Por: José Francisco Puello-Socarrás
No os alegréis con su derrota, porque, aunque el mundo se haya puesto en pie y haya detenido al bastardo, la puta que lo parió está en celo de nuevo”. Bertolt Brecht (refiriéndose a Hitler), 6 de mayo de 1945
Tal y como sucedió con la elección de Donald Trump en los Estados Unidos, la llegada de Jair Bolsonaro como nuevo presidente de Brasil volvió a activar los oráculos de los entusiastas. Diferentes análisis pretenden una vez más presentar la coyuntura como una realidad ex novo e inédita, archivando –ciertamente, desestimando peligrosamente– la reflexión histórica.
Frente a las predicciones del año pasado, hoy falseadas por los hechos del presente, sobre el “anti-neoliberalismo” de la administración Trump, el cual, además, según estas especulaciones, marcaría una supuesta nueva época des-globalizadora, distintos círculos intelectuales (incluyendo varios autoproclamados de izquierda) ahora salen al paso retomando otra ficción: el “regreso” del neoliberalismo. En ciertos casos, esta tragicomedia viene adosándose con varias hipótesis complementarias. Nancy Fraser ha indicado, a partir de la llegada de Trump, la disolución del neoliberalismo “progresista” (¡un oxímoron!) mientras que Chris tian Laval, hablando de Bolsonaro, sugiere su “momento hiperautoritario” (¿?).
La tesis general, en todo caso, eleva hoy como presupuesto de las reflexiones una especie de “contrataque” de la derecha neoliberal en América Latina y el Caribe que opera en esta lógica casi exclusivamente a través de los recientes mandatos presidenciales, materializando virtualmente el giro hacia la (ultra)derecha, posterior a una fantasiosa era post-neoliberal.
Esta idea viene (re)forzando a su vez la sensación de que en nuestra región el proyecto político neoliberal alguna vez estuvo en retirada. O al menos que, en algún momento, el neoliberalismo se habría puesto entre paréntesis. La causa eficiente de lo anterior – insisten sus defensores– tendría que ver con el influjo aparentemente transformador de los mal llamados “gobiernos progresistas”, mote que sin distinción (ni reflexión, habría que agregar) intenta imponer la confluencia entre experiencias políticas diversas como la Revolución Bolivariana en Venezuela o el Socialismo del Suma Qamaña en Bolivia vis-à-vis los “Capitalismos en serio” de Argentina, Brasil o Uruguay en los tiempos de las duplas Kirchner, Lula-Dilma y Vásquez-Mujica.
El neoliberalismo ha permanecido por casi medio siglo en celo. La coyuntura actual se explica menos por emergencias vírgenes aleatorias que por trayectorias económicas, políticas e históricas consolidadas. Por ello, y aunque se tenga conciencia sobre estos acontecimientos, parece ser una necesidad seguir insistiendo en la reconstrucción de los diagnósticos con el fin de superar este trance y recrear las alternativas políticas al capitalismo neoliberal.
El neoliberalismo que nunca se fue
Cuando hablamos de neoliberalismo resulta imposible desmarcar la referencia directa a América Latina y el Caribe.
El neoliberalismo es la fase actual, hoy vigente del capitalismo tardío. En este período se verifican con mayor fuerza e intensidades las dinámicas, lógicas y contradicciones históricas del sistema hegemónico: la explotación económica, la dominación política, la opresión social y, desde luego, la alienación ideológica.
La exacerbación de las contradicciones del capitalismo neoliberal como formación social resulta evidente. Día por día, los hechos se acumulan. Aportan pruebas irrefutables que confirman la progresiva pero paulatina crisis civilizacional que viene arrasando no sólo economías y gobiernos sino a la vida humana natural misma. Reflexiones teóricas y estadísticas empíricas, cada vez menos rebatibles, confirman el tránsito del capitalismo salvaje del siglo XX hacia el capitalismo cavernícola en el siglo XXI y, con ello, el triunfo del trabajo muerto sobre el vivo.
A pesar de constituirse como un proyecto económico político de carácter global, es en esta región periférica del sistema: América Latina y el Caribe, el lugar donde el neoliberalismo nace, crece, y recientemente…¡se renueva!
Como ha sido planteado –entre otros, por Perry Anderson–, el neoliberalismo nace tempranamente en 1973 (11 de septiembre) con el golpe de Estado perpetrado contra el primer gobierno socialista elegido electoralmente, el de Salvador Allende en Chile. El autoritarismo, no la democracia, es su núcleo ab origine e impronta.
Posteriormente, el neoliberalismo crece a través de la “exportación” de su proyecto político hacia lugares del capitalismo periférico, siendo acogido por las dictaduras cívico-militares de esa época en Argentina y Brasil, entre otros. Durante finales de la década de 1970 y principios de la década de 1980 se reproduce en las zonas claves del capitalismo central (Inglaterra en tiempos de Thatcher y los EE. UU. en la era Reagan).