Para uno de cada tres franceses, Santa Claus es sinónimo de surmenage y rompecabezas financiero. El temor a no conseguir el regalo buscado, la presión para que la reunión familiar sea necesariamente maravillosa o la angustia generada por el frenesí de la gente con miedo de no llegar a tiempo con los preparativos, hacen que la navidad pueda convertirse en una pesadilla.
Seis de cada diez franceses se dicen estresados ante la idea de no encontrar los regalos que satisfarán a sus familiares, mientras que un 36% se dice angustiado por la cuestión económica.
“Es una tendencia que está progresando mucho este año, y se manifiesta cada vez más temprano”, explica Valérie Dewerte, del sitio radins.com, que desde septiembre alberga un foro con cientos de consumidores estresados.
“Para muchos, Navidad se ha convertido en un momento realmente de ansiedad”, agrega.
“A partir de noviembre, empieza a subir lentamente la presión, alimentada por una escalada comercial sobre el acontecimiento”, señala el sociólogo Jean-Claude Kaufmann.
“Hay quienes para evitar el atropello en las tiendas, algo que estresa al 35% de los franceses, se anticipan en las compras, pero eso no hace más que alimentar la tensión”, añade.
Para los adultos, “hay una implicación extrema en la navidad, que es uno de los últimos ritos colectivos, y en este sentido tiene que ser un éxito”, estima.
“En Navidad, hay como un sentimiento de obligación de felicidad intensa. Esperamos que vaya a ser algo forzosamente grandioso y maravilloso, hay que estar a la altura de las expectativas, y eso es necesariamente estresante”, analiza.
“Navidad, último lugar de felicidad en una época de incertidumbre, catarsis para concentrarse en la familia, no debe fallar”, apunta por su parte el historiador Claude Posternak.
A esto hay que agregar la presión de los niños, que quieren cada vez más juguetes y más caros frente a padres que se sienten culpables si no colman sus expectativas, aunque sus cuentas bancarias no estén a la altura. De hecho, el 31% de los franceses declara sentir el estrés ante la idea “de no tener los recursos para comprarle regalos a los que aman”.
Y todo esto sin contar a los familiares que se reúnen una vez al año y reviven viejas rencillas cuando se toman una copa de más.
“Por lo general -matiza el Dr. Kaufmann- una vez que pasan las fiestas, la cosa se calma. Hasta el año que viene”.