Por: Manuel Humberto Restrepo Domínguez
Las estructuras de acumulación del capital en Colombia controlan cada vez con mayor capacidad las débiles herramientas de una democracia de mercado puesta al servicio de no mas de un centenar de potentados y empresas trasnacionales, que de lo publico han dejado solo el cascaron y eliminado las garantías y cuya máxima expresión política se reduce a la oferta de candidatos a elecciones de todo tipo y al conteo de votos.
Los procesos son trasparentes en sus formas, pero viciados en sus esencias con controles invisibles de gestión del terror y el miedo para sacarle votos al hambre.
Pero a la vez sobre estas estructuras de acumulación por despojo y sobreexplotación se traza el curso temporal de la vida social, guiado por la búsqueda de la eficiencia y la competitividad, que seducen y matan al mismo tiempo y que consisten en producir abultadas cifras de ganancias como evidencia de los buenos negocios del poder llamados confianza inversionista y control de las revueltas sociales. De Democracia y Mercado, se pasó a Democracia de Mercado, contraria a la existencia del bien publico, y dispuesta a derrotar por la Fuerza o el Derecho toda forma de ser, hacer, vivir y convivir que le resulte distinta. Su eficiencia política depende de eliminar toda forma de contrapoder sea legitima o legal, armada o civil.
Los titulares del éxito de la Democracia de Mercado ya no se refieren a las batallas por las ideas y los debates sobre la humanización de la vida, ahora lo destacable son los informes de ganancias presentados en billones que se embolsan las empresas y las condecoraciones al merito que reciben de los gobiernos los rentistas famosos, como simbología de lo normal, lo natural, lo que debe ser. Cuando bajan unos pocos números en sus rentas, inmediatamente las voces políticas sostenidas por rentistas de la política convocan al sacrificio nacional para salir de la crisis. Los grandes medios hacen el consenso y desinforman sobre lo que ocurre detrás de cada unidad monetaria ganada, que hace parte del botín privado.
La Democracia de Mercado, está distante de las necesidades de las gentes excluidas, que antes aparecían como publico o ciudadanía y ahora con el rostro de clientes y pacientes.
Quizá la democracia ya no sea la forma política que esperaban conquistar las mayorías, los pueblos, quizá y por ahora sea solo un referente usado para tener un lugar de encuentro discursivo pero ya no el único referente para encauzar las luchas a conquistar. La Democracia de Mercado se ha convertido en el eje de disputa de centros y derechas políticas, lo que cambia las reglas de la acción política y convierte a las movilizaciones sociales en las herramientas de lucha con mayor legitimidad y capacidad real para enfrentar el embate bien para recuperarla o para crear otros modos de organización y convivencia con un nuevo pacto basado en la dignidad humana.
En este momento particular de organización del sistema social con las reglas del mercado y gobernado por las mismas elites tradicionales, la salud y la educación representan la mejor veta de ese botín. La salud ofrece como garantía de buen negocio un potencial de 46 millones de consumidores fácilmente convertibles en pacientes. Y la educación no menos de 30 millones para ser convertidos en clientes. Las basuras no quedan afuera de botín convertidas en residuos y los recursos naturales son el bocado de mediano plazo. En la salud el paciente es la base de ganancia que se potencia por la doble vía del cuerpo y del alma, a la que ya no hay que negar si no enfermar.
Cuerpo sano y mente sana ya no son rentables, lo rentable son el cuerpo y la mente enfermos. Los servicios de atención en salud fueron redescubiertos como inmejorable negocio que los defensores de lo publico no dejaron prosperar durante varias décadas. En la nueva repartición el estado ya privatizado, quedó encargado de la guerra que se convierte en el mejor dispositivo para mantener y extender la enfermedad.
Los hospitales, clínicas y centros de atención, que otra vez volvieron a parecerse a la cárcel y la institución educativa, ofrecen condiciones de atención propias de una situación de guerra para cuatro de cada cinco pacientes.
Los pabellones de urgencias, similares a los centros carcelarios, viven hacinados con visitantes temporales que llegan con heridas de guerra, baleados, acuchillados, accidentados, intoxicados, a compartir suelo, colchonetas o cubículos improvisados con cortinas, con ancianos que padecen enfermedades críticas, embarazadas o victimas de múltiples violencias. Allí pueden pasar en medio de gritos de dolor, exclamaciones y suplicas horas o días. Muchos llegan inclusive con tutelas ganadas para ser atendidos de urgencia, otros mueren y son retirados.
Los noticieros reportan cifras inútiles, índices de calidad inmejorables y una gestión del servicio intachable, cargada de logos de ISO, ICONTEC, y otras figuras formales, mientras los pobres y olvidados se encargan de comunicar boca a boca su tragedia. Lo común de los tres grandes negocios: Salud, Educación, Basuras, es el deprimente inventario de un sistema publico saqueado, vendido a bajo costo a inversionistas que acumulan sin parar.
No hay sentido de humanidad, los pacientes son apilados como cuerpos en descomposición y si logran atención el reto es salir sin ser tratados como rehenes por falta de dinero para pagar la atención recibida. Obtener una consulta es un triunfo a celebrar, para hacer fiesta con el mismo pueblo al que le robaron el derecho humano a la salud y le entregaron un cartón de sisben sin garantías.
La educación presenta los mismos síntomas, clientes apilados, hacinados, sin derecho a la palabra y la protesta, dirigidos con formulas de gestión industrial o bancaria, da igual, sin escenarios para la construcción democrática ni el debate por las ideas, los estudiantes son la base del buen negocio, funcionarios y profesores la parte débil de la maquila.
Este trazado de programas y políticas se hace por fuera de lo político y en nombre del interés general pero es de estricto beneficio individual, invierte los valores de humanidad borrando las huellas de la ética, la solidaridad y el respeto por la dignidad humana. Pero como en todo juego de olas y mareas, la movilización y la lucha social ahí están, no se detienen van y vienen, fluyen, retroceden, se levantan, avanzan.