Camilo Torres. Los caminos del amor revolucionario.

Linea Formación, Género y luchas populares

Por: Revista Sudestada. Argentina

Camilo Torres saltó a la fama mundial con el mote de “el cura guerrillero”. Sin embargo, su opción por las armas no fue una decisión antojadiza, sino la culminación de una vida en búsqueda de la justicia social

camilo sudestada

El combatiente es anónimo, sabe que se ha unido a esta causa porque es la única forma de resolver los problemas estructurales que marcan la injusticia de su pueblo. Lo ha intentado todo, lo ha meditado arduamente, en el fondo jamás pensó que ese día llegase de verdad: las armas, la selva, el duro entrenamiento militar, la violencia, la soledad, la realidad de ese otro al que no se puede acceder por la vía del diálogo.

Lleva un mes y medio aprendiendo a convivir con esa situación, sabe que para combatir necesita un fusil. Lleva tres días emboscado esperando. Le han dicho que la única forma de conseguir el fusil es robárselo al enemigo. La impaciencia le pica más que los mosquitos. Suenan los disparos, retumba la selva, se aceleran las imágenes, apunta su revólver y dispara siete veces. Silencio. A pocos pasos delante de él, en medio del barro, al lado del enemigo muerto, yace su fusil.

Camilo Torres Restrepo nació en cuna de oro, en la capital del país del oro, en Bogotá, un 3 de febrero de 1929. Descendiente por cuatro ramas de familias tradicionales de Colombia, sus primeros años de vida transcurren entre las lujosas recepciones del Hotel Ritz (regenteado por su madre, Isabel Restrepo Gaviria) y los salones europeos (siguiendo la carrera diplomática de su padre, Calixto Torres Umaña).

Forma parte de la joven oligarquía bogotana que, a caballo del boom económico de los Estados Unidos, las compensaciones a Colombia por la anexión de Panamá y el desembarco de las nacientes empresas multinacionales en los negocios del oro, el petróleo y las plantaciones de bananos, vive una época que los historiadores bautizarán como la "Danza de los Millones". Claro, bien lo sabemos, el baile de salón no es para todos. La explotación laboral y la desigualdad social provocan una huelga general que el Ejército colombiano, por orden de la United Fruit Company, reprime disparando sobre las familias de miles de trabajadores en la llamada Masacre de las Bananeras en 1928.

A punto de encaminarse a presidente, tras la insistente denuncia en el Congreso de esta y otras atroces injusticias, un par de décadas más adelante, en 1948, el abogado y líder político liberal Jorge Leicer Gaitán es brutalmente asesinado. Los colombianos salen a las calles en un feroz estallido popular conocido como "el Bogotazo" y se inaugura, así, una época que los historiadores bautizarán como "La Violencia".

Recluido en el Seminario Conciliar de Bogotá, pocas serán las informaciones que de estos hechos llegarán a oídos de un adolescente Camilo. La decisión de dejar la carrera de Derecho y meterse a cura ha desatado un escándalo entre padres y amigos. Sin embargo, el joven dice haber encontrado su vocación. Sus días transcurren entre sotanas, pasillos desolados, púlpitos con hombres de rodillas y rígidos estudios en teología, filosofía, economía y otras ciencias sociales.

"Era la tarde del 9 de abril, como rugidos del infierno repercutieron en los oídos de los creyentes las más horrendas blasfemias contra Dios, vomitadas por bocas impías en todo el suelo de la patria", dice la pastoral del obispo Miguel Ángel Builes en alusión al Bogotazo. El vocero de la Iglesia en temas políticos ya ha definido al Partido Liberal como "un verdadero sanedrín judío contra Cristo" y prevenido a los creyentes sobre "el espíritu verdaderamente diabólico del liberalcomunismo y sus secuaces".

La institución católica será una de las más fervientes herramientas del régimen que bajo la presidencia de

Laureano Gómez dejará durante la década del 50 un millonario tendal de muertos y desplazados en Colombia.

La esmeralda más grande del mundo será el regalo con el que el líder conservador convencerá al papa Pío XII de nombrar al frente del arzobispado de Bogotá a un hombre de su confianza.

Camilo Torres estudia y reflexiona; y una tarde después del almuerzo, curioso por aquellos entrometidos ranchos que solitarios y endebles hacen equilibrio al filo de la montaña que encierra el seminario, decide arremangarse la sotana y trepar la cuesta rumbo a una realidad desconocida. En aquellas miserables chozas de picapedreros y desplazados por La Violencia, el joven seminarista finalmente entrará en contacto con aquello que los libros llaman "la pobreza".

"–Por lo que usted acaba de afirmar, puedo deducir que los dos estamos de acuerdo en que la revolución es necesaria. Diferimos únicamente en la forma como se ha de realizar esa etapa histórica. Ahora bien, le pregunto: ¿en cuánto tiempo piensan ustedes realizar la 'revolución' sin que ello implique un derramamiento de sangre?...

–¿Esa pregunta me la hace usted como cristiano, o como dirigente político?... Si es como lo primero, le digo que en cuanto tal, más siendo sacerdote, eso no me incumbe sino en sentido negativo. Si ese derramamiento de sangre implica odio de cualquier clase que sea, nunca lo podremos realizar. Si es como dirigente político, creo que no lo soy ni lo debo ser y por lo tanto no puedo responderle. Sin embargo, yo creo que un dirigente político cristiano no puede rehuir esa respuesta. Con todo, no la podría contestar sino teniendo en cuenta circunstancias históricas muy determinadas", le contestó Camilo a Piedrahita...

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada nº 99)

Déjanos tus comentarios


Código de seguridad
Refescar

Revista Kavilando

cover issue 42 es ES 1

Publicaciones

Slider

Afiliados a

clacso

cc

Visitas