Sorprende que aún no se haya iniciado un proceso de diálogo con el ELN.
Ante las insistentes preguntas, mías y de otros, sobre el por qué no se ha iniciado un proceso de diálogo entre el Gobierno Nacional y la organización insurgente Ejército de Liberación Nacional, ELN, había venido recibiendo respuestas de allegados al Gobierno, en el sentido de que se estaban realizando contactos exploratorios, para lo cual el Gobierno había designado dos plenipotenciarios, y que éstas exploraciones marchaban bien hasta el incidente de las retenciones de los ingenieros mineros en el Sur de Bolívar y la de los dos ciudadanos alemanes en el Catatumbo.
Vistas así las cosas, se empieza a prefigurar un panorama de una paz parcial pero no de una paz nacional, es decir, que de no iniciarse un proceso propio con el ELN lo que finalmente se obtendrá es el amainamiento del conflicto armado en el sur y oriente del país, pero no su superación total en el territorio nacional, porque quedarán activos y envalentonados los frentes guerrilleros elenos en las montañas de importantes regiones del país, como el ABC – Arauca, Boyacá y Casanare, el Catatumbo, el Sur de Bolívar y Magdalena Medio, Nordeste y Oriente antioqueño, Bajo Cauca, Serranía del Perijá y Sur del Cesar, Nariño y Bota Caucana. Esto es, ni más ni menos, que dejar enmontados a la organización guerrillera que más se ha aplicado a la construcción de una estrategia de solución política y que ha mantenido su disposición y búsqueda de caminos con todos los gobiernos desde César Gaviria.
El Gobierno debiera ser claro con el país y la Comunidad Internacional y decirles, que pretende pactar con la guerrilla a la que cree que no podrá derrotar militarmente (FARC-EP), para después imponer los acuerdos o derrotar militarmente a la que si cree que podrá hacerlo (ELN); pero me temo que no lo hará y mucho menos porque yo lo diga, creo ahora que más que una estrategia para hacer la paz, lo que tiene es una estrategia para disminuir las amenazas al menor costo posible, al tiempo que mantiene el poder de los militares sin menoscabo alguno, que no son solo poder al interior del país sino que son un poder disuasorio y potencialmente ofensivo en el contexto regional, ideológica, política y económicamente adverso a los deseos de la clase dirigente Colombiana, a las rentas sin límites de las multinacionales y a la imposición imperial del Gobierno de Estados Unidos.
El trámite de los diálogos y negociación en La Habana, va bien, es el reporte que las partes han trasladado a la opinión nacional, lo cual permite prever que hacia el 2014 se estará firmando el acuerdo general. Obviamente esta será una noticia muy buena, pero no será el acontecimiento que de una vez por todas, ponga fin al conflicto armado interno, que el año entrante cumplirá medio siglo de existencia, porque sencillamente se solapará el conflicto continuado con el ELN y el estallido del postconflicto que ocurrirá con la dejación de armas por parte de las FARC, con lo cual podremos asistir no al renacer de una esperanza sino a un vórtice de violencias incontroladas.
Creo que aún el Gobierno está aún a tiempo de reflexionar y buscar la paz nacional, hablando y pactando con las organizaciones insurgentes revolucionarias, sin exclusiones ni menosprecios, porque como lo dijera el patriota y revolucionario ecuatoriano José Eloy Alfaro “en la demora está el peligro”; si el presidente Santos deja pasar más tiempo, puede ocurrir que cuando el Gobierno quiera el ELN haya decidido dejar su voluntad aplazada para hablar con otro gobierno futuro, o que cuando el ELN quiera el Gobierno ya no pueda, dados sus apremios reelectorales y de gobernabilidad.