Por: Tramas Y Contrahegemoníaweb
Cuando nos acercamos a los 48 años del inicio del golpe genocida cívico militar nos encontramos con una situación que no hace mucho tiempo resultaba imposible imaginar. El gobierno de una ultraderecha filofascista que encarna una ofensiva brutal del capital en todos los planos, tanto materiales como simbólicos.
Presentamos el dossier “24 de Marzo: 48 años. Las batallas por la memoria”, que ha sido elaborado de manera conjunta por ContrahegemoníaWeb y Tramas. Se irá publicando en el transcurso de la semana y culminará con la cobertura de la marcha del día 24.
Cuando nos acercamos a los 48 años del inicio del golpe genocida cívico militar nos encontramos con una situación que no hace mucho tiempo resultaba imposible imaginar. El gobierno de una ultraderecha filofascista que encarna una ofensiva brutal del capital en todos los planos, tanto materiales como simbólicos. Ese ataque incluye, como no podía ser de otra manera, una lógica negacionista del terrorismo de Estado que en más de un caso se torna reivindicación directa. Este escenario nos obliga a profundizar en pensar los vínculos que unen y articulan aquel pasado con este presente. Necesitamos encontrar formas nuevas para combatir ese discurso sabiendo que cualquier ejercicio de memoria de les de abajo es un campo de batalla, de disputa atravesado por la lucha de clases.
Partimos de algunas certezas. El golpe del 24 de Marzo con un terrorismo de Estado hasta allí inédito –embrionariamente esbozado anteriormente en la Triple AAA y de manera más directa en el Operativo Independencia en Tucumán durante el anterior gobierno peronista- vino a desarticular, aniquilar, disciplinar un entramado organizativo, material y subjetivo, múltiple y diverso presente en las clases subalternas. Un grado de organización de la clase obrera expresado en la consolidación por abajo de centenares de comisiones internas y cuerpos de delegados que, como señalaba Adolfo Gilly en su pionero trabajo “La anomalía argentina”, se transformaba en una fuerza social que reiteradamente dificultaba la reproducción del capital en el mismo lugar central donde esta se genera: los centros fabriles.
Una cultura de lucha y de organización que se había consolidado y fortalecido en el largo ciclo de luchas ubicado entre el golpe de 1955 a 1973 y continuado en el tercer gobierno peronista. Se expresaba en el crecimiento exponencial de organizaciones revolucionarias –armadas o no- forjadas en prácticas insurgentes. En los sacerdotes y monjas tercermundistas de base que cuestionaban los fundamentos reaccionarios de las cúpulas eclesiásticas. En un movimiento estudiantil que rompía los muros que separaban las universidades y centros de estudio de los barrios populares. En la existencia de un pensamiento crítico y una cultura de la protesta que anidaba en amplias franjas de la sociedad.
En la aparición embrionaria de grupos feministas y de disidencias. En el cuestionamiento profundo del capitalismo existente en ese momento se encuentra un núcleo central de aquellas búsquedas y practicas. La dictadura cívico militar se propuso destruir todo eso y refundar la Argentina en su sentido más perverso. Allí está la explicación última del genocidio. Esa búsqueda consciente de destruir todo sustento donde pueda asentarse una política emancipatoria de las clases subalternas, es un arco que une y articula a la dictadura con la ultraderecha actual, salvando distancias y contextos. El sueño reaccionario de que no exista ningún tipo de límite para la explotación del capital.
En segundo lugar, la dictadura no pudo lograr todo lo que buscó por la enorme resistencia de todo tipo que encontró por abajo. En las peores condiciones se sostuvieron diversas acciones populares en distintos ámbitos contra los que chocaron los designios de la dictadura. Sin embargo, con el retorno de la democracia liberal en 1983 un objetivo de esa ofensiva se vio plasmado. La idea que se hizo carne en gran parte de la sociedad, de que no se podían cuestionar las estructuras socioeconómicas del país capitalista.
Se diseñaron y aceptaron los límites de lo que no se podía cambiar, desterrando al reino de lo imposible e innecesario todo proyecto revolucionario a los que se asociaba a una violencia que había generado la violencia de arriba. La teoría de los dos demonios hacía su aparición bajo versiones o matices diferentes pero unidos en su funcionalidad para perpetuar lo existente. Paradójicamente esos límites trazados contribuyeron a la degradación social de la propia democracia liberal con su multiplicación de la precarización y la pobreza. Esa declinación social constante, aunque no lineal, de la democracia parlamentaria se tornó fundamento esencial para la reproducción y consolidación de la ultraderecha actual. Otro vaso comunicante entre la dictadura, sus consecuencias y el presente.
En tercer lugar, fue la dictadura la que utilizó la ilegítima, fraudulenta e ilegal deuda externa como una calesita en la que los bancos y las empresas multinacionales se “prestaron” miles de millones de dólares, para luego cargársela al Estado y asegurarse un negociado millonario mediante el “pago serial” de todos los gobiernos democráticos posteriores y con la apropiación del patrimonio estatal en los 90, lucrando con hiperinflaciones, fuga de capitales y nuevos ciclos de endeudamiento.
Los mismos grandes grupos económicos locales e internacionales que hoy intentan desmantelar lo que subsiste de derechos sociales, apoyando el intento de desguace de la ultraderecha, fueron los beneficiarios de aquel saqueo que se sostuvo con el genocidio. La doctrina de shock mediante la que impulsan una estanflación que discipline a las clases populares, busca reproducir aquellos escenarios de modificación profunda de las relaciones sociales de fuerza. Esos empresarios, que fueron parte y se beneficiaron con la sangrienta dictadura cívica, militar y eclesiástica, que no sólo no fueron juzgados ni encarcelados –con algunas excepciones escasas pero emblemáticas- juegan un rol central en los apoyos del nuevo gobierno. Hay allí otro hilo conductor que une la dictadura con la actualidad.
Ninguna victoria está asegurada para siempre en el marco del predominio casi universal del capital. De allí que concebimos este dossier como un aporte, un grano de arena más, para armarnos de herramientas, argumentos, convicciones, esperanzas renovadas en el marco de ese enfrentamiento político, cultural, contra esas concepciones que intentan retornar, pero también recrearse, para tornarse sentido común hegemónico.
Enfrentar la actual ofensiva del capital supone encontrar esas articulaciones y relaciones. Rememorar como forma de enfrentar la barbarie que se presenta como supuesta modernidad y progreso. De la mano con las movilizaciones y construcciones de todo tipo que empiezan a desarrollarse por todo el país. No perdiendo de vista las dimensiones regionales y mundiales de esa ofensiva para tejer nuestras solidaridades internacionalistas por abajo. Desde miradas diversas pero que tienen en común una voluntad de lucha y profundidad en su análisis. Tejiendo praxis de cara a la memoria, la verdad y la justicia sin resignarnos al mal menor y la repetición de lo existente. Desde ese lugar de enunciación y de vitalidad es que desde Tramas y Contrahegemonía construimos este dossier. Como un nuevo paso que junto a les compañeres de Herramienta nos encuentre juntos/as en un nuevo portal.
A 48 años de la dictadura seguimos luchando por una sociedad socialista y nos enfrentamos al enorme desafío de construir un proyecto político que rescate el sueño de las y los 30.000, Ese sueño que nos recuerda Juan Gelman en su poema Nota XII, alentándonos a recuperarlo y a mejorarlo:
“…y los pedacitos rotos del sueño ¿se juntarán alguna vez?
¿se juntarán algún día pedacitos?
¿están diciendo que los enganchemos al tejido del sueño general?
¿están diciendo que soñemos mejor?”