Por: Erick Pernett G. [i]
Se confirma la previsión de Marx sobre la tendencia del capitalismo a la centralización y apropiación global del capital en pocas manos, donde actualmente el 1% de los grandes capitalistas, monopolizan una riqueza superior a la del 82%, grandes multinacionales esclavizando a sus trabajadores en Asia, África, América Latina (..) generando con ello, una situación insostenible para la supervivencia del propio capital.
Transcurrido más de un año después de la publicación de mi libro, “150 años de El Capital de Karl Marx. Corrección a las ediciones del Fondo de Cultura Económica”[ii] a fines de 2017, adquieren especial importancia y vigencia, las tendencias analizadas en su Colofón al cierre de la obra, que articulan el conjunto de acontecimientos aparentemente aislados e inconexos que se desarrollan en diferentes regiones y países, como manifestación de una crisis sistémica que amenaza la vida del planeta.
Partiendo de la lógica general del análisis de Marx en El capital, y de las leyes de la acumulación capitalista (Tomo I) y la caída tendencial de su tasa de ganancia o beneficio (tomo III), descubiertas por él, concluíamos -en el citado Colofón-, que de no producirse una nueva expansión global del ciclo de acumulación del capital que incrementara su tasa de ganancia y rentabilidad, reducida desde la Gran Recesión 2008-2009 -lo cual parecía muy improbable-, tenderían a internacionalizarse las políticas proteccionistas lideradas por el presidente Donald Trump, como representante de intereses estratégicos del capital Norteamericano, respondiendo con aranceles y sanciones a la crisis general del capitalismo que amenaza Estados Unidos (EE.UU.) y arrastra la economía mundial a una guerra comercial generalizada, que de rebote profundizaría la crisis económica global, agravando los conflictos inter-capitalistas y las confrontaciones geopolíticas y militares.
Desde esta perspectiva, no es la guerra comercial la que explicaría la profundización de la crisis -tal como aparece a primera vista en la epidermis del capital-, sino que por el contrario, es el ciclo de contracción estructural del capital y la depresión financiera en ciernes, la causa que origina dicha guerra; qué a su vez, y como resultado de la crisis, profundiza la contracción y acelera la depresión, induciendo un círculo vicioso de efectos-causas, que retroalimenta la misma crisis.
En efecto, la evolución de estos acontecimientos en 2018-2019, tiende a confirmar estas previsiones, al evidenciar el agravamiento de la guerra geopolitica y comercial desatada por EE.UU. contra China y otros países, intentando revertir su abultado déficit comercial y su retraso tecnológico frente a Pekín.
El empeoramiento de la situación en Europa, arrastrada a esta guerra, agravada por la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (Brexit), la inminente recesión en Alemania, el déficit presupuestal de Italia (130% del PIB), la invasión de refugiados provenientes de África y Medio Oriente, el auge de movimientos neofacistas y xenófobos.
La recesión imperante en importantes economías emergentes de América Latina, Asia y Africa, que debilitan aún más el frágil crecimiento económico mundial, sostenido por estas economías. Las crecientes oleadas de migrantes en Latinoamérica, procedentes de Venezuela hacia Suramérica y de Centroamérica hacia EE.UU., expulsados de sus países, por el hambre, el desempleo, la criminalidad, como una muestra patética de los más de 71 millones de refugiados que deambulan por el mundo sin futuro, (Acnur, 2019).
El ascenso de gobiernos nacionalistas, xenofóbicos, fascistas, que como el de Jair Bolsonaro en Brasil, se fortalecen a nivel mundial, alimentados por un trasfondo de corrupción desbordada, crisis institucional, desgobierno y frustración ciudadana, a la sombra del desempleo, la pobreza y la criminalidad sin fronteras.
El agravamiento de los conflictos geopolíticos en Medio Oriente, el Pacífico asiático, Centroamérica y el Caribe, atizados por las provocaciones y sanciones de Trump, contra Irán, Siria, Rusia, China, Corea del Norte, Venezuela, Cuba, México, focalizadas en la amenaza de guerra contra Teherán en el Golfo Pérsico y Caracas en el Caribe; en su retiro de estratégicos tratados internacionales, como el INF con Rusia sobre misiles de corto y medio alcance, que propicia una nueva carrera armamentista; y del Acuerdo de Paris sobre el Cambio Climático, que acelera la crisis ecológica global.
El surgimiento de otros focos de tensión geopolítica, como el de India-Pakistán, dotados de armas nucleares y enfrenados por el territorio de Cachemira; o de protesta ciudadana como el de Hong Kong contra China; o como el de un posible Brexit sin acuerdo en la Unión Europea (UE).
Todo ello, en un escenario de relentización del crecimiento mundial en 2019, proyectado a la baja en junio por el Banco Mundial (BM) al 2.6%, nivel más bajo desde la Gran Recesión hace una década y sostenido por las mencionadas economías emergentes y en desarrollo, con un crecimiento también descendente, proyectado entonces al 4.0%, y que lideradas por China, pierde impulso al desacelerarse su economía a 6,2% en el segundo trimestre de este año, su ritmo más débil en 27 años.
Escenario caracterizado por el decrecimiento de los países más industrializados, entre los que según Informe de la OCDE (agosto, 2019), Europa lleva la peor parte, con un débil crecimiento interanual de la UE de 1,3% en el segundo trimestre de 2019, y de 1,1% en la Eurozona, los peores porcentajes desde finales de 2013, cuando aún arrastraba las consecuencias de su mayor crisis desde la Segunda Guerra Mundial. Según el Informe, el crecimiento del PIB de los 36 países que componen este organismo, sólo alcanzó 0.5% en dicho trimestre, porcentaje más bajo en tres años; Alemania y Reino Unido (las dos economías más importantes) decrecieron en el segundo trimestre (-0.1 y -0.2% respectivamente) al borde de la recesión; Japón, decrece del 0,7% al 0,4%; y EE.UU. del 0,8% al 0,5%, incapaz de mantener a largo plazo el estímulo de la especulación financiera y las políticas proteccionistas de Trump, que en medio de un tablero de crisis y contracción generalizado, con fuerte volatilidad en los mercados y las bolsas, y un mercado de deuda más desproporcionado que en crisis anteriores. también aboca la economía norteamericana a una inminente recesión, la cual anuncia el final de un ciclo de crecimiento promedio de 2.3% anual desde la crisis de 2008-2009,
Como corolario, este escenario confirma la previsión de Marx sobre la tendencia del capitalismo a la centralización y apropiación global del capital en pocas manos, donde actualmente el 1% de los grandes capitalistas, monopolizan una riqueza superior a la del 82% de la población mundial y 8 ultra-capitalistas poseen la misma riqueza que 3.600 millones de personas, la mitad más pobre de la humanidad (Oxfan, 2018), que marginalizada y esclavizada por las grandes multinacionales, trabaja con salarios de hambre y jornadas extenuantes, en sus explotaciones de Asia, África, América Latina, y en los propios países industrializados, generando con ello, una situación insostenible para la supervivencia del propio capital.
El desarrollo actual de esta tendencia a la centralización del capital expuesta por Marx, devela que tras el caos existente en la ebullición aparentemente inconexa de estos acontecimientos caóticos que afloran en la superficie del sistema, se esconde un proceso de ajuste y redistribución de la propiedad global del capital transnacional en manos de un puñado de ultra-capitalistas, enfrentados en una lucha irreconciliable por contener la caída de la tasa de ganancia del capital y redistribuir sus pérdidas.
Lo cual conlleva una recomposición y reordenamiento geoeconómico y geopolítico por la centralización del poder mundial, orientado a monopolizar aún más la apropiación de esa ganancia descendente, en favor de unos pocos grandes capitalistas; desplazando las pérdidas hacia los capitales menos consolidados, eliminándolos de la competencia hasta su bancarrota, para asegurar así la supervivencia de los más grandes y con ellos, del sistema capitalista en su conjunto.
Ello origina la confrontación estructural de intereses entre fracciones regionales del capital transnacional, transgrediendo acuerdos, normas y organismos internacionales existentes, como la Organización Mundial del Comercio (OMC) y anteponiendo la ley del más fuerte a la lógica del mercado. Confrontación liderada por la guerra tecnológica y comercial de aranceles y boicot, declarada por Trump e importantes empresas tecnológicas estadounidenses, como Google-Alphabet, Intel, Qualcom, Xilinx Inc, Broadcom, contra compañías chinas como Huawei y sus redes 5-G, acusadas de espionaje; y respondida por China con más represalias, aranceles, devaluaciones del yuán, amenazando suspender a EE.UU, la compra de productos agrícolas y el suministro de las llamadas “tierras raras” -elementos químicos indispensables para las empresas norteamericanas de alta tecnología-, de las que China posee las mayores reservas mundiales, convertida en su mayor exportador.
Confrontación que marca un hito en esta lucha de titanes por el control del mercado mundial y el reparto de las ganancias, impulsada por la revolución tecnológica y sus efectos sobre la producción de plusvalía y la reproducción del proceso de acumulación del capital. Lo que acentúa el riesgo de que los conflictos comerciales y tecnológicos, entre las grandes potencias capitalistas encabezadas por Washington y Pekín, que involucran a Moscú, Tokio, la Unión Europea y sus aliados regionales, deriven en un conflicto militar a escala mundial.
“ Mientras las cosas van bien (...) - anotaba Marx -, la concurrencia actúa como una hermandad práctica de la clase capitalista (...) Pero cuando ya no se trata precisamente del reparto de las ganancias sino de las pérdidas, cada cual procura reducir en la medida de lo posible la parte alícuota que en ellas le corresponde, para hacer cargar con ellas a los demás (...) ¿Qué parte de ellas tiene que soportar cada capitalista? Esto lo decide la fuerza y la astucia; al llegar aquí, la concurrencia se convierte en una lucha entre hermanos enemigos (...)”. Marx, K., El capital, FCE, tomo III, 2ª ed., p. 251.
La coincidencia entre los devastadores incendios ocurridos en la Amazonía y los irreconciliables intereses que chocaron en la pasada cumbre del G-7 en Francia a fines de agosto, muestra el alcance de la crisis y las contradicciones y afinidades en que está sumido el capital, que obligado a provocar la destrucción de la selva amazónica para legitimar su intervención, simultáneamente manipula la gran prensa, los medios de comunicación y redes sociales, para movilizar la sensibilidad internacional en defensa del planeta y ofrecer la precaria “ayuda” de $20 millones de dólares para salvarlo; mientras subrepticiamente negocia, vía Emmanuel Macrón-Donald Trump a la sombra de Bolsonaro, quien rechaza esta “ayuda” del G-7, abriendo paso al liderazgo de Trump hacia la privatización de la selva, para convertirla en mercancía y subastarla en el mercado al mejor postor.
La debacle de la globalización neoliberal y la Gran Recesión 2008-2009, sepultaron el mito –ya denunciado por Marx-, de buscar en la disyuntiva entre “el estado” o “el mercado”, la panacea para resolver las crisis del capital. El actual endeudamiento de los estados y la bancarrota de los mercados, llevaron a una sin salida, que conduce a la inevitable transformación estructural del sistema capitalista, es decir, a una revolución social de alcance internacional, también anticipada por Marx.
Notas.
[i] Profesor Titular Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia. Ph.D en Sociología.
[ii] Pernett, Erick. 150 años de El Capital de Karl Marx. Corrección a las ediciones del Fondo de Cultura Económica. Bogotá: Editora Literaria Mary Guerrero. 2017. 330 pág.