Por: EI Problemas Rurales y Ruralidades
Puerto Antioquia simboliza la expansión capitalista: una obra de 774 millones de dólares que impacta ecosistemas y comunidades en Urabá, mientras consolida el control de élites económicas y políticas.
PUERTO ANTIOQUIA:
UN ATENTADO CONTRA LAS COMUNIDADES AFROCAMPESINAS DE URABÁ Y LA BIODIVERSIDAD DEL PLANETA(1)
Equipo de Investigación Problemas Rurales y Ruralidades(2)
Diciembre 20 de 2024
Puerto Antioquia es el sueño cumplido de una élite económica y política que tenía en mente esta gesta desde mediados del siglo XX. Una apuesta de semejante magnitud sigue las leyes del despojo inherente al capital en su fase expansionista-imperialista: no hay un solo lugar, en cualquier parte del mundo, donde estos proyectos se hayan implementado sin violentar pueblos y culturas, y sin deteriorar ecosistemas vitales para la existencia humana; dicho en otros términos, sin explotar y destruir parcialmente las únicas fuentes de riqueza de la sociedad: seres humanos y naturaleza.
Con una inversión de 774 millones de dólares y capitales en dinero provenientes del Banco Interamericano de Desarrollo, Global Infraestructure Partners, BANCOLDEX, Financiera de Desarrollo Nacional y DAVIVIENDA, (Banacol, Uniban) y el grupo empresarial antioqueño, Puerto Antioquia es una mezcla de capitales y élites nacionales e internacionales: la concreción perfecta del capitalismo-imperialista. Así, el puerto, será uno de los enclaves más importantes de esta parte del hemisferio para el comercio mundial.
Es una obra monumental que consta de un viaducto de 3,8 kilómetros con un muelle para carga y un puerto seco de, aproximadamente, 11 hectáreas en las que se realizarán otras actividades logística. Impacta directamente las comunidades y Consejos Comunitarios de Puerto Girón, Nueva Colonia, Ríogrande, Los Manatíes, Los Mangos y Bocas del Atrato, cuyos territorios comprenden los ríos León, Atrato, Apartadó, Currulao y el Golfo de Urabá.
Como lo escribimos al comienzo, Puerto Antioquia, al igual que toda megaobra, no pudo construirse sin expoliar los territorios (espacio y comunidades) y sin el respaldo económico-político del Estado. En 2012 y 2016 recibieron la licencia ambiental por parte de la ANLA, y entre 2017 y 2018 el Ministerio del Interior afirmó que no era necesaria una consulta previa pues no encontraron comunidades afro en la zona.
Contrario a tal afirmación, a mediados de los años 40 del siglo XX comunidades afrocolombianas empezaron el proceso de poblamiento del territorio(3) que hoy se ve impactado; por tal razón, los impactos no pueden medirse, exclusivamente, con una vara puramente legalista, pues, como se sabe, las contradicciones sociales suelen rebasar la norma jurídica.
A lo anterior se suma, según diversos estudios y sentencias judiciales, que la zona donde hoy se construye el puerto ha sido escenario, desde décadas anteriores, de amenazas, muertes selectivas, masacres, desplazamientos y despojo de tierras por parte, principalmente, de grupos paramilitares.
En un territorio donde antaño abundaba la biodiversidad, se impuso un paisaje de monocultivos y concreto que ha generado fracturas ecológicas como resultado de la extracción maderera, agroindustria de banano, ganadería extensiva y, recientemente, la construcción del puerto.
Las afectaciones son evidentes sobre ecosistemas hídricos y el bosque húmedo del Chocó biogeográfico; fauna propia de la región como las especies de primates (tití cabeciblanco, mono araña, mono aullador, mono cariblanco y mono nocturno); peces (bocachico, bagre, moncholo, entre otros); osos perezosos, iguanas, zorrillos, guartinajas, etc.; flora abundante como las especies de almendro de río, ceibo, chagualo, caracolí, mangle rojo y negro; y fuentes hídricas, especialmente los ríos y el mar.
Estas transformaciones sobre ecosistemas estratégicos, esenciales para la existencia de la vida humana, generan, al mismo tiempo, modificaciones en las prácticas de tradición afrocampesina. La cultura anfibia que tiene lugar en esta zona desde mediados del siglo XX está en riesgo de desaparición como resultado de un puerto que ahora ocupa playas, terrenos de bajamar, zonas marítimas y ríos, sumados a la contaminación de los afluentes hídricos, los fondos marinos y alteración de las cadenas tróficas de peces. Este conjunto de
factores ha disminuido las actividades pesqueras de subsistencia y, por tanto, viene forzando al campesinado a enfrentarse con diferentes escenarios:
1- recurrir a labores que los alejan de la tradición campesina como la semiproletarización agrícola(4), mototaxismo, empleados de servicios varios, entre otros;
2- asumir el encarecimiento de las faenas de pesca por tener que desplazarse estrictamente a mar abierto, con un gasto mayor de combustible y un desgaste de los medios de producción;
3- como resultado del punto anterior, menores niveles de ganancia y más tiempo de trabajo;
4- disputarse con la empresa los lugares tradicionales de pesca donde ahora están instalados los pilotes del puente. Adicionalmente, como consecuencia de la sedimentación de ríos que incrementará niveles de agua generando inundaciones, habrá una posible disminución en la agricultura campesina.
Así pues, se deja entrever un futuro amargo para el campesinado afropescador y agricultor despojado de la pesca y los cultivos, incluyendo los saberes que se constituían a partir de estas prácticas económicas, y todos los ecosistemas que le posibilitaban su existencia y subsistencia. Los impactos socioambientales causados por Puerto Antioquia son objetivos, y las reflexiones que se plasman en este texto no son un anhelo por retornar a un pasado que, presuntamente, fue mejor para estas comunidades.
La perspectiva crítica nos posibilita comprender que estos ecosistemas y comunidades han existido bajo el dominio del modo de producción capitalista, el mismo que actualmente las asfixia con más fuerza en detrimento de todas las formas de vida. No se trata, por tanto, de una defensa romántica, sino de denunciar el aniquilamiento de las condiciones naturales que posibilitan la preservación de la vida, no solo de las comunidades que allí residen, sino –como se señaló – de la humanidad en su conjunto.
Con lo anterior, este equipo académico que se mueve a partir de la investigación científica y de la crítica como precepto político, se pone al servicio y se posiciona políticamente del lado de las comunidades afrocampesinas afectadas, a lo largo de la historia, por el extractivismo, la agroindustria monocultivista, la estrategia paramilitar y, ahora, Puerto Antioquia. Asimismo, se vincula a sus luchas por múltiples razones:
1- las comunidades campesinas -en este caso afro- siguen siendo el eslabón más importante para la producción de alimentos que abastecen pueblos y ciudades de Colombia y el mundo;
2- preservar la diversas formas de vida campesina y al campesinado en sí, es una barrera al aniquilamiento y el intento de homogenización burguesa; al tiempo, para quienes pensamos que podemos forjar un mundo radicalmente distinto al legado por el capitalismo, es una cuestión táctica que este sector del pueblo resista y subsista, y se engrane a luchas estructurales contra el capital;
3- nos oponemos a la destrucción de los ecosistemas naturales estratégicos con el fin de obtener ganancia a toda costa: son vitales para la prolongación de la vida humana en el planeta.
Si queremos un mundo radicalmente distinto al legado por el capital y su afán de ganancia a toda costa, en una sociedad como la colombiana se requiere defender y sumarse a las luchas campesinas y, luego, tener la capacidad y conciencia política de engranar a estos pueblos oprimidos no a disputas puramente territoriales y parceladas, sino a la lucha por una sociedad distinta que se imponga al capitalismo-imperialista que nos tiene al borde de la extinción.
Notas:
1.Esta parte del golfo donde se construye el puerto y de la que versará este texto, con el bosque húmedo como ecosistema predominante en el que convergen humedales de distintos tipos (ríos, lagos, lagunas, caños, mar), tiene todas las condiciones para que, como en otros rincones del mundo, se origine la vida de la que después se nutren y crean otras formas de existencia, incluyendo la humana. Por tanto, los impactos de esta megaobra no son estrictamente locales: afectan el planeta entero y la vida en sociedad.
2.Desde el año 2018, el equipo de Investigación Problemas Rurales y Ruralidades de la Universidad de Antioquia ha venido estudiando las afectaciones (cambios) a la Estructura Socioeconómica Rural (abordada anteriormente como ‘estructura agraria’) en distintas subregiones del departamento de Antioquia y el Caribe colombiano. Uno de los territorios donde hemos centrado las investigaciones es Urabá. Allí, nos hemos enfocado en levantar información en zonas concretas donde la agroindustria y las megaobras han hecho presencia despojando ecosistemas naturales y culturas campesinas.
3.La sentencia T-470 de 2024, en la interpretación de las zonas de impacto e influencia para realizar consulta previa, determinó que el territorio es una espacialidad geográfica que le permite a los pueblos étnicos desarrollar sus prácticas económicas, políticas y culturales. Así, más allá de constructos conceptuales, jurídicamente el territorio es espacio y prácticas humanas. Por eso el territorio étnico es más amplio –conceptual y jurídicamente – que la zona de impacto.
4.Que, en estos contextos, nunca es un hecho emancipador o progresista producto de revoluciones sociales, sino, más bien, todo lo contrario. La semiproletarización genera relaciones de producción más oprobiosas y explotadoras que la misma condición campesina, en la medida en que, a través de ella, se facilita al capitalista el aumento de sus ganancias, dado que puede reducir su inversión en medios de producción y fuerza de traba
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