“Las señales de guerra en el horizonte son claras. La guerra, como el miedo, también tiene olor. Y ahora se empieza ya a respirar su fétido olor en nuestras tierras.” SUBCOMANDANTE MARCOS:
"Aquí hay una articulación directa de paramilitares (también indígenas) con policías, militares y autoridades,
que tiene el propósito de atacar a los zapatistas", señaló Ernesto Ledesma.
_ CALDERÓN ARREMETE CONTRA LAS COMUNIDADES ZAPATISTAS
_ GRUPOS PARAMILITARES CAUSAN TERROR ENTRE LA POBLACIÓN
_ AMENAZADA LA AUTONOMIA INDIGENA.
La guerrilla zapatista y sus simpatizantes asentados en Chiapas soportan la mayor embestida del Estado de los últimos 10 años, ignorada por casi todos en este país, denunció Ernesto Ledesma, director del (no gubernamental) Centro de Análisis Político e Investigaciones Sociales y Económicas (CAPISE) de Chiapas.
Según este centro, en las últimas semanas se detectó una creciente presencia
de uniformados y acción concertada con grupos paramilitares.
Además, instituciones agrarias emprendieron un "irregular" reparto de las tierras que habían sido ocupadas por indígenas cuando el EZLN se alzó en armas, en enero de 1994. Se están entregando títulos de propiedad sobre unas 250.000 hectáreas, discriminando a todos los simpatizantes zapatistas, sostuvo Ledesma. "Como no había sucedido desde 1998, unas 30 comunidades zapatistas están sometidas a fuertes presiones militares, paramilitares y de autoridades con la intención, suponemos, de mermar la fuerza del EZLN". "La situación en Chiapas es grave y la violencia aumenta, esto debe conocerse".
Reportes del gobierno de Fox, respaldados por varios investigadores, indican que el EZLN controla administrativa y políticamente 15% de Chiapas, de 75.634 Km2 de extensión. En esa zona, donde no operan los programas sociales del gobierno, viven unas 100 mil personas, la gran mayoría indígenas pobres y marginados.
Allí habría unos 5 mil hombres, en general mal armados, que constituyen las bases militares del EZLN. Pero el zapatismo ha abandonado toda acción ofensiva. El CAPISE sostiene que la autonomía indígena en la zona zapatista es un hecho y asegura que allí funcionan programas de salud, educación y desarrollo propios, pero están cada vez más amenazados por la presencia militar y paramilitar y por la presión de campesinos contrarios a la insurgencia.