La risa y el poder de los sin poder

Linea Formación, Género y luchas populares

Aldo Cívico

Hace poco, en las laderas nororientales de Medellín, me senté en un círculo de payasos. Eran payasos de verdad, como los clowns que animan el circo, con la nariz roja y las caras pintadas de blanco. Pero no decían payasadas, y entre risas, me acordé de Václav Havel y de su ensayo sobre el poder de los sin poder.

 

Quizás la aproximación de estos jóvenes payasos con la figura de Havel sea una disonancia. Pero, aunque en épocas y condiciones distintas, existen semejanzas en las motivaciones de su actuar. Esto nos permite reflexionar sobre el poder de los sin poder, como es el de los payasos.

En medio de la Guerra Fría, el dramaturgo Havel y los intelectuales de Carta 77, en Checoslovaquia, se rebelaron contra la hegemonía totalizadora de la ideología comunista. En un país donde la libertad de expresión estaba reprimida, la rebelión consistió en denunciar en voz alta y colectivamente que el rey estaba desnudo. O sea, había que rebelarse a la mentira del régimen para romper las reglas del juego, sacudir al mundo de las apariencias e incomodar a la estructura del poder que perpetuaba la mentira. En eso para Havel consistía vivir en la verdad.

De manera similar, los payasos del colectivo Nariz Obrera, al igual que muchos de los colectivos artísticos y culturales que animan a Medellín, proponen vivir en la verdad, rebelándose a las mentiras de una sociedad paisa desmoralizada, al estar seducida por modelos culturales plasmados por el consumismo, el arribismo y el patriarcado. Amparados en la tradición inaugurada por Bertolt Brecht, estos payasos también le dicen a Medellín en voz alta que el rey está desnudo.

Lo hacen con humorismo, soltando risas, porque la risa es una forma fugaz de insubordinación, reveladora de las ambigüedades y las paradojas de la sociedad antioqueña y de las mentiras de una administración local que sigue negando el dominio territorial del poder mafioso, mientras hace oídos sordos a los pedidos de las organizaciones comunitarias.

Así, reír y reírse son una manera para desvelar la mentira y vivir en la verdad. No por casualidad la antropóloga Mary Douglas ve en la risa una fuerza revolucionaria.

¿Pero quién les tiene miedo a los payasos?, ¿y por qué? En la Medellín segura del alcalde Gaviria, no hace mucho que los herederos del poder paramilitar golpearon y amenazaron a integrantes del colectivo de payasos. Y no hace mucho que en un informe sobre grupos juveniles, como Nariz Obrera, la secretaria de juventud los etiquetó como “detractores”; lo cual, más que informar sobre los procesos juveniles de Medellín, desvela la mirada que la Alcaldía tiene sobre jóvenes comprometidos con sus territorios.

El fastidio que la risa de los payasos provoca en el poder criminal, al igual que en el poder político, no tiene por qué sorprender ya que, como lo resaltó Havel, el simple deseo de unas personas de vivir sus propias vidas en libertad y dignidad, necesariamente aparece como una amenaza al sistema. Por eso la risa provocada por estos payasos es algo eminentemente político y como tal tiene en sí misma la capacidad de trascender y de transformar.

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