La locomotora minera: Profundizando la concentración de la tierra y el despojo en Colombia.

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La acumulación por desposesión, concepto acuñado por David Harvey que reconfigura y actualiza el concepto de acumulación originaria definido por Marx, en el caso de Colombia se expande a pasos agigantados sobre la realidad nacional y se constituye en el marco clave para entender una parte importante de la conflictividad en el país asociada, entre otros, a la “locomotora minera”. 

David Harvey retrotrae al actual proceso de globalización el concepto marxista de acumulación originaria1 y, retomando a Arendt, recuerda que esta deberá repetirse una y otra vez si no se quiere que el motor de la acumulación se frene; para él esto se expresa en un proceso continuo de ajustes espacio temporales2 que requiere la acumulación de capital y al respecto afirma que “La acumulación por desposesión3 se convirtió en un rasgo mucho más central dentro del capitalismo global (con la privatización como uno de sus principales mantras)4”. (Harvey, 2005:118).

Actualmente en Colombia la sociedad organizada, y especialmente el movimiento

de víctimas y las organizaciones asociadas, avanzan en la identificación y restitución de más de 6 millones de hectáreas de tierras arrebatadas a sangre y fuego a campesinos, afro descendientes e indígenas.

En ese proceso tienen su principal conquista legislativa en la ley de víctimas, sin embargo hay una lenta respuesta en su implementación, pues sólo han sido recuperadas 495.492 hectáreas.

Mientras eso ocurre con la restitución, más del 59% del territorio continental del país, 67´482.895 has., está solicitado en concesión para títulos mineros. En el período 2000 - 2010 el área otorgada en concesión mediante títulos (TMO) fue de 5´856.878 has., el 5.13% de la superficie del país (CGR, 2011: 130-131).

Por ello no es gratuito que, a propósito de las áreas de reserva minera que se han definido, se afirme que Colombia subastará un área de 20,5 millones de hectáreas para exploración minera5.

Con estas regulaciones se están creando las condiciones para que las empresas multinacionales, los nuevos actores del poder económico global, entren a controlar tierra y territorio. Mientras se rasgan las vestiduras por la decisión de la Haya, con respecto a las islas de San Andrés y Providencia, le entregan el país a las grandes multinacionales del mundo que están viendo en Colombia el “Dorado” del siglo XXI.

De las hectáreas tituladas, 1.17 millones6, el 23.3% del territorio minero es operado por empresas del sector de la minería a gran escala que configuraron su asociación en el año 2011.

Meses después, en el proceso de reestructuración del Ministerio de Minas y Energía (MME), se crea la Agencia Nacional de Minería (ANM), con autonomía para administrar los recursos mineros del país, que entró en operación en mayo de 2012 para agilizar los intereses de las multinacionales. A la Asociación del Sector de la Minería a Gran Escala se encuentran vinculadas: Anglo American Colombia Exploration S.A., AngloGoId Ashanti Colombia, AUX Colombia Ltda., Carbones del Cerrejón Limited, CCX, Colombian Natural Resources, Drummond Ltd., EcoOroMineralsCorp, Gran Colombia Gold, Minas Paz del Río, Mineros S.A. y Prodeco.

La Tierra: objeto en disputa en el mundo.

La tierra se ha vuelto botín de guerra en el mundo. Según informe especial entregado por la revista Semana, “hay un producto más atractivo que el oro, más rentable que el petróleo y más codiciado que las acciones de Apple: la tierra.

En los últimos diez años en África, América Latina y el Sureste Asiático, 230 millones de hectáreas han sido cedidas, vendidas o alquiladas a estados petroleros, potencias emergentes, conglomerados industriales, fondos de inversión y bancos. Es como si hubieran comprado a Francia, España, Alemania, Reino Unido, Italia, Portugal, Irlanda y Suiza juntos. Una fiebre de miles de millones de dólares que está trastornando el planeta al establecer plantaciones gigantes

donde antes solo había sabanas, selvas y pequeñas parcelas. Puede ser la oportunidad para impulsar una verdadera revolución verde pero, a cambio, el mundo está jugando con su equilibrio y su sostenibilidad…”8

Sorprendidos, países que importan gran parte de su comida, inversionistas y compañía agroindustriales redescubrieron el aforismo del autor estadounidense Mark Twain: “Compren tierra porque ya no la fabrican”.

Esto ocurre de tal modo que, en el actual periodo de expansión capitalista a escala  global, una alianza desafortunada entre procesos globales de expansión del capital e intereses rentistas de las élites económicas y políticas de los países, muchas de ellas representadas en el Estado y con más fuerza en el marco de la crisis económica global, han hecho de la tierra un botín de guerra o un centro de conflictos.

La lógica especulativa y rentista que rige la acumulación en el actual periodo capitalista, busca en esas grandes extensiones de tierra, apropiadas por diferentes vías, controlar rentas mineras, energéticas y condiciones para la expansión de los mal llamados cultivos agroecológicos.

El boom de los últimos años en los precios de los alimentos, el petróleo y el oro son incentivos suficientes para controlar grandes cantidades de tierra que hacen posible acceder a estas rentas. Después de mantener un precio estable alrededor de los 300 dólares durante la década de 1990, a partir del año 2002 los precios se disparan. En el año 2000 una onza de oro tenía un valor de 279 dólares (Us$/oz troy), en el año 2012 este precio alcanzó los 1.667 dólares, un margen de ganancias extraordinarias y bastante atractivo para tiempos de crisis.

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