Autonomías y emancipaciones América Latina en movimiento (Libro)

Linea Formación, Género y luchas populares

Por: Raúl Zibechi.

Un continente en ebullición, en cambio, en movimiento. Dos décadas de crisis, penurias, represiones; dos décadas en las que el ajuste estructural impulsado por el Consenso de Washington quiso imponer un modelo de sociedad vertical, autoritaria.

 

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Pero también dos décadas de resistencia, de organización popular, de «desbordes» que deslegitimaron el modelo impuesto desde arriba. Finalmente, los poderosos no consiguieron su objetivo de controlar y dominar a los sectores populares de nuestro continente, para mejor esquilmar sus riquezas. Percibo un equilibrio inestable, modelado por tres fuerzas decisivas: las élites globales y locales, los gobiernos que pugnan por ir más allá del neoliberalismo, y los movimientos sociales. No es ningún secreto que la potencia o los límites de éstas serán decisivos a la hora de cincelar las veredas de la emancipación, social y continental.

En las dos últimas décadas se condensan, a mi modo de ver, cambios profundos y de larga duración en el mundo popular latinoamericano que suponen un viraje radical respecto a períodos anteriores. Este conjunto de cambios, que espero haber reflejado aunque sea parcialmente en la recopilación de trabajos que integran este volumen, representa un enorme desafío para la teoría revolucionaria y para la teoría social heredadas del período anterior, marcado por la centralidad del movimiento sindical y del Estado-nación.

Ya no se trata de movimientos sociales sino de sociedades enteras que se han puesto en marcha. Por abajo, millones de hombres y mujeres, impulsados por la necesidad, llevan dos décadas en movimiento; y en ese mover-se, cambian ellos cambiando el mundo. A tal punto que América Latina se ha convertido en faro y esperanza para muchas personas en muchas partes del mundo.

Siento, sin embargo, que los conceptos y las palabras que habitualmente manejamos para describir y comprender nuestras realidades, son inadecuadas o insuficientes para interpretar, y acompañar, estas sociedades en movimiento. Como si la capacidad de nombrar hubiera quedado atrapada en un período sobrepasado por la vida activa de nuestros pueblos. Buena parte de las hipótesis y análisis en las que crecimos y nos formamos quienes participamos en el ciclo de luchas de los 60 y 70 se han convertido, glosando a Braudel, en «prisiones de larga duración». Muy a menudo, acotan la capacidad creativa y nos condenan a reproducir lo ya  sabido y fracasado.

Un nuevo lenguaje, capaz de decir sobre relaciones y movimientos, debe abrirse paso en la maraña de conceptos creados para analizar estructuras y armazones organizativos. Hacen falta expresiones capaces de captar lo efímero, los flujos invisibles para la mirada vertical, lineal, de nuestra cultura masculina, letrada y racional. Ese lenguaje aún no existe, debemos inventarlo en el fragor de las resistencias y las creaciones colectivas. O, mejor, aventarlo desde el subsuelo de la sociabilidad popular para que se expanda hacia las anchas avenidas en las que pueda hacerse visible y, así, ser adoptado, alterado y remodelado por las sociedades en movimiento.

Necesitamos, en fin, poder nombrarnos de tal modo que seamos fieles al espíritu de nuestros movimientos, capaces de trasmutar el miedo y la pobreza en luz y esperanza; un ademán mágico que recuerda al zumbayllu, capaz de trocar el clima de violencia –en el internado que vivía Ernesto, protagonista de Los ríos profundos– en un «insólito movimiento de fraternidad», en palabras de Cornejo Polar. El zumbayllu como imagen de sociedades que, para existir, para conjurar la muerte y el olvido, deben mover-se, deslizarse del lugar heredado; en movimiento siempre, porque detenerse implica caer en el abismo de la negación, dejar de existir. En esta etapa del capitalismo, nuestras sociedades-zumbayllus sólo existen en movimiento, como tan bien nos enseñan las comunidades zapatistas, los indios de todas las Américas, los campesinos sin tierra y, cada vez más, los condenados de las periferias urbanas.

Imágenes como la del zumbayllu nos acercan a ese mundo mágico de movimientos, que pueden transitar del horror y el odio a la fraternidad, y viceversa, con naturalidad asombrosa. El doble movimiento, la rotación sobre el propio eje y el traslado sobre el plano, son los dos modos complementarios de entender el cambio social: desplazamiento y retorno. En efecto, no alcanza con moverse, desplazarse del lugar material y simbólico heredado; hace falta, además, un movimiento como la danza, circular, capaz de horadar la epidermis de una identidad que no se deja atrapar porque cada giro la reconfigura. Despeamiento y retorno que pueden leerse, también, como repetición y diferencia. El zumbayllu, como imagen de la sociedad otra, es, siguiendo al filósofo, la apuesta por la intensidad (flujo o movimiento) frente a la representación; siempre destinada a sacrificar el zumbayllu-movimiento en el altar del orden. Cualquier orden.

El trompo del cambio social está danzando, por sí mismo. No sabemos durante cuánto tiempo ni hacia dónde. La tentación de darle un empujón para acelerar el ritmo, puede detenerlo, más allá de la mejor voluntad de quien pretenda «ayudar». Quizá, la mejor forma de impulsarlo sea la de imaginar que nosotros mismos somos parte del movimiento-zumbayllu; girando, danzando, todos y cada uno. Ser parte, aún sin tener el control del destino final.

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Agradezco a Raphael Hoetmer y al Programa Democracia Global la posibilidad de editar estos textos en Perú, y volver a reencontrarme con un país que conocí en los tormentosos años de fines de la década del 80 y comienzos del 90. Para alguien que provenía del Río de la Plata y llevaba más de una década exiliado en España, el Perú de esos tiempos presentaba un magnetismo especial: sin saberlo, era la mejor puerta de entrada para comprender un mundo escindido, donde las categorías clásicas del marxismo en el que me había formado, eran puestas a prueba en cada esquina. En aquellos momentos era imposible no acudir a la obra de  Mariátegui, pero fue Arguedas quien me permitió acercarme al mundo andino, enigmático, indescifrable si no se recurre a los afectos como ordenadores de ese magma social y cultural.

RAÚL ZIBECHI

Montevideo, 7 de agosto de 2007

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