Hambre y estrategias de sobrevivencia en la ciudad de Medellín

Linea Territorio y despojo

Por: Yeny Alejandra Pino Franco. Kavilando

Los barrios La Cruz y La Honda, de la ciudad de Medellín (Colombia), están conformados por población, en su mayoría, desarraigada-desplazada de diferentes partes del departamento de Antioquia, con unas precarias condiciones económicas y un alto índice de desempleo y subempleo.

 

Imagen tomada de: Corporacion Estrato Cero (clik aquí)

En este contexto, las familias generan diferentes formas para sobrevivir y calmar el hambre, como pequeños préstamos, el rebusque, el menudeo, El Recorrido, etc. Estrategias que se exponen en el presente artículo, en el marco de una ciudad que se ha destacado, a nivel mundial, por sus “progresos” y su economía en crecimiento.

Durante año y medio se realizaron entrevistas y algunas conversaciones informales con las personas de La Honda y La Cruz, barrios periféricos de la ciudad; también se hicieron caminatas por el sector, un acompañamiento a sus organizaciones sociales, visitas y entrevistas en los lugares donde se realiza El Recorrido y, en varias ocasiones, se asistió durante varias de estas rutas para vivenciar la situación indignante en que se encuentran los niños, las mujeres y ancianos en su día a día. Medellín es la capital del departamento de Antioquia. La ciudad está ubicada en el noroccidente del país y es atravesada por el río Medellín.

Según información del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) cuenta con una población de 2.464.322 habitantes para el año 2015, siendo así la segunda ciudad más poblada de Colombia. La mayoría de su población es urbana, pero cuenta con cinco corregimientos de gran extensión donde también existe una conglomeración de personas dedicadas a la agricultura.

Es el segundo centro económico del país, destacado por su sector financiero, industrial, comercial y de servicios; por ser la sede de empresas nacionales e internacionales, principalmente en el sector textil, de confecciones, metalmecánico, eléctrico y electrónico, telecomunicaciones, automotriz, alimentos y salud.

Pese a estos datos, la ciudad tiene un porcentaje de pobreza que está en el 38,4 %, y de indigencia del 10,2 % según el informe realizado por la Misión para el Empalme de las series de Empleo, Pobreza y Desigualdad (MESEP), por encima del promedio nacional (Vallejo & Insuasty, 2012).

En las cifras oficiales se informa un problema de seguridad alimentaria en los barrios pobres, que se evidencia en la desnutrición crónica y las diversas enfermedades que presentan los niños y los ancianos.

Muchas familias de la ciudad padecen de hambre por la falta de empleo, lo cual tiene como consecuencia problemas tan delicados como la delincuencia, la violencia y la prostitución, entre otros; problemas cuyas raíces provienen de la inequidad social, la corrupción, el despojo de las parcelas de las familias campesinas por proyectos institucionales y del capital privado, y la sobreexplotación de una parte de la fuerza de trabajo en la ciudad, lo que deja al resto sin la posibilidad de un empleo.

La ciudad de Medellín es una de las mayores receptoras de población desplazada del país, entrando a engrosar los cordones de miseria y desempleados en la ciudad.

Esto ha llevado a que las familias deban buscar las maneras de subsistir bajo modalidades tanto lícitas como ilícitas, empleos informales o, como ellos lo nombran, “el rebusque”, y en otros casos recurrir a formas de mendicidad como El Recorrido, que sirve de complemento a lo conseguido con el rebusque o como único sustento para la familia.

El Recorrido es la forma en que las mujeres, niños y ancianos, en los barrios pobres, nombran a una de sus estrategias como actividad lícita. Este es un trayecto que hace un grupo de personas por los barrios, plazas de mercado o el centro de la ciudad durante unas horas, en diferentes días de la semana, con la finalidad de conseguir, regalada, la alimentación, la ropa, el dinero y los demás elementos necesarios para sobrevivir.

Durante el trayecto las familias piden en las tiendas, las carnicerías, las casas y panaderías. Y todo el tiempo se corre, se camina y se busca. Lo que reciben son elementos de segunda, que ya no son útiles para los dueños; y en el caso de los alimentos no son de buena calidad, incluso algunos se encuentran en estado de descomposición.

En nuestra sociedad encontramos que la subalimentación y la sobrevivencia se incrementa constantemente en una parte de la población, como la que se analizará; donde, paradójicamente, se hace alarde del notable aumento de las fuerzas productivas con una industria de alimentos con grandes volúmenes de exportación, en tanto que proliferan grandes grupos de personas con capacidad de trabajo sometidas a alimentarse de desechos.

En este contexto, la alimentación es solo un reflejo de un problema más general, la construcción de sociedad y economía.

Algunos teóricos se refieren a las causas del desequilibrio entre producción, distribución y el consumo de alimentos a factores del orden socioeconómico que limitan o definen sus variables. En el sistema capitalista las formas de producción generalizan la pobreza y, en particular, la subalimentación para el caso que nos ocupa, ya que por un lado se reduce la satisfacción de las necesidades del trabajador a partir de la disminución del salario y, por otro, se elimina constantemente de la producción una parte de la población, lo que los obliga a buscar lo necesario para sobrevivir por otros medios.

Carlos Marx plantea que cada tipo de sociedad tiene sus leyes sobre la población; en el sistema capitalista, por las mismas dinámicas y necesidades de este, se crea una población sobrante de la producción, que es la que le permite al sistema mantener una buena demanda de trabajo y así, por la competencia entre los obreros, poder manejar los salarios a sus intereses. Esta población es la que Marx señala como la superpoblación relativa.

Máximo Montanari sostiene que los cambios en la alimentación no son casualidades o contingencias de la vida; considera que son el producto de situaciones concretas que se dan en el orden socioeconómico o ambiental.

Esta afirmación la sustenta el autor al observar que, en la época denominada feudal, siglo xvi, en adelante, los cambios constantes en los hábitos alimenticios de los campesinos pobres se debían a imposiciones del sembrado de los nobles dueños de la tierra, cambios que se producían de acuerdo con las formas de la alimentación de estas clases nobles.

El estatus que daba la comida a su posición social era importante y muestra del poder. Las poblaciones pobres se dedicaban a otros cultivos producidos en mayor cantidad, en menor espacio y de menor calidad (Montanari, 1993).

Jack Goody, en Cocina, cuisine y clase: estudio de sociología comparada, relaciona el contexto socioeconómico con los modos alimentarios. Este considera que las diferencias internas y externas en los “modos de alimentación” o “sistemas nutricionales” están conectadas con las situaciones económicas, y estas, a su vez, con la estratificación social establecida. Las relaciones entre estratos, de las que depende la política, están vinculadas a los rasgos específicos del modo de producción.

Goody (1995) sostiene que las formas de la alimentación deben pensarse desde cinco características principales.

No obstante, este esquema general conserva su validez, y es preciso observar que en esta experiencia particular, en la ciudad de Medellín, la parte de limpieza, que corresponde a desecho, da inicio a un nuevo ciclo a partir de la reutilización, pues buena parte del producto obtenido en El Recorrido no es más que el desperdicio o sobrante que una parte de la sociedad, que aún tiene posibilidades de adquirir alimentos en los mercados, desecha, y la otra parte, sin acceso al mercado, reutiliza, convirtiéndolo en la única forma de satisfacer el hambre.

Este fenómeno nos obliga a vislumbrar matices en torno a lo que puede significar distribución, preparación, consumo y desecho, según la posición socioeconómica de cada grupo. De acuerdo con las anteriores consideraciones, se trata entonces de comprender por qué la peor parte en la producción y satisfacción de necesidades la lleva ahora el campesino, el trabajador y su familia; conocer las formas de sobrevivencia, algunas indignantes, de la superpoblación relativa en Medellín, y esto paralelo al “progreso” económico de la ciudad y la constante inversión de capital, público y privado, en la región.

LEER TEXTO COMPLETO, REVISTA RATIO JURIS, V12 N24. CLIK AQUÍ

Déjanos tus comentarios