La Alianza del Pacífico Contra Buenaventura.

Linea Territorio y despojo

Por Luis Carlos Guerrero Ortega

La reciente Cumbre de la Alianza del Pacífico la debían haber hecho en Buenaventura, pero el gobierno la hizo en el puerto caribeño de Cartagena, ¿por qué esconden a éste, el principal puerto colombiano?

 

Buenaventura es el epicentro de la Alianza del Pacífico, por donde pasan 16 millones de toneladas de importaciones y exportaciones colombianas. Sin embargo un poblador manifiesta que “vemos correr el dinero para otro lado, aquí queda es lo que poco que sobra y esto se los embolsillan unos pocos”.

Con humor ácido, la gente dice que “la comida más saludable que se consume en el mundo, es la del puerto de Buenaventura porque toda está vacunada”. Crítica dirigida a los impuestos llamados “vacunas”, que las mafias paramilitares cobran por igual a pescadores y comerciantes grandes, medianos y pequeños.

foto: semana.com

Entre bahía Málaga y la bahía de Buenaventura hay una distancia de escasos 9 kilómetros, en la primera se encuentra la principal Base militar de la infantería de Marina de todo el Pacífico colombiano, tan estratégica que fue reforzada por la infantería de Marina de los Estados Unidos, hace dos décadas, en una operación que camuflaron como “humanitaria”, al presentarla como la construcción de una escuelita y un puesto de salud en las playas de Juanchaco.

Si el puerto de Buenaventura está tan militarizado, ¿por qué proliferan los escuadrones paramilitares? Y, ¿para qué van a servir los 1500 efectivos que el presidente Santos va a enviar?

Once ríos desembocan en las proximidades de Buenaventura, pero más de la mitad de sus habitantes no cuentan con servicio de agua potable. Problema que el gobierno no va a resolver solamente con más militarización.

Los objetivos violentos de la Alianza

El plan de gobierno de Santos, clasifica al país en Áreas de desarrollo territorial (ADT) y califica a Buenaventura como un polo, que dinamiza los flujos económicos de una gran región que incluye a Bogotá, el centro y occidente del país, que cuenta con una alta movilidad para las exportaciones hacia los países de la cuenca del Pacífico y para mover las importaciones hacia los principales centros urbanos del país.

Desde antes, el Pacífico colombiano se convirtió en un espacio altamente estratégico, que explica la disputa por esta región y por esto en sus ciudades y comunidades como Buenaventura, Tumaco, Quibdó y Juradó, es más intensa la violencia para desalojar territorios, para romper los tejidos comunitarios ancestrales, el escalamiento de los agro-negocios y la venta del territorio.

Es llamativo que los principales lugares constituidos en botaderos de cadáveres de las víctimas de los paramilitares en Buenaventura, sean las Comunas  de los territorios de Baja Mar, los barrios insulares y en toda la periferia de los once ríos. En estos lugares es donde proyectan construir los cinco principales mega proyectos, entre los que están el Terminal Delta del Río Dagua, el malecón Bahía de la Cruz y la Zona Franca Celpa.

Tanta miseria como en África

A pesar de recibir buenos ingresos, la ciudad de Buenaventura junto a los departamentos de Chocó y Sucre tiene los más altos índices de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI).

El nivel de pobreza y miseria de este puerto es tres veces más alto que en todo el Valle del Cauca, su población presenta las tasas más altas de analfabetismo y carencia de servicios de salud, los cuales empeoraron al ser privatizados los pocos que había. El desempleo está cerca del 60 por ciento.

Crisis social que el gobierno insiste en esconder, cuando presenta los problemas y soluciones para el puerto, como un asunto netamente represivo. “Buenaventura ha sido objeto de intervenciones en el pasado. Estamos en proceso de hacer una intervención de fondo en materia de orden público”, acaba de manifestar el presidente Santos.

¿Por qué las mujeres son la mayor parte de las víctimas?

“No tenemos que decir nada, uno cierra la tienda, se encierra en la casa a las ocho y recuerda siempre que no puede llegar tarde. Yo no puedo ver a nadie corriendo. Si lo veo, me tengo que meter de una a la primera casa”, dice una líder comunitaria de un barrio que solía ser tranquilo hasta hace dos años.

Por su parte, un comunicado de la Iglesia Católica señala que “desde noviembre de 2012 la Diócesis de Buenaventura le viene advirtiendo al presidente Juan Manuel Santos, que el miedo se ha inoculado en cada célula de la población, sin poder generar formas de sobrevivencia en medio de esta prolongada guerra”.

La mayoría de las víctimas que matan, pican y diseminan sus restos por las calles, son mujeres. Ellas sufren la mayor persecución y acoso, la prohibición de sus movimientos nocturnos, son las que padecen con más rigor el destierro y el encierro, y ahora, son las que son sometidas a más muertes y desmembramientos.

El genocidio persigue quebrar, fraccionar, volver añicos el tejido social ancestral y sus suportes sicológicos, que le dan sentido de pertenencia. Y sucede que en Buenaventura, como en muchas regiones del país, un punto de sustento fundamental de este tejido son las mujeres. Toda la región Pacífica está siendo sometida a una política que apunta a producir desbandada y destrucción golpeando las fortalezas del tejido comunitario.

El microtráfico dopa a la juventud

La propagación del micro tráfico de drogas, monopolizado por las bandas paramilitares, se ha enseñoreado de los barrios populares.

Con el micro tráfico apuntan a propiciar la descomposición social y la desorientación entre la población juvenil, quienes ante la situación de desempleo abundante, encuentra en el micro tráfico una posibilidad de tener algún ingreso para la sobre vivencia individual, pero quedan atrapados en el vicio, a la vez que extirpan las posibilidades de una lucha colectiva por la vida.

Todo se conjuga para crear lo que denuncia la Diócesis de Buenaventura, una atmósfera de zozobra permanente a punta de amenazas, de “vacunas” y de reclutamiento a los jóvenes. La crisis humanitaria que planeó el régimen ya está fabricada y en marcha.

Construcción colectiva de la esperanza

“Ya metimos un dedo, ya nos embarramos la mano. Como nadie tiene la valentía de decir solo, nos toca en manada. Y la verdad es que no aguantamos más”, dice un transportista.

Lo primero que se necesita es que se ponga en ejecución un plan que atienda la crisis humanitaria, valga decir, que haga efectiva la realización de la vida humana atendiendo mejor a la población para garantizar ingresos dignos, empleos de calidad, una efectiva reorientación de la juventud y la población adolecente, dejar de criminalizar a las mujeres y a todo el tejido social, elevar la calidad y nivel de vida.

El fortalecimiento del tejido social comunitario comienza por la restitución de las tierras robadas a sus dueños ancestrales, el retorno de la población desterrada, requiere de algo esencial, como es la participación de las organizaciones, movimientos sociales, comunidades y las fuerzas políticas y éticas de la vida y la esperanza. Cualquier plan de superación de la violencia que no active al tejido social es una imposición y las imposiciones fracasan.

Por encima de todo esto, se necesita que el Estado rompa el maridaje paramilitares-Fuerzas Armadas, pues es voz de todos y todas, que es este matrimonio el que tiene jodido a Buenaventura, al constituirse el punto de sustento fundamental de la mafia que está en el poder.

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