Por: Guillermo Maya
"En Medellín no se pierde un peso", pero los últimos tres alcaldes desperdiciaron mucho dinero.

Sergio Fajardo, imitando a Mockus, pero sin su audacia histriónica, bajo los lemas de la antipolítica y anticorrupción, participó en las elecciones para la alcaldía de Medellín del año 2000. Perdió.
Pero logró llegar a la alcaldía en el 2004-2007 y dio inicio al “modelo Medellín”, con el respaldo de ProAntioquia, centro de pensamiento de los ‘cacaos’ paisas que ponían la fuerza del capital; las organizaciones no gubernamentales, como Región y otras, que ponían el análisis social y los activistas, algunas celebridades que ofician de relacionistas públicos y validadores del ‘modelo’, y los arribistas de siempre.
Fajardo, miembro de una familia ligada a los negocios inmobiliarios y de construcción, no era conocido en Medellín, en donde no tenía arraigo, porque su vida estudiantil y profesional se desarrolló en la encumbrada y elitista Universidad de los Andes, en Bogotá.
En este sentido, para darse a conocer, Fajardo decidió iniciarse en la política, opinando sobre los problemas locales desde su columna en ‘El Colombiano’ y en la televisión local. Así logró abrirse un espacio público y logró la aceptación de la clase media. Su perfil ideológico lo describe el lema “no soy ni uribista ni antiuribista”. Es decir, no se mete en discusiones ideológicas, hace obras. Un hombre práctico, que se mercadea mediáticamente.
En Medellín es difícil ser mal alcalde con el inmenso presupuesto que tiene la ciudad, de más de 3,5 billones de pesos anuales, casi un billón de pesos que salen de las transferencias de EPM, las altas tarifas en servicios públicos y las tarifas catastrales más altas del país, bajo la mirada vigilante y la asesoría de la Cámara de Comercio.
Por otro lado, EPM ha sido usada para promover los grandes grupos económicos, que proveen de gerentes, no siempre tan exitosos como se cree, las empresas municipales, y los negocios en sociedad, ‘data centers’, ‘renting’ de carros de basura, energía, comunicaciones, etc. Además, la reforma empresarial de EPM del 2005, en comunicaciones, sentó las bases legales para la fusión que llevó a cabo Aníbal Gaviria entre UNE y la extranjera Millicom, y que estaba cantada, después de que Fajardo regaló OLA a precio de huevo en el 2006 a los mismos suecos.
Aunque “en Medellín no se pierde un solo peso”, los dineros desperdiciados por los tres últimos alcaldes son inmensos, en obras innecesarias, como las pirámides de la Oriental, y los negocios en telecomunicaciones.
En cuanto a la educación, la estrategia de “la más educada” supedita la movilidad social al esfuerzo individual, en medio de la adversidad para los menos afortunados que juegan en un campo de juego desnivelado, mientras el aparato productivo no responde con trabajos y salarios adecuados. Educación sin industria, sin trabajo: economía del precariado informal. Si es importante estudiar, más lo es trabajar.
Se usa y se abusa de los estudiantes, en múltiples concursos, para la promoción mediática, de la imagen presidencial de Fajardo, ahora como gobernador. No se pierde ni un campeonato de pisingaña o catapiz, si hay cámaras. Pobres resultados en educación, bajas calificaciones nacionales e internacionales. Mucho cemento, ladrillo y ‘carreta’, pero se caen las fachadas de las bibliotecas con sobrecostos enormes.
El desarrollo urbanístico de la ciudad ha estado determinado por los intereses inmobiliarios capturando la renta y plusvalía urbana, mientras la institucionalidad municipal acomoda esos intereses. Fajardo y Salazar dejaron construir en El Poblado, en cotas altas, edificaciones de altura que violan todas las restricciones geológicas. La vigilancia y control urbano, en manos privadas (curadurías) con resultados negativos para la ciudad. Autorización de construcciones sin los requisitos constructivos mínimos y de normas de sismorresistencia, con resultados trágicos como en el edificio Space y otra decena de edificaciones. Los alcaldes se hacen los locos con sus responsabilidades en estas materias.
Se perdió el centro de Medellín, irrecuperable socialmente. Las autoridades locales no vieron la prostitución infantil y juvenil sino después de que un periodista peruano la reveló al mundo. El próximo Plan de Ordenamiento Territorial se concentra en la recuperación del centro y las márgenes del río. El parque del Río ni es ambiental, ni mejora la movilidad, es para valorizar el desarrollo inmobiliario de la zona, y los urbanistas validan tamaño exabrupto en nombre del progreso.
Después de Fajardo viene Alonso Salazar (2008-2011), que quiere repetir (2016-2019), y el liberal Aníbal Gaviria (2012-2015), en alianza con los dos anteriores. En general, se podría decir que el “modelo Medellín” es elitista en resultados, asistencialista buscando objetivos electorales, combina populismo mediático televisivo con manipulación del imaginario paisa, “cazando” premios internacionales de dudosa significación y prestigio, mientras se busca la “aprobación internacional”, indicio de baja autoestima social.
El modelo Medellín se transformó en el modelo Antioquia, que es tan grande como un país, por su economía y tamaño, dicen sus ideólogos, para concluir que Fajardo tiene estampa presidencial.
GUILLERMO MAYA














