pensamiento contemporáneo , ha sido posible entender que se han venido instalando prácticas neofascistas en imaginarios, sujetos colectivos y estructuras de poder político, sin necesidad de esvásticas o fasces romanas. Donald Trump en Estados Unidos, Nayib Bukele en El Salvador, Jair Bolsonaro en Brasil, el sociólogo Santiago Abascal en España y, en Colombia, todo lo que está ligado al llamado “uribismo”, personifican y han tenido prácticas neofascistas. Milei, su anarcocapitalismo y su libertarismo están en los contornos de esta ideología. El fascismo, en su ropaje viejo del XX o con las lentejuelas destellantes del XXI, tiene por principio hacer añicos las leyes establecidas para exacerbar el capital y aupar el imperialismo, crear andamiajes jurídicos mucho más serviles a este propósito y, si así lo requiere, barrer pueblos y culturas “estorbosas” para la generación acelerada de ganancia. Esta alerta sociológica remite a una cápsula histórica: la estocada mortal al fascismo del siglo XX (y a su alma gemela el nazismo) la dio el ejército bolchevique, los comunistas que Milei y su parentela ideológica (en Argentina, Colombia y el mundo) tanto desprecian…y temen.

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NOTAS:

1. Profesor Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad de Antioquia. Grupo de Investigación Redes y Actores Sociales. Grupo de Estudio Método Marxista y Teoría Crítica Radical.

2. Pueden encontrarse, en bases de datos científicas, entre otros: la política fiscal (Milei 2006, 2006b); debates sobre la teoría monetaria (Milei, 2010); los mercados financieros (Milei 2011). A esto se adhiere un libro reciente donde el electo presidente condensa los principales ejes políticos, económicos, culturales y filosóficos de su libertarismo (Milei, 2022).

3. Una breve y sustanciosa crítica al neoliberalismo, con categorías de análisis marxistas, puede verse en Astarita (2016).

4. El problema de la relación Acción-estructura ha sido propio de la tradición sociológica. Frente a este particular, el autor de este ensayo comparte la visión de que dicha relación, más que antinómica, es dialéctica. Véase, por ejemplo, Ritzer (1977) con su “paradigma sociológico integrado”. En un trabajo que recientemente salió de la imprenta sobre la cuestión del método dialéctico materialista, quien escribe este texto plantea lo siguiente respecto a este problema: “Con distintas perspectivas y posiciones frente a lo que se iba produciendo en la sociedad moderna, la sociología, en su devenir original, no se deja tentar por el amorfo dilema que excluiría la estructura del individuo y viceversa. Antes bien, la tradición sociológica –aun con sus diferencias internas bien marcadas– se va construyendo en esa estrecha relación que conecta acción/individuo-estructura” (Lince, 2023, sp).

5. En distintas ocasiones Milei hace lo que aquí se está afirmando. El genérico normalmente usado para la “homologación” es “zurdos”. Uno de los momentos más representativos al respecto ocurrió en 2019, cuando afirmó que “los zurdos son mierda humana” (Milei presidente, 2019).

6. Debates con honduras teóricas y científicas al respecto pueden verse en: Línea proletaria (2021), Makaran y Gaussens (2020). Se puede añadir, a estas dos obras, la gira que realizó el Partido Comunista Revolucionario, de EEUU, encabezada por Susana Tylor (2023), combatiendo los identitarismos condensados en la ideología “woke”. En los documentos mencionados, se muestran las escisiones irreconciliables entre el marxismo y diferentes identitarismos, entre otros, los feminismos y los decolonialismos (siendo precisos, esto ocurre más con los debates propuestos directamente por las vanguardias comunistas estadounidense y española). Las obras de la Línea de Reconstitución Comunista, las de Tylor y las de Makaran/Gaussens, son plenamente rigurosas en el debate que le están proponiendo a corrientes “subalternas” que se han ido imponiendo en la academia a lo largo de este siglo. Este llamado al debate científico y político desoído en Argentina también debería ser parte del inventario de lecciones para las izquierdas del resto del continente.

7. Respecto a lo anterior, el Partido Comunista Revolucionario de Estados Unidos – PCR y la Línea de Reconstitución Comunista en España (entre otras organizaciones comunistas revolucionarias en distintos continentes) han venido elaborando, por décadas, síntesis científicas y balances de un ciclo que se cristalizó, como ejercicio de poder real, en octubre de 1917, pasando por la experiencia más desarrollada durante la revolución cultural proletaria China y retomando las experiencias de levantamientos armados y guerras populares que se inspiraron en los legados de Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao. Lo anterior busca ilustrar que es importante diferenciar los contenidos teórico-epistemológicos de socialismo, el comunismo (ciencia e ideología o, simplemente, ideología científica), las experiencias reales de socialismo, los intentos de socialismo, los pseudosocialismos, etc. No establecer tales distinciones es, al tiempo, una demostración de ignorancia supina de orden teórico y una estratagema política que busca llenar de agua sucia la ciencia de la revolución. Las dos organizaciones comunistas revolucionarias aquí señaladas, han hecho balances y síntesis rigurosos de las experiencias y la teoría comunista. La academia y el activismo político, tendrían que considerar estos debates si, de verdad, tienen interés en dar saltos cualitativos en sus luchas por una sociedad radicalmente distinta.

8. Se hace reiterativo en estas glosas, la cuestión del individualismo metodológico. No se desestime que el individualismo metodológico –con su ideal de “libertad”, a pesar de que reconoce el problema de la explotación y la dominación en las relaciones sociales basadas en el capital– opera no solo en la escuela austriaca de economía sino en corrientes de la sociología y la ciencia política. Esta cuestión tiene gran peso teórico y epistemológico en dichas disciplinas y se plasma, en muchos casos –y Milei es un ejemplo–, en propuestas políticas, entiéndase, como corpus práctico para el ejercicio del poder.

9. La discusión teórica no se limita a la cuestión del valor. Podrían tratarse, con más profundidad en otros escritos, distinciones agudas entre el libertarismo y el marxismo, por ejemplo, respecto al problema del Estado, las clases sociales, el poder, la religión, etc.

10. Para aproximarse a una reflexión clara, en una mezcla de divulgación y densidad científica respecto a la disputa marxismo y escuela austriaca, se recomienda seguir las diferentes entradas de Astarita R. (2014) sobre este particular.

11. De hecho, tiene varias acusaciones por plagio. Además, autores como Guido Agostinelli publicó un libro titulado “Falacias libertarias cómo evitar caer en la estafa de la moda”, en el cual demuestra decenas de mentiras discursivas empleadas por el libertarismo contemporáneo incluyendo enunciaciones de Milei.

12. Cuanto más lejos se está del poder, mas irracionales y ligeros son las propuestas; cuanto más cerca se está del poder, más racionales y sensatos son los enunciados.

13. “Según el FMI, la balanza general del gobierno representó un -3,8% del PIB, mientras que la deuda pública llegó al 76% en 2022. Por lo demás, el país avanzó en la renegociación de su deuda de USD 40.000 millones con el FMI, y logró un acuerdo en 2022”. (Santander, 2022).

14. El problema de la burocracia fue tratado ampliamente, con criterios sociológicos, por Max Weber, principal aunque no únicamente, en los ensayos titulados “Qué es la democracia” (1991) y “Estructuras de poder” (2001). Allí, Weber, identificando seis rasgos característicos, concluye que existe una relación directa entre Estado, burocracia y poder, a través de mecanismos jurídicos y normatividades generales que legitiman el accionar burocrático. Marx (2003), que se refiere a la burocracia de forma tangencial en toda su obra (gregaria del Estado, las clases sociales y el poder), se refiere con desprecio a la misma: “Este poder ejecutivo, con su inmensa organización burocrática y militar, con su compleja y artificiosa maquinaria de Estado, un ejército de funcionarios que suma medio millón de hombres, junto a un ejército de otro medio millón de hombres, este espantoso organismo parasitario que se ciñe como una red al cuerpo de la sociedad francesa y le tapona todos los poros, surgió en la época de la monarquía absoluta, de la decadencia del régimen feudal, que dicho organismo contribuyó a acelerar” (p. 104-105. Subrayado incluido) y, más adelante, señala que “Los impuestos son la fuente de vida de la burocracia, del ejército, de los curas y de la corte; en una palabra, de todo el aparato del poder ejecutivo. Un gobierno fuerte e impuestos elevados son cosas idénticas” (p. 111). En Weber y en Marx hay una coincidencia al respecto: la burocracia tiende a ser parasitaria, le sirve al poder burgués y se viabiliza en el aparato jurídico y se soporta en los impuestos.

15. En los 12 años de gobiernos de los Kirchners (Néstor y Cristina Fernández), entre 2003 y 2015, hubo un aumento del 57% de cargos del Estado, 1.4 millones de empleos públicos. En esa misma proporción creció el personal docente y no docente de las universidades públicas durante el periodo en mención (López, 2020).

16. Durante el gobierno de Alberto Fernández se crearon 28.000 empleos públicos. Milei, en el momento de cerrar este texto, ya se había pronunciado afirmando que cerraba definitivamente el “Ministerio de las mujeres, géneros y diversidad” para disminuir la carga del Estado. Apenas creado en 2019, este Ministerio es aún pequeño con menos cerca de 1.200 empleados. En cambio, el “Ministerio de Desarrollo Social, una dependencia que Fernández abrió a varios referentes de movimientos sociales, aumentó su plantilla un 26,7% hasta registrar 5.745 empleados en mayo pasado. Tres años atrás eran 4.535” (Infoabe, 2023. Subrayado incluido).

17. En una entrevista post-elecciones, Rita Segato reconoce algunos de los problemas reseñados en este apartado. Ver: En Bancame Hasta Mañana, Podcast (2023). Véase, por ejemplo, Stanley, J. (2029).

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