Por: Marcela Atheortua
Envidia de la fea que me da, cuando voy a una feria del libro y salgo llena de antojos de caprichos que leer y sin un solo libro bajo el brazo…. Pero necesito actualizarme y darle alimento a mi espíritu e intelecto.

Envidia de la fea que me da, y hasta vergüenza aceptar, la invitación para ir el lanzamiento de un libro y no poderlo comprarlo… pero necesito sentirme en comunidad académica y con sentido de cuerpo.
Envidia de la fea que me da y hasta vergüenza, tenerle que pedir al conductor del bus que me lleve por mil, por la de atrás, para poder llegar a trabajar…
Envidia de la fea que me da y hasta algo de vergüenza, tenerle que pedir cada mes a la señora de la casa que me espere un poquito para pagarle el arriendo… pero mis hijas y yo, necesitamos un techo, aunque sea provisional.
Envidia de la fea que me da y hasta vergüenza siento, cada mes, para abonar a la cuenta que tengo en la tienda de puro mercado… pero mis hijas y yo necesitamos comer.
Envidia de la fea que me da, no poder comprar el mercado en grandes superficies y llevar los productos que mis hijas ven en televisión y con los cuales se sienten presionadas por comer o consumir.
Envidia de la fea que me da, no poder ir más seguido a la peluquería, para que me hagan un corte bien bonito, una tintura o las uñas. Las uñas no solo las llevo tan cortas y despintadas como puedo, por comodidad, sino por que es más barato…
Por qué ser profesora es sinónimo de pobreza… y ser profesora con el decreto 1278 es sinónimo de miseria…
Envidia que me da con otras profesiones más dignificantes y mejor pagas…
Envidia que me da y de la fea con otras personas que pueden tener un proyecto de vida personal y académico como lo soñaron, o tan sólo que se acerque un poco a la utopía… y no que se viva como en una anacronía…














