Caracas: Capital Global de la Resistencia Antifascista

Linea Formación, Género y luchas populares

Por: Alfonso Insuasty Rodríguez

Con delegados de 125 países, Caracas fue epicentro del I Festival Internacional de Lucha Contra el Fascismo, uniendo voces diversas en defensa de la paz, la justicia social y la autodeterminación ¿cuáles fueron sus conclusiones?

 

 

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El I Festival Internacional de Lucha Contra el Fascismo, celebrado en Caracas del 9 al 11 de enero de 2025, congregó a más de 2,000 delegados provenientes de 125 países, consolidándose como un espacio trascendental para articular estrategias globales frente al resurgimiento de las ideologías autoritarias de corte fascista.

Este evento histórico, bajo el lema “Por un mundo nuevo”, no solo denunció los efectos del fascismo y el imperialismo, sino que también estableció un ambicioso plan de acción para promover la paz, la justicia social y la autodeterminación de los pueblos desde una perspectiva inclusiva y regionalmente cohesionada.

Unidad regional como estrategia fundamental

El presidente Nicolás Maduro subrayó el rol estratégico de América Latina en la lucha contra el fascismo, destacando a Venezuela, Nicaragua y Cuba como ejes de resistencia global frente a los intentos de recolonización.

Señaló que la unidad regional no solo es un elemento histórico, sino una herramienta vital para articular respuestas ante las amenazas contemporáneas.

El festival hizo un llamado a fortalecer los vínculos entre los países latinoamericanos, entendiendo que las luchas locales están intrínsecamente conectadas.

Las alianzas transformadoras propuestas incluyen la articulación de movimientos sociales, gobiernos progresistas y bases comunitarias, consolidando un frente unido por la soberanía, la justicia y la paz.

Diversidad como fortaleza de la resistencia

El festival resaltó la diversidad cultural, étnica y social como un pilar de la lucha antifascista. Delegados de comunidades originarias, afrodescendientes, mujeres, jóvenes y trabajadores compartieron sus experiencias y desafíos, enriqueciendo el debate y reforzando la idea de que la resistencia es una tarea colectiva que trasciende fronteras.

En particular, se destacó el lanzamiento de la Internacional Feminista Antifascista, que posiciona a las mujeres como protagonistas de la resistencia.

Los talleres y mesas redondas abordaron la violencia de género, el liderazgo político y la necesidad de integrar la perspectiva de género en todas las luchas sociales.

Construcción de un plan global de acción

Más allá de la reflexión teórica, se establecieron compromisos concretos para coordinar la resistencia a nivel global.

Entre los acuerdos destacan:

• Creación del Foro de Caracas: Un espacio para diseñar estrategias globales de resistencia antifascista.
• Empoderamiento juvenil: Campamentos educativos enfocados en formar líderes comprometidos con la transformación social.
• Fortalecimiento de capítulos regionales de la Internacional Antifascista: Redes globales para coordinar acciones en todos los continentes, promoviendo la unidad desde una perspectiva descentralizada.
• Encuentros temáticos internacionales: Espacios para articular a juristas, comunidades religiosas, movimientos sociales, pueblos originarios y académicos en torno a objetivos comunes.

La memoria como guía para el futuro

Uno de los temas centrales fue la recuperación y resignificación de la memoria histórica como fundamento para las luchas actuales.
El festival honró la herencia de líderes revolucionarios como Salvador Allende, Fidel Castro y Hugo Chávez, al tiempo que destacó el papel olvidado pero crucial de las comunidades originarias en las luchas de emancipación.

La narrativa histórica, a menudo centrada en figuras masculinas y líderes políticos, se amplió para reconocer los aportes de pueblos indígenas y afrodescendientes en la construcción de procesos revolucionarios.

Este enfoque permitió resignificar la resistencia no solo como un acto político, sino también como un legado cultural y espiritual que ha sido defendido por siglos por las comunidades originarias.

Nicolás Maduro enfatizó, en la clausura de este Festival, la importancia de conmemorar los 80 años de la victoria soviética sobre el nazismo, un hito que simboliza el triunfo sobre las fuerzas autoritarias.

Esta conmemoración fue propuesta como un ejercicio de memoria histórica que permita a las nuevas generaciones comprender el vínculo entre las luchas del pasado y los desafíos contemporáneos.

En este sentido, la reivindicación de las luchas de los pueblos originarios se presentó no solo como un acto de justicia histórica, sino también como una estrategia política para entender las raíces profundas de la resistencia y su potencial transformador.

Respuesta al control hegemónico

Es importante, además, comprender el monopolio de las redes sociales por parte de grupos neofascistas, quienes buscan dividir y desmovilizar a las fuerzas progresistas.

Frente a este desafío, el festival abogó por una estrategia integral que combine resistencia ideológica, culltural y social para contrarrestar las dinámicas autoritarias que desprecian los pueblos y la vida, en el ámbito digital y político.

Caracas como símbolo de esperanza y resistencia.

El evento reafirmó el papel de Caracas como un símbolo de la resistencia global, uniendo a comunidades y movimientos de todo el mundo en torno a la construcción de un nuevo orden basado en la paz y la justicia social.

En palabras de Maduro, “la lucha contra el fascismo no es solo un deber histórico, sino una promesa de transformación para las generaciones que vendrán”.

Al honrar las luchas históricas de América Latina e integrar las contribuciones de comunidades marginadas, el I Festival Internacional de Lucha Contra el Fascismo sentó las bases para una resistencia más inclusiva, diversa y cohesionada, recordando que la unidad regional es esencial para enfrentar los desafíos globales.

Un compromiso colectivo para el futuro

El festival dejó un legado claro, la construcción de un mundo nuevo solo será posible a través de la acción colectiva, el reconocimiento de la diversidad como fortaleza y la articulación de estrategias que integren la memoria histórica y los aportes de todas las comunidades.

Caracas no fue solo sede de un evento, sino el epicentro de una nueva etapa de resistencia global que, anclada en la unidad regional y la justicia social, se proyecta como una fuerza transformadora frente a los desafíos del siglo XXI.

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