La huelga del Cerrejón, el anunciado paro Cafetero y el paro cívico que se desarrolla en Arauca son parte de la lucha de las masas que arrancaron con bríos en 2013.
Se evidencia en las luchas del pueblo y los trabajadores, el drama que genera las políticas de la clase dominante, concertadas con el neoliberalismo, la globalización y la economía de mercados en la que se ve a los desposeídos como cantera de fuerza de trabajo barata, indispensable para acrecentar las ganancias, al tiempo que se miran las riquezas naturales de los países llamados subdesarrollados como la materia prima que engorda el capital.
Por ello, nada más justas las luchas y protestas de las grandes masas desposeídas y los sectores productores de riquezas afectados por las llamadas políticas macroeconómicas, como son los TLC que arruinan a pequeños y medianos productores nacionales.
Considerando que el futuro económico de Colombia con los TLC, la llamada locomotora minero energética y los ajustes políticos y económicos para favorecer al gran capital, generaran mayor explotación a los trabajadores, mayor opresión para acallar la protesta social e incremento desaforado de nuestras riquezas naturales, urge los niveles de unidad en las organizaciones sociales y populares porque solo de esa manera se hará frente a la avalancha neoliberal pactada por este y los anteriores gobiernos.
La desfachatez del gobierno actual para ofertar al capital transnacional, mas de 22 millones de hectáreas para la gran minería, no puede ser más cínica y escandalosa ante las urgencias que hoy reclama el planeta y su medio ambiente que en este caso será lacerado de manera inmisericorde, representando la más terrible amenaza para las futuras generaciones colombianas.
Las mayorías agrupadas en el pueblo y los sectores medios de la nación estamos obligados a comprender la urgencia de la unión, y coordinación en la lucha por la defensa del territorio nacional, ante la voracidad transnacional y la conducta vende-patria de una clase dominante que se presta a contribuir con dicha tragedia, con tal de llenar sus bolsillos, a costa del sacrificio planetario y sus habitantes.
El ELN, en su reciente reunión de Comandantes, profundizó en su análisis de Coyuntura, esta crítica situación y reafirmó la urgencia de un proceso de Paz, que se inicie por examinar por parte de las Comunidades la grave situación social y económica por la que atraviesa la sociedad colombiana y sobre tales diagnósticos se busquen las soluciones, priorizando el beneficio de las mayorías.
No es suficiente que en la Constitución Nacional se caracterice el régimen colombiano como democrático, es indispensable que la democracia no se quede en letra muerta, que sea real en claro contraste con la realidad y que las grandes mayorías sean las protagonistas del rumbo que requiere el país.
En este asunto radica nuestra disposición al dialogo con el gobierno y con todos los sectores de la sociedad a quienes consideramos interlocutores válidos para buscarle salidas a la grave crisis del país.
Un proceso de paz no es un conciliábulo, a puerta cerrada, lo cual no es contradictorio con la necesidad de que las partes expresen lo que piensan de cómo organizar el proceso, en el que las mayorías participen a plenitud, como corresponde a un camino cierto y en democracia, que asume la paz como gran objetivo de futuro.
Por ello, la paz no es sinónimo de pacificación, ni de acallar las luchas populares, por el contrario, la paz se alcanza mediante la lucha de las masas donde se evidencien sus problemas y se planteen caminos y soluciones reales; la paz es justicia y equidad social, es democracia, soberanía, es autodeterminación, es vivir en armonía entre los seres humanos y la naturaleza, es despejar los caminos del futuro para las próximas generaciones.