Semana Santa, semana Anti-imperialista por excelencia

Linea Formación, Género y luchas populares

Por: Alfonso Insuasty Rodríguez. Kavilando

Jesús, líder popular contrario al imperio, fue torturado y asesinado por los ricos, por los poderosos de la época, por rebelarse contra sus intereses, por motivar una conciencia movilizadora popular que ponía en riesgo la estabilidad de quienes ostentaban el poder. 

Veo una contundente causa que lleva a decretar la muerte de Jesús: su lucha y propuesta de vida, su total y radical entrega por la construcción de una sociedad humana, libre, una sociedad anti domesticacion, anti homeginización, anti imperialista (Roma, en su momento) 

La Religión entonces, debe ser una propuesta para todos, es una invitación hecha a todos los hombres y mujeres, una oferta y una posibilidad. 

La Religión es una indagación, ella de por sí, no dicta el camino a seguir, porque ese camino no se puede dictar, sino que hay que crearlo de nuevo en cada caso.

El camino hacia la Gran Dimensión de la existencia, se parece al camino hacia la belleza. El camino a la belleza no se puede dictar, sólo se puede enseñar; pero lo que se enseña es a crear el camino. Lo mismo vale para lo que conduce a la gran experiencia religiosa, hay que crear el camino cada vez de nuevo.  (Corbi, 1996)

Lo primero, reconocer la realidad.

Hoy la nueva forma de imperialismo nos llega con el confuso y difuso discurso de “bienestar”, una falsa lucha por la democracia, y el ideal de progreso se aviene con la ciencia positiva y la técnica.  Y se aviene de la mano de una manifestación desmedida de la fuerza y la generación del miedo extremo a todo nivel: miedo a pensar, miedo a perder el trabajo o a no encontrarlo, miedo a perder privilegios así sean pequeños, miedo a un estado opresor, miedo a no poder pagar las deudas y los servicios básicos, a perder la hipoteca, etc., miedos que se acompañan de una excesiva militarización de la vida cotidiana a todo nivel y de todo habitante; Pero sobre todo miedo ante un gran y poderoso enemigo que se ensaña en contra de todo aquel que piense diferente.

Así mismo, dicho imperialismo nos llega con una “mega – banalización” de toda simbolización y sentido, orquestada desde los masivos medios de comunicación que impone visiones de la vida muy poderosas:

- El individualismo como forma suprema de ser,

- El éxito como verificación última de ese sentido de vida,

- La cultura del “divertimento” (El imperio pretende que nuestra ilusión sea comer, beber, cantar, ver deporte y divertirse como en la TV se hace), que para alcanzarlo es necesario sacrificar todo, aunque sea lo de los demás, relativizando incluso el inmenso daño que le hacemos al planeta. 

El imperio como cultura generaliza y genera también polución espiritual, el aire que respira el espíritu sofoca, asfixia, envenena.

Pero todo esto nos lo ofrecen (nos lo imponen) como lo mejor que ha producido la historia.

Se crea así, una masa de individuos (no sujetos) incapaces de pensar y opinar por sí mismos; una masa abstraída y mediada por el total analfabetismo político y humano.

Todas estas realidades generan unos excesos de sumisión del pueblo y el servilismo de los poderes locales.

Así, se va configurando el destino vida y muerte, humanización o deshumanización de países enteros.  (Sobrino, J. 2005)

Jesús, por tanto, se opone a éste imperialismo, a éstas formas de dominación, a toda ley que denigre al ser humano, re-significa lo humano y lo divino, lucha decididamente contra toda forma de opresión. (Sobrino, J. 2005)

Este sometimiento al modo de ser y de comportarse, es radicalmente antievangélico y por ello el cristiano debe combatirlo desde “el modo de ser de Jesús”, respetar, integrando la diferencia, defender la fraternidad, la solidaridad, el cuidado de si y de los demás teniendo como centro la lucha constante por mejores condiciones de vida para todos, el respeto por el medio ambiente, el ejercicio constante y serio de la reflexión crítica en comunidad, alimentando así; La acción liberadora.

Del modo de ser y vivir de Jesús, se puede resaltar; su transparencia, su voluntad de verdad, su juicio sobre la situación de las mayorías oprimidas y de las minorías opresoras, ser voz de los sin voz y voz contra los que tienen demasiada voz, su reacción hacia esa realidad como defensor de los débiles denunciando y desenmascarando a los opresores, tomando una opción preferencial por el “pobre” y “pequeño”, también por la víctima en tanto, él también lo es.

De él se puede además resaltar que quería el fin de las desventuras de los pobres y la felicidad de sus seguidores, de ahí  sus bienaventuranzas. Acogía a pecadores y marginados, se sentaba a la mesa y celebraba con ellos, se alegraba que Dios se revelara a ellos, su horizonte era utópico el cual abarcaba a toda la sociedad, al mundo y a la historia. (La fe en Jesucristo). (Sobrino, J. 2005)

El reino de Dios se manifiesta como civilización de la pobreza, por ende, la máxima autoridad en el planeta será la autoridad de los que sufren, la identidad en el dolor, en la exclusión, en el empobrecimiento producto de unas relaciones de sometimiento, identidad en lo plural, diversas formas de ser, sentir y vivir en contra de la civilización de la riqueza que ni ha dado vida ni ha humanizado.

Los cristianos debiéramos ser, visceralmente, si se quiere, anti-imperio.

Los cristianos no deben rehuir ni al desarrollo de teorías antiimperialistas, ni a la creación de fuerzas sociales y políticas que se le opongan o que lo minen poco a poco, ni siquiera eludir la participación en revoluciones justas, como ha ocurrido a lo largo de la historia. Mientras dure el imperio, difícil será anunciar la buena nueva de Jesús, diálogo y fraternización; en América Latina han sido miles los amigos de los pobres y de Dios, no del imperio ni del César.

... Lo débil, lo pequeño, la victimas etc., es lo que está en el centro del dinamismo de la liberación. Ellos son sus portadores, no sólo sus beneficiarios. La utopía responde a su esperanza, no a la de los poderosos.

Todo cristiano está llamado a hacer la Revolución

Desde el tiempo de Jesús, así como en el posterior a su muerte, sus seguidores fueron sometidos y perseguidos, a pesar de ello jamás decayeron en su lucha por sus ideas; La libertad, la justicia, la verdad, la dignidad. Lucharon incansablemente contra toda forma de opresión.  Hoy, el pueblo que se revela y busca su libertad, es sometido de igual forma a la persecución, la muerte, al desplazamiento forzado, a las masacres y a toda forma de represión física, moral, espiritual y cultural. Por ende, es una total contradicción llamarse cristiano o del pueblo de Dios, y asumir una vida conforme con el statu quo, con la injusticia, con la dominación, con la opresión del imperio.

El cristianismo por principio fundamental, debe oponerse contra éstos sistemas de dominación y muerte contra pueblos, culturas y contra la vida integral del planeta.  También es un deber reencontrarnos con nuestra historia, identificarnos, desmitificar, develar la versión de “nuestra” historia construida sólo desde la mirada unidimensional de los vencedores, dominadores y colonizadores. Debemos descolonizar nuestras mentes.

El imperio nos oprime y le facilitamos todo, gracias a la ausencia de conciencia entre los individuos oprimidos, por ello se hace clave y fundamental apropiarse en ésta tarea transformadora, de los espacios educativos, culturales, comunicacionales que permitan referenciar constantemente la otra historia, otros referentes que generen identidad, recuperen nuestras raíces, nos permitan identificar el dónde estamos y del hacia dónde caminamos “una alternativa de construcción”, y con ello, construir sujetos libres capaces de transformar su realidad.

Camilo Torres, y multiples autores y autoras, nos hablan sobre las comunidades eclesiales de base y un sin número de ejemplos en la construcción de comunidades de vida, prácticas territoriales organizadas en el poder popular, con el control de los medios y los modos de producción y socialización, desarrolladas por pueblos con identidad, sociedades con equidad y en armonía con la naturaleza.

Toda comunidad cristiana y popular debe atreverse a consolidar experiencias concretas y reales, que pongan en evidencia y que sirvan de ejemplo de otro mundo posible.

Construir poder popular y desde él, gracias a la reflexión y la acción responsable y liberadora consolidando apuestas de sde comunidades y organizaciones en las que se construyan otras formas, otros modos de relacionarnos como humanos, como pueblos, con la naturaleza, lo que incluye estimar otros mercados, otros modos de producción, otro modelo de comunicación, de gobierno, un cambio radical y estructural de todo nuestro modelo de vida.

Eso es y serán las autonomías, el llamado poder popular, formas orgaizativas de por si contra-hegemónico y antimperio.

Es un deber cristiano y humano, rebelarnos contra la opresión y buscar la liberación personal, de nuestra comundiad de base, de nuestro pueblo, lo que implica una reflexion-acción permanente, construir sentidos en colectivo, se trata de tejer, un ejercicio de vida, que exije la vida misma.

 

Referencias Bibliográficas

Corbí, M. (1996). Religión sin religión. España: Koinonia.

Sobrino, J. (2005). Koinonia. Recuperado el 4 de abril de 2012, de Espiritualidad del Antimperilismo: http://www.servicioskoinonia.org/relat/349.htm

Spong, J. S. (2005). Jesús, hijo de mujer. España: Martinez Roca.

Tomado de: Texto publicado en la web Kavilando, el Sábado, 07 Abril 2012. http://www.kavilando.org/index.php/editorial/1998-semana-santa-semana-santa-semana-antiimperialista-por-excelencia

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