Por: Revista Insurrección. Comando Central
El ritmo de la crisis social que vapulea a Colombia, se alimenta con los cambios progresistas que experimenta el continente Nuestro Americano y con la recomposición del tejido social nacional. El movimiento social colombiano se ha colocado en el centro de la confluencia política, demostrando capacidad de Ser con otros, para ser más nación.
Asistimos a un aumento progresivo de las luchas sociales de las mayorías colombianas asumiendo éstas, un sentido cada día mayor, de expresión nacional de sus demandas, lo que favorece un carácter más político de sus acciones de confrontación al Estado.
Anteriormente lo predominante eran las luchas dispersas y de cada uno con sus demandas; poco a poco la tendencia fue corriéndose hacia la unidad en la acción, alrededor de problemas comunes como los agrarios, mineros, educativos y en menor dimensión, los de los usuarios y trabajadores de la salud, los que han desatado niveles de movilización.
Luchas más articuladas
Permanecen las luchas regionales, que expresan niveles de identidad cocinadas durante mucho tiempo. Las regiones del Bajo Cauca antioqueño y del Sur de Bolívar movilizadas para enfrentar las políticas criminales del Estado en materia de minería y cultivos ilícitos. La larga resistencia campesina en el Catatumbo, que se mantuvo por varios días, demandando la reglamentación de la Zona de Reserva campesina en esa región, entre otros objetivos.
Resalta, la movilización de la región santandereana en la defensa del agua; de igual manera el despliegue de regiones como el Tolima, Cauca y otras. También la lucha regional de los trabajadores e indígenas de la Guajira en defensa del río Rancherías ante la intentona de la multinacional del carbón del Cerrejón, para desviar el curso del agua para explotar los yacimientos carboníferos.
Las movilizaciones de 2013, tienen entre sus protagonistas principales a los campesinos y productores agrícolas, los camioneros y los mineros informales y artesanales, también a los indígenas con sus mingas comunitarias nacionales por la vida, a los estudiantes universitarios, a los trabajadores de los enclaves agroindustriales y energéticos, a los pobladores regionales movilizados en defensa del agua y los derechos de la naturaleza ante la locomotora minera, a trabajadores informales y trabajadoras de hogares. Se trata como es lógico, de protestas relacionadas con el modelo económico vigente.
Existe una tendencia progresiva de indignación de sectores sociales ante la arbitrariedad, la prepotencia y el desconocimiento de sus aspiraciones, por una oligarquía que se vale de instituciones legislativas para imponer políticas que profundizan la crisis hacia las mayorías. Es la ira desatada ante la reforma a la educación, a la justicia, a la salud, ante los incumplimientos a acuerdos, la burla a la voluntad popular y las distintas expresiones de la prepotencia del poder como el del Procurador Ordoñez.
Las energías del pueblo desafían el miedo
El miedo a movilizarse está siendo desafiado por la gente. El dispositivo de la represión que se activa para enfrentar el ascendente estado de lucha popular es afrontado con la masividad de la lucha que desbarata la estrategia de contención estatal.
El movimiento social va apreciando la importancia de dispersar sus acciones en toda la geografía nacional, sometiendo a un sobre esfuerzo a las fuerzas represivas del régimen, que deben hacer frente a cientos de sitios de bloqueo de vías, a movilizaciones urbanas con los cacerolazos, a las tomas de calles, etc. El pueblo gana confianza en su propia fuerza.
Al mismo tiempo han ido asumiendo formas novedosas de comunicación, acordes a los nuevos tiempos de la comunicación global, enlazándose en redes sociales virtuales y redes sociales comunitarias de carne y hueso. Cualquier agresión hacia el movimiento es difundida en tiempo real al mundo. Un ejemplo es el entrelazamiento de la lucha contra el TLC, que fue un centro de movilización del Paro agrario nacional de agosto y simultáneamente se montaba en los medios comunicativos el vídeo de la destrucción de las semilla de arroz en el Huila.
El movimiento social va innovando en la formas de movilización y de presentación de las demandas que ganan más el sentimiento nacional de acompañamiento, activan la solidaridad y por tanto aumentan legitimidad de sus demandas llenándolas de justeza ante la sociedad. Son ejemplo de esto, la gesta estudiantil con los Besatones y los Abrazatones y recientemente la Enruanada de los Indignados paperos de Boyacá.
La gestación de convergencias
Se están constituyendo nuevos movimientos sociales agrarios, indígenas, mineros y energéticos, social estudiantil, los indignados de la justicia, y otros movimientos que se vienen desatando y coordinando al calor de la reivindicación de la justicia social, la democracia y la paz. Es el camino de la unidad de la acción entre movimientos sociales, como sucedió hace 25 años con el nacimiento de los movimientos cívicos populares.
Al mismo tiempo se han conformado agrupaciones más político sociales, entre ellas, la agrupación Dignidad Agropecuaria, Mesa de unidad y acción agraria –MIA-, la Central Nacional Agraria –CNA-, que se agregan a las que se van consolidando, como la Marcha Patriótica, el Congreso de los Pueblos, el Polo Democrático Alternativo y Pido la palabra. La tendencia es a debilitar las fronteras invisibles entre lo social y lo político.
Las tendencias de ahora son la revelación del largo proceso de organización social, que se ha venido cocinando en Colombia, en contra corriente del Estado que la busca desmantelar y golpear, por esto la acusa de ser agente del terrorismo, de ser agente desestabilizador.
Luces y sombras
Los niveles de unidad que se requieren para un actuar más unificado del campo popular y democrático, son deficientes porque hay procesos políticos históricos que poco han dialogado en la búsqueda de una táctica común de lucha.
La centralización nacional en determinados escenarios no debe disminuir el protagonismo de los movimientos regionales y locales, al contrario, la clave está en una armonización de las demandas y dinámicas hacia una globalización de la lucha.
Sigue pendiente seguir rompiendo la visión estrecha que opone la lucha social y la lucha política, y la lucha desde el interior de las instituciones con la desarrollada por fuera de ella. Dignidad Agropecuaria dio el paso de constituir un movimiento de acción política, que al mismo tiempo fortalece la expresión reivindicativa de su lucha. Esto es importante porque vuelve concreto el faro de la lucha popular, que no es otro que ser gobierno de esperanza social, de justicia y de cambios profundos en el modelo, para encontrarse con el torrente de los procesos democratizadores de América Latina.
Todavía la lucha por la paz no ocupa el lugar que debe tener en las agendas de los movimientos, muy a pesar de haberse realizado un Congreso de los pueblos por la paz, de la Marcha nacional por la paz en abril y los procesos de Constituyentes municipales. Sin un Movimiento por la paz es muy poco probable conquistar la participación del pueblo en la Solución política del conflicto y el parto de un Nuevo país. Así como hay movimientos sociales por la salud, la educación y otros, es necesario darle vida a este Movimiento de paz que rebase el marco de lo popular y se anide en la sociedad.
Una debilidad que comporta el movimiento social colombiano es la poca incidencia en los escenarios latinoamericanos y mundiales, que facilite los entronques y viabilice el carácter continental de las luchas y construcciones nacionales.
Indudablemente se necesita caminar hacia unos mayores escalones en la unidad social y política, que proyecte una Plataforma unitaria nacional, que cualifique lo ganado en confluencias en la acción y en la organización; desatar una amplia lucha por una verdadera, real y protagónica democracia que libere las fuerzas transformadoras de la sociedad y arrebatarle la bandera de la paz al régimen con nuevas iniciativas.














