Sobre “el nuevo espíritu del capitalismo”, una aproximación a la sociología de Luc Boltanski [i]

Observatorio K.

Por: Gustavo Adolfo Muñoz Gaviria [ii]

Es necesario entender el capitalismo contemporáneo más allá de una visión economicista para comprenderlo como un modo de dominación que es estabilizado gracias a las instituciones y dispositivos neoliberales que, por medio la racionalidad de la gestión, pretenden adentrase en lo más profundo de la vida de los individuos, pero también, en los niveles macro-sociales del manejo de los territorios en sus diversas escalas.

 

 

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Introducción

En este escrito hago una aproximación general a la obra del sociólogo francés Luc Boltanski sin entrar de lleno en todos los conceptos que la componen, pues ello excedería no sólo el alcance planteado, sino también mis posibilidades actuales. En contraste, me voy a concentrar en su libro “El nuevo espíritu del capitalismo”, obra escrita con Ève Chiapello y que condensa una buena parte de su trabajo.

Espero con este texto comentar su arquitectura conceptual principal, de la cual hace parte la relación necesaria entre instituciones y crítica; el papel de los apoyos normativos, en forma de órdenes de justificación, cuando los actores entran en alguna disputa; el doble carácter positivo (de seguridad semántica) y negativo (de violencia simbólica) de las instituciones; así como carácter intrínsecamente contradictorio de estas, que ofrece un camino para el establecimiento de la crítica, en el marco de diferentes pruebas al orden establecido. Esta arquitectura conceptual es abordada por Boltanski y Chiapello a partir de la descripción de la relación entre el capitalismo y sus críticas. Luego de abordar algunos conceptos de la obra, procedo a hacer una lectura de caso a la luz del referencial presentado.

Considero, al cabo de esta revisión, que la sociología pragmática de la crítica, como es conocido el proyecto sociológico de Boltanski, por medio del planteamiento de las preguntas apropiadas, podría rendir en términos de comprensión del modo de operación del actual modelo de acumulación flexible de capital y de las posibilidades para oponerle críticas y resistencias.

Sobre el sociólogo y su obra

En entrevista con Madarriaga (2011), Boltanski se autodefine como un “hijo francés del 68”. Con una fuerte marca weberiana en lo relacionado con la indagación del sentido de la acción social y con el uso metodológico de tipos ideales para entender esos sentidos, el autor se interesa particularmente por las relaciones entre sociología y crítica y por los sentidos de la acción en contextos de disputa entre actores.

Hacían carrera en los años 1970 dos enfoques sobre clases sociales: de un lado, el marxismo estructuralista de Althusser y Poulantzas y, de otro, el enfoque culturalista de Bourdieu en torno al concepto de habitus. Boltanski sería educado al tenor de éste último, aunque, posteriormente, identificara en él, puntos sobre los cuales establecer sus propias críticas. Pasaría a no estar más de acuerdo con este enfoque por suponer un fuerte enraizamiento con un grupo y un vínculo muy estrecho del individuo con aquel. Igualmente, por constituir una “visión sustancialista de las clases”; lo que le habría hecho optar por una visión, a su modo de ver más política, de la formación de las clases. Trabajo que plasmaría en su obra Los Cuadros.

Conformó, así, el “Grupo de Sociología Política y Moral” para preocuparse más por cómo funciona la crítica en la vida cotidiana, poniendo entre paréntesis la teoría crítica clásica y la intención crítica del científico social. Para ello, entró en el estudio de las justificaciones de los actores en situaciones de disputa para derivar de esos estudios el “sentido moral” o “sentido de justicia” presente en las críticas y justificaciones de los actores. Boltanski se toma la molestia de aclarar que no se trataba de una teoría de la justicia, como en Rawls, que sirve a los dominantes, sino de una justicia desde abajo. Este estudio dio lugar a una gramática de los principios de justicia que Boltanski, junto con Thévenot, denominaron “ciudades”[iii] (cités, en francés). Esto permitiría a Boltanski construir una teoría crítica más realista.

Madarriaga lo describe como un sociólogo con intereses múltiples, incluso con recorrido intelectual ecléctico; crítico de sus predecesores, con un férreo compromiso político. Discípulo de Bourdieu, como ya dicho, pasó a ser un férreo crítico de éste para luego volver a reconciliarse con su maestro. La producción de la ideología dominante, escrita entre los dos y publicada en 1979 fue reeditada en francés en 2008 y traducida al español en 2009.

Entre otras de sus obras se encuentran: Estudios sobre estratificación social: (Los Cuadros), estudios de teoría de la acción de corte pragmática (De la Justificación, El amor y la justicia como competencias), sociología del cuerpo, de los medios de comunicación, la moral y la política (La condición fetal [biopolítica], El sufrimiento a distancia), economía política y sociología económica (El nuevo espíritu del capitalismo), ensayos de teoría crítica y emancipación social (De la Crítica). Finalmente, su obra Misterios y conspiraciones prueba el marco analítico propuesto en De la crítica, que aborda la función de seguridad semántica de las instituciones, aplicado al Estado Nación. La función del Estado Nación sería estabilizar la “realidad” en un contexto donde la desigualdad de clases y el flujo del capitalismo comprometían los esfuerzos para controlar lo que ocurría en el territorio (Conley, 2015). La tesis es que la contradicción entre el Estado Nación y el surgimiento del capitalismo, la amenaza que el segundo hace del primero es manejada a través de un mito, que él explota en la figura de la novela detectivesca. Ella se manejaría diseñando dos niveles de realidad: “un nivel superficial, transparente, claro, justo, pero completamente ilusorio. Y un nivel profundo, mucho más ‘real’ pero que necesita ser develado, y el cual siempre es malo, con malas intenciones” (Boltanski, 2011, en Madarriaga, 2011).

Continuando con la entrevista realizada por Aldo Madarriaga, tres preguntas aparecen como centrales en la sociología de Luc Boltanski. La primera es ¿Cómo es posible que el mundo sea tan injusto e inequitativo, y se presente a sí mismo como un orden justo? Dando respuesta, el autor plantea que la tendencia humana sería imponer inicialmente sus intereses por la fuerza y llevar ese movimiento tan lejos cuanto le sea posible y seguidamente, dar una justificación a ese movimiento. Así, la justificación sería el límite impuesto al uso de la fuerza. Esto generaría un movimiento de crítica y justificación que constituye el curso de la acción humana, abordaje que resuena con los planteamientos del filósofo Jacques Rancière en su definición de lo político como el encuentro entre la policía y la política. El límite de este curso de acción estaría en el uso de altos niveles de violencia, donde la justificación pierde sentido, pero esta situación no sería, en principio, lo que se espera de una sociedad democrática.

La segunda pregunta es planteada en los siguientes términos: ¿Cómo es posible llegar a acuerdos comunes en un mundo donde la gente es tan diferente? La arquitectura conceptual planteada por el autor permitirá a tribuir a las instituciones el papel de establecer los mínimos de acuerdo de sentido para llegar a esos entendimientos comunes.

Y, desde un punto de vista pragmático, es decir, poniendo el acento en las capacidades y posibilidades de los actores de ejercer juicios críticos, el autor se pregunta: “Qué sucede si en vez de atribuir determinadas intenciones a las personas haciéndolas presas de inconscientes, deseos ocultos, falsas conciencias, posiciones materiales, etc., dejamos que sean los propios agentes sociales quienes nos muestren la manera en que elaboran las operaciones críticas que despliegan en sus controversias diarias?” (Boltanski, 2011 en Madarriaga, 2011, p 137)

Como presupuesto epistemológico, Boltanski critica la separación practicada por la “doxa sociológica”, que separa los juicios de los actores y los juicios críticos realizados por el propio sociólogo (que además deberían ser abolidos por dicha sociología, en virtud del principio de neutralidad axiológica según este autor). Desde el punto de visa ontológico, entiende que el objeto de estudio (el sujeto) es reflexivo y se replantea sus propias acciones a fin de realizar juicios sobre ellas. Estos juicios son fundamentalmente, juicios morales toda vez que son asociados con la cuestión del bien y el mal. Así, los seres humanos reaccionan también ante las representaciones que se colocan frente a sus características o acciones. Esos juicios morales constituyen la actividad crítica de los individuos. Adicionalmente, Boltanski hace la diferenciación fundamental entre realidad y mundo, donde la primera es una construcción temporal, compartida por un grupo de sujetos y estabilizada por las disposiciones de las instituciones; mientras que el mundo es “todo lo que existe” y de donde se pueden extraer críticas para cuestionar la realidad y hacer avanzar la sociedad hacia nuevos acuerdos de sentido.

Frente a esas consideraciones teóricas, el abordaje propuesto por Boltanski asume que existe siempre una incertidumbre sobre el significado de las cosas para un acuerdo común, esa incertidumbre hace que pueda existir la crítica. En De la crítica, Boltanski atribuye el papel de estabilización semántica, de establecimiento de un sentido común, a las instituciones, pero supone que siempre fallan, lo que permite a la crítica encontrar fisuras en las que introducir sus demandas.

El nuevo espíritu del capitalismo

En ésta, que podría considerarse su más amplia obra, Boltanski junto Ève Chiapello hace un análisis del capitalismo sobreviniente al desmonte del Estado de Bienestar en Europa, que implicó un cambio en el modo de producción de la gran industria, a un modo posfordista de acumulación flexible. Según Basaure (2015) se trata de un abordaje dinámico de un objeto macro como el capitalismo, pero a partir del estudio de su acción desde y sobre los propios sujetos. La fuente de información empírica es la literatura del management de las últimas décadas del siglo XX.

Desde el punto de vista teórico y metodológico, como ya se dijo, la obra se inscribe en la tradición weberiana. Como el propio título lo indica, los autores retoman la obra de Max Weber donde ese autor analiza la incorporación de la ética protestante al capitalismo en forma de espíritu, como fuente de justificación y sentido, externa al capitalismo.

Introducción general

Boltanski y Chiapello comienzan por enunciar las premisas sobre las cuales se basa su investigación y, por ende, su obra. La primera es que debe hacerse la diferenciación entre el mercado, como forma de regulación y el capitalismo en tanto norma de acumulación ilimitada. La segunda consiste en entender, como consecuencia de la primera, que el capitalismo está, por definición, completamente alejado de la esfera moral. Tercero, que los capitalistas son aquellos actores responsables de la acumulación y de la maximización del capital, son quienes tienen una influencia real sobre esos procesos, lo cual excluye a pequeños empresarios o dueños de propiedades que no necesariamente tienen esa influencia global. Cuarto, que a la par del capitalismo, existe el anticapitalismo, representado por las formas de crítica. Y, finalmente, se entiende la ideología como compromiso, sentido y justificación, lo que implica que los sujetos participan en el proceso de acumulación capitalista animados por un conjunto de razones y justificaciones para ello.

Las anteriores nociones pueden ser condensadas muy brevemente, a riesgo de cometer la imprudencia de generalizar u omitir detalles importantes, de la siguiente manera: el capitalismo, que por definición funciona alejado de consideraciones morales y, teniendo como objetivo final de la acumulación ilimitada, debe ofrecer justificaciones o razones válidas para que los agentes se comprometan con un proceso insaciable de acumulación que esclaviza a los dominantes a acumular indefinidamente y a los dominados a sobrevivir con la venta de su fuerza de trabajo. Este conjunto de justificaciones, al conseguir instalarse en los agentes se convierte en el espíritu del capitalismo y es específico en espacio y tiempo.

Una segunda noción importante es la de crítica. La crítica es la contraparte dialéctica (aunque Boltanski y Chiapello prefieren denominarla dialógica) del capitalismo, el anticapitalismo que, aunque está en constante lucha contra éste, ayuda a construirlo y reforzarlo, en la medida en que el capitalismo sea capaz de incorporar los reclamos de la crítica. La esencia de la crítica es la reivindicación de mayores niveles de justicia. Así, existe la crítica correctiva, que quiere mejorar las condiciones de justicia de un estado de cosas, de una situación actual a una situación deseada, pero sin salirse del marco de referencia de ese estado de cosas. Existe igualmente la crítica radical, que sería la que pretende cambiar la forma de entender los asuntos en juego, los fines, más que los medios de la interacción.

Otras nociones clave de la conceptualización de Boltanski y Chiapello son las de prueba y desplazamiento. Para los autores, la prueba es el dispositivo que permite describir la interacción entre dos actores, individuales o colectivos. Estas pruebas podrían ser de fuerza o de grandeza. En las primeras no hay ninguna consideración moral, solo la fuerza o el poder, en cualquiera de sus formas. Las pruebas de grandeza, por el contrario, ponen en juego la legitimidad de las acciones de los actores, que se mide en el carácter justo del orden revelado por la prueba (Boltanski y Chiapello, 2002, p. 41). Por su parte, los desplazamientos son referidos en los siguientes términos:

Estos desplazamientos, que modifican el recorrido de las pruebas, tienen por efecto la reducción de los costes asociados al mantenimiento de las pruebas puestas en tensión y la mejora de los beneficios de aquellos que pueden disponer de recursos diversificados y que se encuentran liberados de las trabas que limitaban hasta entonces los usos que podrían hacer de sus fuerzas. En una sociedad capitalista, donde los fuertes son los poseedores de capital, y en la que la historia ha demostrado con regularidad que, sin trabas legislativas y reglamentarias, éstos tienden a usar su poder económico para conquistar una posición dominante en todos los ámbitos y para no dejar a los asalariados más que lo indispensable para su supervivencia del valor añadido extraído, evidentemente es el partido del beneficio el que suele salir ganando de estos micro desplazamientos (Boltanski y Chiapello, 2002, p. 46).

Cabe también aclarar que, para los autores, el capitalismo es, en principio, una norma de acumulación ilimitada, pero es ejercida por medios formalmente pacíficos.

Axiomática del modelo de cambio

Para ser exitoso en su propósito de acumulación, el capitalismo necesita de un espíritu. Ese espíritu haría que las personas, de las que dependen la producción y la marcha de los negocios, estén convencidos de su participación. En teoría, no es el capitalismo el que detenta el poder de las armas para que la gente se quede por la fuerza, de esta forma, se es libre para contratar como trabajador y se es libre para ejercer actividad empresarial. Sin embargo, los mismos autores dejan claro que las necesidades materiales de aquellos que sólo tienen su mano de obra para intercambiarla por salario, difícilmente les permiten sobrevivir haciendo uso irrestricto de esa libertad teórica. En resumen, el capitalismo requiere de una implicación positiva tanto de los trabajadores, como de los empresarios y de quienes dirigen el proceso de acumulación del capital.

Ya que el capitalismo se encuentra alejado de toda consideración moral, su espíritu debe encontrar una dimensión moral externa a él. En el caso de los trabajadores, en la medida en que ellos tienen una vida por fuera de su mundo laborar, aunque el capitalismo trate de reducir el tiempo que tienen para ello, de ella pueden extraer elementos para mantener una distancia crítica con ese mundo. Para que esa distancia crítica no se convierta en resistencia, el capitalismo debe ofrecen un mínimo de justificaciones apuntando a algún o algunos criterios de justicia. Del lado de los capitalistas, puede decirse que, aunque el proceso de acumulación es insaciable, las personas sí son saciables, entonces se necesitan argumentos más allá de una insaciabilidad inherente ya que la insaciabilidad es sistémica y no antropológica; esto porque el hombre no es esa ficción del homo economicus de la economía, él ha tenido desde la infancia contacto con otros modos de vida, otros órdenes de valores y de pertenencia. Al no encontrar fundamento moral en la lógica de la acumulación insaciable, el capitalismo recure a órdenes de justificación que le son exteriores para usarlos como principios de justificación. Estos valores voluntariamente adoptados por el capitalismo le sirven de punto de apoyo a la crítica.

El capitalismo es incapaz de desarrollarse sin contar con las inclinaciones humanas a la acumulación de ganancias, de poder, de invenciones o de experiencias diversas. El espíritu del capitalismo activa esta insaciabilidad en forma de excitación y liberación, pero al mismo tiempo establece exigencias morales que la limitan al imponerle obligaciones con respecto al bien común. Se configura una tensión permanente entre libertad (un mundo en el que todo es posible, pero absolutamente incierto pues dejado a merced de los impulsos y pasiones) y seguridad (en un mundo perfectamente justo donde todas las pruebas están reguladas).

De otro lado, para los autores, el espíritu del capitalismo no puede ser reducido a una ilusión. Es ideología, pero no ilusión, tiene influencia sobre los acontecimientos del mundo. Por ello, el espíritu del capitalismo debe cumplir lo que promete y ya que las personas no están completamente alienadas pueden exigir lo que el espíritu del capitalismo les promete. Es porque esos compromisos se concretan en dispositivos que tocan a las personas y a las cosas, que el espíritu del capitalismo no es una ilusión. A su vez, esos dispositivos, al provenir de la crítica, constriñen el proceso de acumulación.

Por su parte, la crítica no es la principal fuente de transformación del capitalismo, pero sí de su espíritu. La crítica actúa sobre el capitalismo a través de las pruebas. Ella cuestiona a los dominantes o a los responsables (quienes se encuentran a cargo del funcionamiento de las pruebas) en un determinado momento y los obliga a presentar justificaciones, las cuales en algunos casos son institucionalizadas. Entre más atención preste la crítica a una prueba, mayor es la posibilidad de que ella se establezca en dispositivos con grados mejorados de justicia. La crítica actúa categorizando las pruebas para identificar si las fuerzas que intervienen son legítimas y que aquellas no estén parasitadas por fuerzas externas. La credibilidad del espíritu del capitalismo dependerá de su correspondencia con las pruebas controladas. Así, la crítica es útil para que el capitalismo pueda tener argumentos para incorporar justificaciones que convenzan a las personas a comprometerse en el proceso, pero en la medida en que sus pretensiones son incorporadas, esa crítica pasa inevitablemente a ser inútil y abre espacio para nuevas críticas.

Sin embargo, en determinadas ocasiones la crítica puede ser factor de cambio del capitalismo y no sólo de su espíritu. El capitalismo puede reaccionar de tres formas diferentes frente a la crítica: a) Si la crítica es muy virulenta, el capitalismo puede reaccionar desplazando las disputas hacia terrenos no categorizados por la crítica para salvaguardar su espíritu (normalmente esos desplazamientos son movimientos furtivos); b) una crítica que se ejerce en diversos frentes puede hacer que en un momento determinado uno de esos frentes adquiera mayor relevancia en la dirección de pruebas menos especificadas o a la creación de nuevas pruebas (la crítica que pedía mayor liberación de la disciplina de la fábrica hizo que el capitalismo reformara sus estructuras disciplinarias, y que la crítica al reparto desigual del valor agregado perdiera fuerza) y; c) la crítica podría lograr que el capitalismo modifique sus formas de acumulación (la crítica de la explotación posibilitó la imposición de un marco contable que permitiera visibilizar el valor agregado y su repartición).

Finalmente, como parte de la axiomática del modelo, los autores afirman que la crítica extrae su energía de fuentes de indignación como: a) la exigencia de liberación: irreductibilidad constitutiva de las personas cuya potencia no puede ser contenida en una lista cerrada de propiedades; b) la inautenticidad de personas y objetos, se apoya en la oposición entre verdad y mentira; c) el egoísmo: exigencia de humanidad común, solidaridad en el seno de los colectivos y; d) sufrimiento: del que se pueda acusar a la acción humana, en este caso, la del capitalismo. Aunque estas indignaciones puedan considerarse intemporales, ellas tienen mucho que ver con la Ilustración, después de la cual, la denuncia pública pasa a ser un derecho humano. Sin perjuicio de la anterior categorización, considero posible tener otras fuentes de indignación desde otros campos experienciales del presente o de la tradición, que podrían ser activadas por los colectivos.

Ya que, según este abordaje teórico, es en las pruebas en donde el sistema capitalista actual trata de legitimarse, es en ellas donde la crítica se concentra para develar las injusticias del orden vigente.

“En particular, este descubrimiento consiste en sacar a la luz las fuerzas latentes que vienen a parasitar la prueba y en desenmascarar a algunos de sus protagonistas, que, disfrutando de un mejor acceso a distintos recursos, consiguen ventajas no merecidas movilizándolos a espaldas del resto”. (Boltanski y Chiapello, 2002, p. 610)

Cuando las pruebas están institucionalizadas, toda crítica por fuera de ésta es difícilmente articulada. Según Boltanski, si en el horizonte no aparecen pruebas formalizadas que recojan esas críticas, la disputa puede ser interminable o incluso orientarla hacia la violencia. De tal suerte que, con la tensión y depuración de las pruebas instituidas a causa de la crítica:

“… el mundo social va tornándose sin duda algo más justo o, en otros términos, un poco menos desequilibrado con respecto, evidentemente, a las injusticias o desigualdades correspondientes a los formatos de las pruebas reconocidas e institucionalizadas (otras injusticias y desigualdades pueden seguir teniendo lugar e incluso aumentar, apoyándose en pruebas poco sometidas a una revisión reflexiva)” (Boltanski y Chiapello, 2002, p. 613)

Un ejemplo de aplicación

Como ejemplo para enlazar los elementos de la teoría de Luc Boltanski, me remito a un texto anterior, Muñoz (2015), en el que se abordé las formas de violencia en proyectos hidroeléctricos, específicamente en el caso de la construcción de la central hidroeléctrica Porce III, construida por Empresas Públicas de Medellín (EPM), en Antioquia, Colombia, en la década de 2000.

Para una aproximación al concepto de violencia material propuse entender la interacción entre empresa, Estado y comunidades en grandes proyectos como una prueba en el sentido de Boltanski y Chiapello (2002). Esta prueba está reglamentada conforme a un plan de acción presentado por la empresa y debe estar fiscalizada por el Estado, que en su momento aprobó las condiciones de la prueba. Sin embargo, la evidencia empírica muestra que la empresa usó fuerzas por fuera de la prueba para mejorar sus beneficios, que, para los intereses de ésta, están representados en reducción de costos de las negociaciones de las indemnizaciones y compensaciones y en la disminución del tiempo necesario para las mismas; lo que le permitió avanzar en los cronogramas de ejecución de las obras para cumplir con sus compromisos de generación de energía evitando, así, sanciones económicas.

La prueba del desplazamiento de población en grandes proyectos se pretende como prueba de legitimidad en la medida en que se fundamenta en las nociones de bien común, sostenibilidad y responsabilidad empresarial. Para serlo, siguiendo la reflexión de Boltanski y Chiapello, ésta debe estar bien especificada. Es decir, debe quedar suficientemente claro qué tipo de fuerzas y que tipo de relaciones son consideradas como parte de la prueba. Igualmente, para que la prueba sea válida o justa, sólo pueden ponerse en juego estrategias de la misma naturaleza.

Este abordaje nos parece interesante para caracterizar las formas de violencia material, en las interacciones sociales por cuanto, todo aquello que está por fuera de la especificación de la prueba, puede ser considerado como uso indebido de fuerza o como una forma de violencia. Boltanski y Chiapello introducen la noción de desplazamiento para entender las estrategias del capitalismo con el objetivo de cambiar el curso de las pruebas en busca de mayores beneficios.

Así, pues, en Boltanski y Chiapello, el uso de fuerzas o poderes para desplazarse por fuera de la prueba, poderes como el económico, constituirían una forma de violencia. En este sentido pretendemos identificar los desplazamientos que la empresa realizó para, evadiendo la prueba, mejorar sus beneficios.

Para proceder a esta indagación sería necesario, antes de ello, definir la prueba en términos de su especificidad, de las fuerzas legítimas que la compondrían. Un nivel posible de la crítica, más radical, es aquel que cuestiona la legitimidad de las normas invocadas por el Estado para declarar, posterior a la solicitud de la empresa, como de utilidad pública el territorio de interés del proyecto; territorio que es la base de la reproducción material y simbólica de las comunidades que lo habitan, reproducción que se ve entonces comprometida por la entrada del proyecto. En este nivel puede cuestionarse la arbitrariedad con que unas formas o proyectos de existencia son sometidos a las disposiciones de una invocada mayoría del resto de la sociedad.

Sin embargo, este nivel de la crítica, a la vez necesario, no excluye la crítica en otros niveles, después de que se ha producido esa imposición de los intereses del sector eléctrico, que coinciden a su vez con los intereses de las empresas del sector y de algunas instituciones representantes del Estado. Cuando el desplazamiento de la población es inevitable, en ese contexto aún queda espacio para la crítica a la prueba del desplazamiento de población generado por el proyecto. Si quisiéramos especificar el desplazamiento de población como prueba, tendríamos que recurrir a los instrumentos que dieron forma a la institucionalización de ésta.

El desplazamiento de población en cuanto prueba, se encuentra institucionalizado en la normatividad sobre licenciamiento ambiental, sobre participación ciudadana y en todo el marco regulatorio de derechos. Pero es principalmente a partir de la licencia ambiental y del plan de manejo ambiental asociado, que se desprenden los instrumentos usados en la interacción. Dos de ellos serían el manual de valores unitarios para compensaciones y el Plan de Gestión Social para el reasentamiento. El primero es un documento elaborado por una comisión tripartita con representación de la empresa, del Estado y de la comunidad. En el caso del segundo, se trata de un Plan formulado por la empresa y que en teoría debe ser construido de forma participativa con las comunidades afectadas.

La evidencia empírica muestra que, en la definición y aplicación de ambos instrumentos, la prueba ha sido contaminada (Boltanski y Chiapello, 2002) con el uso de la fuerza, o la violencia. Tal es el caso del uso del poder económico para cooptar al representante de la comunidad ante la comisión tripartita, que se evidencia en los testimonios de algunas de las familias impactadas[iv].

La presión para la negociación de forma acelerada sería otro ejemplo del uso de la fuerza que llevó a muchas personas a aceptar la compensación directa, situación que, a su vez, impactó negativamente las posibilidades de restitución integral de sus condiciones de vida y positivamente los costos de compensación para la empresa, los cuales mediante la compensación en tierra y proyecto económico habrían sido mayores.

Igualmente, una muestra del uso de fuerzas por fuera de la prueba es la situación que denuncian las familias impactadas, según la cual, los líderes habrían sido beneficiados con compensaciones más allá de sus derechos, con el objetivo de promover las negociaciones de las familias que generaban algún tipo de resistencia. Esta práctica, claramente influyó sobre los recursos colectivos que poseían las comunidades, tal como el sentido de comunidad y la confianza en sus líderes, lo cual ayudó a su desarticulación como grupo. Estas prácticas demuestran la arbitrariedad del proceso, donde unos micro-desplazamientos estratégicos ayudaron a la empresa a viabilizar y agilizar la ejecución del proyecto imponiendo sus recursos materiales: dinero y bienes para doblegar la voluntad y compromiso de los líderes y el uso de la amenaza de expropiación e indemnización según avalúo catastral.

La negociación individualizada de las indemnizaciones terminó generando resultados muy variables según las resistencias que cada familia o persona afectada oponía, lo que viola la propia prueba institucionalizada contenida en el manual de valores unitarios, el cual establecería las cantidades de las indemnizaciones según los derechos de cada afectado. Múltiples testimonios ejemplifican dichos desplazamientos con respecto al carácter justo de las indemnizaciones[v] .

Otra prueba de esta arbitrariedad se evidenció en la detención ilegal que, según información de la comunidad habría hecho la fuerza pública por solicitud de la empresa, de los líderes de una de las manifestaciones realizadas en busca de mejoras en las negociaciones y de reconocimiento de derechos para familias que no los habían tenido reconocidos hasta entonces.

Claramente como enunciado en Boltanski y Chiapello (2002), el recurso a desplazamiento genera colateralmente una pérdida de legitimidad de la prueba que se evidencia en el malestar de muchas de las familias que fueron desplazadas, que constituyen en sí mismas, una forma de crítica.

El nuevo espíritu del capitalismo y la dominación administrativa

Central a la obra de Luc Boltanski, así como lo es para Max Weber, es la pregunta por el ejercicio del poder, se evidencia desde el planteamiento de la “dialógica” entre instituciones y crítica. Siendo las instituciones las que tratan de estabilizar su uso y la crítica, como visto antes, la que intenta modificarla o cambiarla por otras formas de hacerlo. Más específicamente, la dominación consistiría para Boltanski, en poner el poder al servicio de una política, sea cual fuere (2014, p. 13). Sería función de la sociología crítica desvelar las formas en que esa dominación ocurre, a través de qué mecanismo y sobre qué fuentes de legitimidad. Y es que la cuestión de la legitimidad es central también en Weber, para quien existen tipos ideales de dominación legítima: tradicional, carismática, racional-legal. En esos tres tipos la dominación el poder es obedecido por razones diferentes. En el primer caso, es la tradición, la costumbre de obedecer a un poder porque así se ha acordado históricamente; el ejercicio del poder es heredado a través de la historia por los mismos representantes (emperadores, reyes, monarcas, etc.).

En el segundo caso, la legitimidad del ejercicio del poder la confiere la gracia, el heroísmo, un tipo de diferenciación percibida y compartida por un grupo con respecto a (caudillos, líderes, profetas, hechiceros, etc.). En el tercer caso, la legitimidad la confieren los procedimientos racionales e instituidos por la ley que obedecen a órdenes impersonales (propios de la sociedad moderna, administración burocrática de las fábricas y el Estado). Boltanski actualiza esta lectura al indagar por las formas de dominación en las sociedades contemporáneas.

En su texto De la crítica, el autor se plantea dos formas de dominación: simples y complejas. A continuación, se presentan algunas características de ambos grupos:

Dominación simple (que en Bourdieu son denominadas “formas elementales de dominación”). En este grupo, el autor identifica dos posibilidades: a) aquella en la que los dominados están privados de libertades elementales, configurando una “opresión”. En este caso, no se alcanza a percibir lo que se tiene en común con el grupo, derivando en una fragmentación total. Aquí, la crítica es excluida y la justificación del orden establecido se hace menos. b) El caos en que las personas no pierden su lucidez, su sentido de justicia y libertad; sin embargo, se les pone en situación tal que les es imposible actuar. Los dominantes despliegan constantemente instancias de confirmación (rituales, ceremonias, desfiles, condecoraciones, etc.) y cuando sea necesario a la violencia, comúnmente la del Estado, configurando un modo de represión. Esas instancias trabajan para mantener una realidad estereotipada, imperturbable por las experiencias del mundo, al tiempo que se rechaza el cambio y se mantiene un estado de guerra contra el “enemigo interno”.

Para el caso de la dominación compleja, el autor plantea que ésta es más adaptada a las sociedades capitalistas democráticas contemporáneas donde supuestamente se ha roto con las formas simples de dominación. La dominación compleja, en contraste, habilita las relaciones entre las instituciones y la crítica (se escucha, aunque no necesariamente se satisface). Se valoriza el cambio por medios, en principio, pacíficos. Ocurre una instrumentalización de las diferencias (de propiedad y movilidad) para obtener beneficios, se conservan las de asimetrías negando la intencionalidad. Estratégicamente, cuando aparece la crítica, los dominantes se defienden invocando “efectos adversos de políticas bien intencionadas” o efectos naturales, circunstancias fortuitas, de un espacio autónomo, el de la ciencia y la técnica. Se percibe coincidencia con la lógica neoliberal de culpar a la víctima, lo que incluye incluso razones raciales o culturales para que no se logren los resultados que conducirían a un mejor vivir. Se domina a través del cambio, siendo necesario quererlo puesto que resulta inevitable, hay un “exceso de realidad” y se pide a las personas que suman su posición de forma realista, al tiempo que se busca formar sus subjetividades (emprendimiento, empleabilidad, conectividad, etc.).

Se asiste a una dominación que se propaga en medio de herramientas de gestión y sobre la racionalidad de la gestión, configurando lo que Boltanski llama de dominación administrativa. El instrumento por excelencia de materialización de esta dominación es el proyecto. La sociedad y los individuos pasan a actuar en el marco de sucesivos proyectos (de vida, de “desarrollo”, de ciudad, de comunidad, de país, etc.) que en ocasiones fragmentan y no permiten materializar iniciativas de largo aliento, de permanencia y reproducción sociocultural.

Consideraciones finales

El anterior panorama general e introductorio a la obra de Luc Boltanski sugiere un interesante y productivo marco de análisis para entender el capitalismo contemporáneo más allá de una visión economicista al entenderlo como un modo de dominación en el cual el sentido de esa dominación es estabilizado por las instituciones y dispositivos neoliberales que, por medio la racionalidad de la gestión, pretenden adentrase en lo más profundo de la vida de los individuos, pero también en los niveles macro-sociales del manejo de los territorios en sus diversas escalas.

Un punto de apoyo para entender ese capitalismo es estudiar su espíritu, sus órdenes de justificación, que como nos propone el autor, se basaría hoy en día en la cité por proyectos, una nueva metáfora para explicar un mundo interconectado en que el que los sujetos deben hacerse cargo de sus propias vidas, del riesgo, de las consecuencias de su acción o inacción, liberando a la sociedad como un todo y al Estado como su represente, de las “pesadas cargas” de la anterior forma de regulación o del anterior espíritu, que hemos conocido como Estado de Bienestar.

Otro argumento importante que Boltanski pretende poner en discusión es el consistente en devolverle la voz a los actores para que sean ellos quienes informen al analista sobre los argumentos de la crítica y, por qué no, para que a partir de un diálogo entre todos los articuladores de la crítica al capitalismo, se identifiquen fisuras para el combate a ese orden que se encuentra en parte institucionalizado y en parte es ejercido de forma subrepticia, combinando modos simples y complejos de dominación.

Nos resta, como investigadores del capitalismo, definir un conjunto de categorías que, partiendo de las experiencias de los colectivos que viven las prácticas y efectos de aquel, y usando los aportes de la sociología pragmática de la crítica en relación con otros abordajes teóricos y metodológicos con miras a ampliar nuestra capacidad de reflexión colectiva para la transformación social.

Bibliografía

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Conley, J. (2015). Luc Boltanski and the cult of the Individual Theorist. Canadian Journal of Sociology. 40 (3).

Madariaga, A. (2011). Sobre Sociología, crítica y emancipación. Entrevista con Luc Boltanski. Revista Némesis/Malestar y Conflicto Social. Santiago.

Muñoz, G. (2015). Formas de violencia en la construcción de la central hidroeléctrica Porce III en Antioquia – Colombia. Cuadernos de Trabajo Red WATERLAT-GOBACIT, 2 (2), 59-81. Recuperado de: http://waterlat.org/WPapers/WPSATAM22.pdf

Notas: 

[i] Texto presentado por Gustavo A. Muñoz Gaviria, docente de la Escuela Superior de Administración Pública –Territorial Antioquia-Chocó, al Grupo de Estudio Urbano, liderado por el Grupo Kavilando y Redipaz, sesiones realizadas en la Universidad de San Buenaventura en Medellín, los días 12 y 19 de julio 2019.

[ii] Ingeniero Ambiental, Doctor en Planeación Urbana y Regional. Correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. orcid: http://orcid.org/0000-0001-6142-0605

[iii] Boltaski y Thévenot (1999), identifican seis órdenes de justificación o cités: inspirada, doméstica, cívica, del renombre, comercial e industrial. Más recientemente, Boltanski (2002, 2017) desarrollará una conceptualización de lo que él denomina “ciudad por proyectos” como el orden de justificación del nuevo espíritu del capitalismo y de su orden de “dominación administrativa”, como se verá más adelante en este texto.

[iv] “… [al representante] le metieron la mano al bolsillo (quiere decir: le dieron dinero)”. (entrevistado 1)

“… [el representante] manejaba mucha influencia en la cuenca… Él ayudó con proyectos de electrificación en la vereda, etc. El hombre fue buena gente, pero tiene sus cosas que se tragó solito”. (entrevistado 2)

“…… A él lo elegimos dos meses antes de que llegaran las máquinas [En dos meses hicieron el manual según esto]. Él era el único que podía orientarnos con eso, con el valor de cada una de las cosas de la finca, etc. No conocíamos el manual ni el precio de las cosas, fue privado… Se formó una protesta para conocerlo, al representante lo amenazaron y le prohibieron ir a Amalfi, él fue atacado [quiere decir, criticado] por tapar, por no decirle a la comunidad… Y el representante no entregaba el manual de valores. Él no intervino en nada…” (entrevistado 3)

[v] “… personas que nacieron en la zona no recibieron nada, y otros que llegaron después ganaron mucho” (Mujer reasentada por el proyecto)

“porque las personas no saben hablar… se emocionaban con la plata… al ver que no podían conmigo, me iban subiendo de a poquito… todo el diálogo fue de resistir, no me fue mal porque no fui fácil de negociar… compraban las personas con atenciones, almuerzos, paseos, etc., pero a los que negociaron de último les fue mejor” (Hombre reasentado por el proyecto)

 

 

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Por: Alfonso Insuasty Rodriguez.*

Para hablar del modelo urbano, es necesario remitirse al modelo de sociedad que tenemos hoy. Una sociedad gestada por las lógicas del capitalismo en su fase neoliberal, la cual se sustenta en la dinámica de la violenta y sostenida apropiación por desposesión, la reorganización de los territorios a sus necesidades y metas de crecimiento, y la configuración de sujetos adaptables, maleables, funcionales.

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