Por Óscar Tulio Lizano.
Los dedos están cruzados para que por fin se firme el acuerdo final con las Farc. Algunos llaman a tan esperado momento “llegada de la paz”.

Con todo y ese optimismo, creo que es ingenuo pensar que ello representará también un acuerdo de paz con los ‘elenos’ —guerrilleros del ELN—. Muchos se preguntan cuál será su estrategia a seguir, después de 20 años de existencia y considerando su origen: un pequeño grupo de jóvenes burgueses que inspirados en la Revolución Cubana, se alzó en armas.
Primero. En algún momento los grupos guerrilleros estuvieron unidos en lo que se llamó, en 1987, la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar: las Farc, el ELN, el EPL, el M-19, el PRT y el Quintín Lame. Juntos coordinaron unos pocos ataques a poblaciones. Las Farc y el ELN, por ejemplo, intentaron tomarse un cuartel en la Bota Caucana, pero fue un fracaso que costó la vida de varios ‘elenos’. El pacto terminó en una dura confrontación armada entre ambas guerrillas. Tal era el conflicto, que finalmente llegaron a un acuerdo de parar las agresiones, pues estarían condenadas a desaparecer. También, en Apartadó, los desmovilizados del EPL fueron masacrados por las Farc; murieron 35 personas.
Esa guerrilla siempre pretendió someter militar y políticamente al resto de grupos armados, incluyendo al ELN. En la práctica, dentro del ELN no ven con buenos ojos los acuerdos de La Habana. Los ‘elenos’ critican la manera como los jefes de las Farc se le arrodillaron al gobierno de Santos.
Segundo. La fallida Revolución Bolivariana de Chávez y Maduro, en Venezuela, también tiene implicaciones. Esta suponía conservar el manto protector del gobierno venezolano para las guerrillas, pero con los problemas políticos del vecino país, se les complica allí la estadía. Hasta que puedan, seguirán usando el gobierno de Maduro para fortalecerse militar y económicamente.
Tercero. Los corredores de las Farc están siendo apropiados por el ELN y las Bacrim. Así que las joyas de la corona, el narcotráfico y la minería, seguirán en manos de estos. Ese es su combustible para mantener la guerra. Además, incorporan jóvenes que ven allí la única oportunidad de ganarse un salario, dado que el Estado no los ha provisto de otras oportunidades. A la ecuación se le suma que la desigualdad social crece y la justicia es débil y deficiente. En el 67 por ciento del área rural colombiana no hay un juez ni un inspector.
El ELN no va a recorrer el camino que el Gobierno recorrió con las Farc. Ni siquiera dejan incluir en su agenda de negociación la entrega de armas. No hay unidad ideológica ni política, ni mucho menos militar. Son muchas las células de esa guerrilla las que no están conectadas al comando central.
El caso del ELN es complicado y sin horizonte. Puede, incluso, que con las Farc fuera de camino, lo que quede sea una guerra total que desemboque en el exterminio, o, un crecimiento vertiginoso en hombres porque las causas: narcotráfico, minería y pobreza están vivitas y coleando.
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