Los grupos armados se han ensañado con las comunidades del norte del Cauca. En esta ocasión su crueldad apunta contra las mujeres y niños indefensos.
En la cosmovisión indígena las mujeres somos dadoras de vida, nuestros vientres se asemejan a la Yaja o jigra que guarda y cuida de la semilla para que germine bien. Los niños son las semillas de vida que se cuidan y protegen para que crezcan fuertes y sabios. Sebastián el 18 de agosto cumpliría sus primeros 5 añitos de vida. Ya no podrá correr en libertad por su territorio, no sonreirá ni jugara con sus amiguitos, los enemigos de la vida callaron sus sonrisas, destruyeron sus cinco velitas antes de encenderlas. Ximena no podrá conocer a su bebé, no podrá abrazarlo, acariciarlo, ni cuidarlo. Quienes siembran la muerte le arrebataron este derecho. Orfilia y Ximena han sufrido los dolores de la guerra desde hace varios años. El compañero de Orfilia padre de Ximena fue asesinado hace algunos años, hoy Ximena pierde a sus hijos y Orfilia a sus nietos.
No bastan las exigencias, los reclamos, las propuestas de vida. Los grupos armados no quieren escuchar, se niegan a vivir en armonía. Los hechos de muerte lo demuestran. ¿Cómo creer en los discursos de mentira y engaño que desde uno y otro bando se mencionan?, cuando las estadísticas de daños a mujeres y a niños aumentan día tras día, cuando las familias lloran incansablemente recogiendo sus muertos. ¿Hasta cuándo se regará sobre Madre Tierra la sangre de sus hijos?