Por: Crónica de Orlinda Palomilla
La Cámara de comercio de Toronto, en su propósito por apoderarse de yacimientos de oro en América Latina, financia la creación de empresas, a partir de Títulos mineros conseguidos en cada país, acudiendo a medios no santos, como el soborno de burócratas y políticos. Una investigación detallada sobre esta moderna piratería arroja una larga la lista de empresas canadienses, que llegaron a Colombia para aplicar esta modalidad rapaz, entre ellas la Braeval Mining Co.
La Unidad de Inteligencia Estratégica del Ejército de Liberación Nacional detectó en las entidades estatales de regulación minera, la compraventa de Títulos mineros, propiedad de las comunidades de mineros tradicionales, lograda con la creación de Sociedades Anónimas Simplificadas (SAS), constituidas por líderes corruptos, desde donde se posicionan para vender Títulos a las multinacionales mineras.
Ante este despojo, la dirección del Frente de guerra Darío Ramírez Castro orientó vigilar las operaciones de exploración, que hacen las empresa extranjeras y en particular la que haría la empresa norteamericana en territorio de Norosí, con la finalidad de impedirlas y realizar la denuncia pública del saqueo del oro en la Serranía de San Lucas.
Al llegar un helicóptero a la mina de Casa de Barro, mandaron a un destacamento guerrillero a investigar la procedencia y propósito del personal que trajo la aeronave. Néstor, el responsable, planeó llegar a la mina a las 5 de la madrugada para sorprenderlos durmiendo y cuál no sería su sorpresa cuando se encontró en el registro de las habitaciones a 3 colombianos, 2 peruanos y a un canadiense, que habían llegado la tarde anterior. Néstor conocía bien ese territorio, sabía del poyo de la población y se sentía seguro para recorrerlo en compañía de los extranjeros, por lo que sin pensarlo dos veces, organizó la marcha llevando a los seis retenidos, acción que sólo pudo reportar por radio a Milton, su mando, en horas de la tarde de ese 18 de enero de 2013.
La inteligencia triunfa
Los primeros 13 días de marcha con los retenidos fue la más dura, había momentos cuando encima de los guerrilleros volaban 16 aeronaves al tiempo, dos de ellas, aviones radar de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, eran tantos los helicópteros que los ruidos de desembarco se ahogaban mutuamente y sólo se podía distinguir cada aparato cuando se les veía bajar o subir en los filos de enfrente de la guerrilla, por este motivo, un comando de exploración que Néstor envió, chocó con el enemigo, al no escuchar el desembarco hecho adelante de ellos. La tropa en tierra saturaba los puntos principales, la marcha debía avanzar con cuidado, teniendo patrullas debajo en las cañadas, encima en los filos y copando toda el área. Lo más duro fue la escasez de alimentos, cada tres días se hacía una sopa con arroz y granos, y en el resto del tiempo tomaban refrescos con sabores artificiales y caldos hechos con sabores de gallina. Néstor compara este operativo con el de 1999 y por eso dice que “este operativo fue peor que el del Fokker, porque por lo menos esa vez había cosecha de mangos”.
Para salir de este acoso, Néstor mandó llamar a un minero y le puso otra cita hacia la parte baja del territorio, información que se volvió de conocimiento público, lo que motivó la concentración por allí de casi todas las patrullas, que mantenían un estrecho cerco sobre la guerrilla, con esta maniobra, Néstor rompió el cerco y se colocaron en la parte alta de la Serranía. Otra maniobra que también le permitió engañar a las patrullas, consistió en dividir la marcha y darle la misión a la parte que no tenía a los retenidos, que se dejara ver, con lo que despejó parte del terreno que debía cruzar; también otros comandos de refuerzo y distracción se emplearon para dispersar el esfuerzo principal del operativo enemigo.
El plan de avance fue incierto y se iba tomando una u otra ruta de acuerdo a la facilidad que permitiera, por lo que Néstor mandó colocar provisiones en cinco direcciones diferentes, para tener igual número de vías de movimiento. Un día que iban a recibir provisiones, por el desespero de llegar a tiempo, Yamile se accidentó y hubo que transportarla en hamaca, hasta que se recuperó, lo que trajo un retraso de dos días en la marcha.
Se encontraron a principios de febrero con Milton y el resto de la guerrilla quienes le recibieron al canadiense, Néstor quedó con el resto de retenidos para liberarlos, lo que logró hacer el 14 de febrero; al quedar libre de la responsabilidad de custodia, avanzó en dirección a Brisas, Santa Rosa, por donde cada vez que las patrullas lo detectaban, intentaron cercarlo, maniobras que distrajeron a las fuerzas del gobierno y permitieron sacar al canadiense, de la zona minera de San Pedro Frío. Los extranjeros al verse en medio de tanta militarización, llegaron a pensar que la guerrilla para salir del cerco les iba a quitar la vida y se sorprendieron al ver que esto no ocurrió.
Las Fuerzas Armadas del gobierno desplegaron toda su capacidad, con un cubrimiento territorial completo, con toda la logística y la tecnología de que disponen, contaron con la asesoría directa de militares de los Estados Unidos, pero fueron impotentes para lograr su objetivo de rescatar a sangre y fuego a los retenidos.
La iniciativa no es menor
La guerrilla que retuvo a los extranjeros en Casa de barro, estaba conformada mayoritariamente por jóvenes combatientes, limitación que Néstor trató de resolver dándoles moral, explicándoles la dureza de la lucha, la importancia de resistir para salir adelante y negarle éxitos al enemigo, quien mantenía un estrecho cerco con patrullas que saturaban el territorio del Sector minero de San Pedro Frío. Esta motivación dio gran resultado porque los muchachos y muchachas más jóvenes resistieron esta prueba, mientras que algunos veteranos flaquearon. El primer día luego del único choque que hubo con las patrullas enemigas, quedó desperdigada Nina, quien al verse sola, escondió el morral y el arma, se colocó ropa civil y salió a una finca, en donde la detuvo una patrulla del ejército del gobierno, ella en el interrogatorio les explicó que era una civil y gracias a la presencia de varias personas del vecindario, los soldados tuvieron que dejarla libre.
No todo norteamericano es un gringo
Jernoc Wobert, el geólogo canadiense al servicio de una empresa dedicada a explotar oro, les protestó a los guerrilleros que lo retuvieron, porque lo llamaban gringo. Les explicó que el uniforme de los soldados de Estados Unidos que invadieron a México era verde, que en lengua inglesa se dice “grin” y la palabra “go” significa váyanse, por esto cuando los mexicanos gritaban grin-go a los invasores, les estaban diciendo ¡fuera estadounidenses!... quería decir que los canadienses son norteamericanos, pero no son gringos. De ahí en adelante llamaron Manuel, a este norteamericano de 48 años, que calza 44, tiene un metro 85 de estatura, buen estado físico y gran capacidad de adaptación, a quien le gustaba que nadie hiciera por él, esfuerzos que bien podía hacer. Al momento de ser retenido apenas decía una que otra palabra en español y al ser liberado ya se comunicaba perfectamente con quienes le custodiaban, usando un dialecto Caribe, en el que toda frase comienza por la palabra ¡mierda!
Al ser liberado ya no requería de la medicina que tomaba contra el colesterol, debido a la comida natural que consume la guerrilla y al buen régimen de ejercicio físico que mantuvo, que le rebajó 35 kilos de peso, de los 110 que tenía en el momento de su retención, adelgazamiento celebrado por los periodistas, cuando titularon “Para la lipo elena… no hay Santos que valga”.
Los cambios sufridos por Manuel durante su estadía con la guerrilla también fueron de sentimientos e ideas. Elevó su valoración sobre la mujer, producto de la soledad y de observar la costumbres de igualdad entre hombres y mujeres en la guerrilla, a un grado tal, que Manuel criticó a varias guerrilleras, quienes en vez de aprovechar esta oportunidad, la desperdician yendo al extremo de caer en un feminismo que coloca a los hombres a hacer esfuerzos por ellas. Manuel en sus múltiples viajes por el mundo practica la caza y la pesca, pero en este tiempo con la guerrilla aprendió la racionalidad de estas artes, para valorar y preservar a las especies vivas. En una ocasión los guerrilleros le pidieron su opinión, antes de matar a un mico, a lo que respondió con un no, para “evitar tenerse que comerse a un tío”.
La prolongada convivencia entre el comando y el canadiense, convirtió a este en un referente para los guerrilleros, jóvenes en su gran mayoría, quienes le valoran su buen sentido para administrar recursos, su solidaridad y su responsabilidad con las medidas de seguridad para evitar el enfrentamiento militar. Por indisciplina, una tríada del comando encargado de la custodia, un día hicieron varios tiros de fusil, que llevó a Manuel a protestarles con energía, gritándoles, “¡HP, si no valoran sus vidas, no jueguen con la mía!”.
Varios tipos de comandantes
Manuel clasifica en varias categorías a los mandos y comandos que lo custodiaron durante los 202 días que estuvo retenido por la guerrilla. A Néstor le reconoce su capacidad táctica, para moverse a doscientos metros de las patrullas enemigas, con tanta astucia como para siempre hallar un rendija por donde avanzar, sin chocar con los soldados del gobierno.
A Rangel, el encargado de cambiarlo de una retaguardia a otra le valora su habilidad estratégica, pues siempre tenía información actualizada de la ubicación del enemigo, nunca los dejó acercar y siempre los esquivó, eligiendo rutas seguras a tiempo, así hayan sido las más arduas.
A los responsables de su custodia en los meses en que vivieron tranquilos sin la zozobra de tener patrullas cerca, que fue la mayor parte del tiempo, les reconoce las buenas condiciones de alimentación y medicamentos garantizados, y la entrega de cartas, fotos y regalos enviados por su familia, que elevaron su estado de ánimo y le dieron confianza en su pronta liberación.
De Orlando, el último que respondió por él, decía que su plan de marcha siempre hacía descansos al lado de las sementeras, ordeñaderos, gallineros y de los árboles frutales.
El debate entre la guerrilla y Manuel sobre el motivo de su retención concluyó, en que había sido una protesta por el despojo de recursos naturales, como el oro, a la gente del sur de Bolívar; cuyo logro principal fue la devolución de los Títulos mineros a las comunidades dueñas de ellos.
La capacidad demostrada por la guerrilla en esta acción, la compara Manuel con las habilidades de la tribu Bosquimana del desierto de Kalahari, no superada por otras, y por esto tratan de exterminarla.
La vida es lo primero
Desde la primera semana de retención del canadiense, la Dirección Nacional dio instrucciones precisas a los mandos del Frente de guerra Darío Ramírez Castro para enfrentar un ataque de las fuerzas militares del gobierno, que intentaban lograr un rescate militar. “En caso de chocar con el enemigo deben preservar la fuerza propia y la vida del retenido, y si no tienen condiciones para replegarse con el canadiense, deben dejarlo en el lugar”. Estas órdenes se las dio a conocer a Manuel, el mando encargado de su custodia, lo que ganó su voluntad para enfrentar con ánimo los problemas derivados de una penosa marcha y los largos días de vida en la selva.
En medio de una completa saturación militar enemiga de los caseríos del Sector minero de los municipios de Norosí, Arenal y Morales, el 14 de febrero se dejaron en libertad a los 2 peruanos y a los 3 colombianos que fueron retenidos junto con el canadiense, gracias al Protocolo pactado con el gobierno, con la facilitación del Comité Internacional de la Cruz Roja, hecho que alegró a Manuel y que a la vez lo entristeció, por no tener certidumbre sobre cuándo iba a ser su liberación.
Se le vio llorar la primera vez, al llegar al campamento de retaguardia, por fuera del cerco militar del gobierno, cuando por curiosidad levantó el plástico que cubría media tonelada de víveres, que le hicieron ver que su liberación no iba a ser pronto. En otra ocasión Manuel estaba escuchando el boletín de noticias de una emisora de radio, en donde decían que “la guerrilla busca una solución negociada para la retención del canadiense”, pero como pasaron los días y la liberación no se produjo se entristeció tanto, que otra vez se le escaparon unas lágrimas; más adelante cuando ya hablaba mejor el español, les contó a los guerrilleros, que él había entendido que iba a ser liberado en esos días. Las últimas lágrimas que se le conocieron a Manuel, las soltó al despedirse de los guerrilleros que lo custodiaron durante más de 7 meses, momentos antes de subirse al helicóptero que lo devolvió a la libertad a las 2 de la tarde, del martes 27 de agosto.
Una hamaca en Toronto
El día de su liberación, Manuel tuvo que aguantar las ganas de correr hacia el helicóptero de la Cruz Roja Internacional, cuando este tocó tierra a las 11 de la mañana, en frente de la caseta comunal de la vereda la Tigra, en Remedios, departamento de Antioquia. Los guerrilleros se organizaron en cinco grupos, dos para cuidar los accesos por tierra y agua que llegan desde Barrancabermeja y Puerto Berrío, otro para esperar en las cercanías con el canadiense y otros dos para atender al organismo humanitario y a los garantes de la liberación, el arzobispo de Cali Monseñor Darío Monsalve y el superior de los Jesuitas de Colombia el padre Francisco De Roux, cuando éste descendió del helicóptero, midió la distancia entre este sitio y Casa de Barro, en donde había sido retenido Manuel, “hay 150 kilómetros en línea recta” dijo, lo que significa atravesar de norte a sur, la serranía de San Lucas.
Para Manuel fueron muy duras las dos horas de espera, hasta que lo invitaron a almorzar, junto a los garantes, los pilotos y Diego, el comandante guerrillero encargado del acto de liberación. Él durante su retención volvió a fumar para sobrellevar el cautiverio, pero en esta espera fumó más que en muchos días juntos y antes de partir prometió volver a dejar los cigarrillos cuando estuviera libre. Es posible que sus nuevos gustos por el café, los fríjoles y los cocos trate de mantenerlos, así en Canadá no se den estos frutos del trópico. De sus pertenencias personales quiso llevar consigo a su casa de Toronto, la hamaca guerrillera, que tendida en el patio servirá para explicarle a su tres hijos, la modalidad más común de dormir en las zonas montañosas de la cálida Colombia.
Mientras esperaban la salida del vuelo, Diego entregó a los garantes un saludo en video, enviado por Nicolás Rodríguez Bautista, primer comandante del Ejército de Liberación Nacional, donde dice, “Esperamos que este esfuerzo, contribuya a un sano intercambio y aporte por la paz de Colombia. Queremos resaltar en nuestro mensaje, que este desenlace exitoso demuestra, que son posibles las soluciones negociadas de los conflictos, aun existiendo intereses contrapuestos. Así mismo, vemos muy importante precisar que el Ejército de Liberación Nacional tiene claro, que para la vida del país, es necesaria la participación extranjera, siempre y cuando esté fundamentada en acuerdos de mutuo beneficio, que no lesionen al interés nacional”.
En memoria de los caídos
La retención provisional del geólogo Wobert, presionó a los dueños de la empresa Braeval Mining Co a devolver los Títulos mineros a las comunidades del sur de Bolívar, lo que a su vez hizo realidad la liberación del retenido, en un acto pactado entre guerrilla y gobierno, intermediado por la Cruz Roja Internacional.
Por esta vía diplomática se pactaron los Protocolos que aseguraron la liberación de los 5 primeros retenidos en febrero y la del canadiense en agosto, pero no todo fue pacífico en estas liberaciones. Para acordar la primera liberación, la guerrilla adelantó los contactos con la Cruz Roja Internacional en Vijagual, municipio de Cáceres, departamento de Antioquia, en donde debió usar el teléfono veredal, lo que fue aprovechado por tropas del gobierno para emboscar a los voceros guerrilleros, provocando dos combates el 5 de febrero, en los que murieron Pablo, Toño y Yesica, jóvenes combatientes cuyos restos mortales fueron sepultados por sus familiares, en el cementerio del lugar.
Los interesados en el rescate militar de los retenidos, al no conseguirlo, intentaron sabotear la solución negociada, que al fin prosperó, motivo más que suficiente para rendir honor y gloria a la memoria de estos tres luchadores, que ofrendaron su vida por la defensa del territorio, las comunidades y la soberanía de nuestros recursos naturales.