Por: Colectivo FUN
El realizador danés Andreas Mol Dalsgaard en su documental The Human Scale, plantea las preguntas fundamentales sobre las megaciudades como prototipo de civilización urbana. Al estilo de Nueva York, todas son diseñadas para que los vehículos circulen rápido, dejando a la gente relegada a los últimos rincones del paisaje.
El documental muestra la megaciudad como una máquina para vivir, que moldea la vida de la gente; critica el desorden urbano que llegó con el modelo de ciudad modernista con sus autopistas, edificios y suburbios dormitorio.
El desafío está en superar la privatización de la vida del ciudadano, en hacer las urbes en función de la vida de la gente, no de los automóviles y en dejar de pensar las ciudades apenas como un medio de crecimiento económico, para que dejen de parir la desigualdad social.
Si hoy constituyen un vivo retrato de la crisis del sistema capitalista, las ciudades de las décadas siguientes serán los puntos de colapso del agrietado edificio levantado por esta forma de civilización, debido al gigantismo que padecen todas, comenzando por las latinoamericanas y colombianas.
Oscuro futuro
Según el Banco Mundial en el 2030 el 60 por ciento de la población se concentrará en las ciudades, así mismo, se estima en más de mil millones los pobres en el mundo, es decir, personas que perciben menos de un dólar diario de ingresos, de ellos 750 millones se concentran en áreas urbanas; y más de la mitad de la población mundial hoy percibe menos de 2 dólares diarios.
Según el programa Hábitat de la ONU, para 2022, América latina y el Caribe será la región más urbanizada del mundo. Se estima que casi el 80 por ciento de la población latinoamericana vive en ciudades, según la CEPAL, en informe de 2010.
Para 2050 el 68,7 por ciento de la población mundial será urbana y las ciudades del Tercer mundo albergarán el 65,9 por ciento de la población urbana mundial. Las proyecciones para Colombia en este año, serán de 54 millones de habitantes en el espacio urbano y 8,8 millones en el rural.
En 1951 Colombia tenía 39,5 por ciento de población urbana, para 2005 ésta representaba el 75 por ciento. En el Censo de 1938 la población urbana era menos de la mitad de los habitantes del país y en 1993 casi el 30 por ciento vivían en la zona rural. Fue en la década del 60 del siglo anterior, cuando se invirtió esta composición de la población. Bogotá, Medellín y el Área Metropolitana del Valle de Aburrá (AMVA), Cali y Barranquilla representan el 30 por ciento de la población nacional, producen la mitad del PIB y están asentadas allí las dos terceras partes de la industria.
La distinción de Colombia en Latinoamérica como un “país de ciudades” prevalece. Si en 1985 la población promedio de un municipio era de 28.115 habitantes; en 2010 era 44 por ciento más grande (40.560 habitantes); y en 2020 será, según proyecciones del DANE, 61 por ciento superior (45.376 habitantes). Además, mientras en 1985 únicamente tres ciudades (Cali, Medellín y Bogotá) conseguían superar el millón de habitantes; en 2010 ya había cuatro (más Barranquilla), y se espera que en 2020 sean cinco (más Cartagena).
La estadística más llamativa se relaciona con las ciudades intermedias (entre un millón y 500 mil habitantes) y pequeñas (entre 500 mil y 250 mil habitantes). En el primer caso, dos ciudades (Barranquilla y Cartagena) pertenecían a ese rango en 1985, y se prevé que sean nueve en 2020 (Bello, Soledad, Valledupar, Soacha, Santa Marta, Villavicencio, Cúcuta, Bucaramanga e Ibagué).
En el caso de las ciudades pequeñas, seis (Manizales, Pasto, Cúcuta, Pereira, Bucaramanga e Ibagué) cumplían con este criterio en 1985 y en 2020 serán trece: tres que permanecen: Manizales, Pasto y Pereira, y diez nuevas: Itagüí, Popayán, Montería, Neiva, Riohacha, Armenia, Floridablanca, Sincelejo, Buenaventura y Palmira).
Se consideran 17 metrópolis, cada una con al menos una población de 400 mil habitantes. En total, representan cerca del 60 por ciento de la población del país (26,7 millones de habitantes).
Si hay alternativa
El Derecho a la Ciudad es una fuerza vital de la lucha por hacer de los Bienes comunes, -desde el agua hasta los sentidos culturales, pasando por las viviendas y la producción misma-, que la ciudad crea y el capital arrebata a sus habitantes. Es el derecho colectivo a crear, recrear, apropiar y dar sentido a nuestra propia creación, llamada ciudad; que es el derecho de los habitantes al usufructo equitativo de la sustentabilidad, la democracia, la equidad y justicia social.
Un importante sector de ambientalistas piensa que el futuro para la civilización humana, hay que pensarlo como una sociedad agraria post capitalista.
En el vasto espacio encementado / en medio de todo el entramado de latas en movimiento / respirando aires extraños / recorro los caminos del asfalto.
Mis oídos perciben la ausencia del silencio.
Pero en medio de toda la maraña descubro al ser humano, veo al niño que con piruetas, trata de paliar el hambre.
Miro a la niña que ofreciendo un dulce sacude mi interior.
Capto al humilde vendedor que con baratijas trata de esquivar la angustia que le carcome.
O en el peatonal acurrucada la figura ataviada con colores con sus raíces perdidas.
Mis ojos me llevan a esos otros que con un casco amarillo arañan terroneras.
Veo pasar las caras nuevas que con asombro escrutan este horizonte.
De nuevo aparecen torres de hormigón adobe y aluminio dimensiones de vidrio y luz artificial.
Pero siento que el espacio que transito el que habito son sus gentes, sus gentes por siglos vilipendiadas.