Por: Por Mario Alejandro Valencia, director de Cedetrabajo.
Sistema de salud basado en el aseguramiento individual. Nuevas responsabilidades a los entes territoriales que no tienen suficientes recursos. Construcción de vivienda basada ganancias de grandes constructores (...) entre los componentes del Plan Nacional de Desarrollo del actual gobierno

Es común, para el caso colombiano, que los planes de desarrollo se conviertan en una especie de extensión de las promesas de campaña, que después no se cumplen.
Según balances oficiales, las del gobierno de Juan Manuel Santos se cumplieron en 78%.
El Plan Nacional de Desarrollo que el gobierno de Iván Duque acaba de presentar al Congreso de la República, además de frases grandilocuentes, tiene pocos elementos de política pública, y en esencia busca la continuidad del modelo económico, como es obvio.
Algunos ejemplos:
- Sistema de salud basado en el aseguramiento individual.
- Nuevas responsabilidades a los entes territoriales que no tienen suficientes recursos.
- Construcción de vivienda basada ganancias de grandes constructores.
- Estimular las cotizaciones a pensiones dentro del esquema de ahorro individual.
- La idea de eliminar el salario mínimo.
- Reducir los subsidios.
- Nuevas privatizaciones con el pretexto de la simplificación.
- Abordaje de los problemas del cambio climático desde el punto de vista exclusivamente finan ciero y comercialización de la biodiversidad.
Según el Plan, en el cuatrienio el país invertirá $ 1.100 billones, de los cuales $ 366,5 billones vendrían del sector privado. Como resultado, el PIB crecería al 3,8 % en promedio anual, se crearían 1,6 millones de empleos y la pobreza monetaria se eliminará para 2 millones de personas. Suena bonito y, con seguridad, despertará aplausos en el Congreso, pero vale la pena analizar qué tanto de ficción tiene.
El 47,1% de los recursos de inversiones del Plan se dirigirán a la equidad, nombre que se le dio al gasto social (incluso desfinanciado por cuenta de la reciente reforma tributaria), que en materia de subsidios enfatiza el asistencialismo más que la producción. Por supuesto, los títulos de los pactos son rimbombantes: “salud para todos”, “primero los niños” “educación con oportunidades para todos”, “trabajo decente”, “que nadie se quede atrás”, que hace recordar las promesas del gobierno anterior, con “Prosperidad para todos” y “Todos por un nuevo país”.
Para el emprendimiento y la productividad, el único eje del Plan que pudiera tener algo que se parezca a la transformación productiva que requiere el país, se destina el 2,2 % de las inversiones; a la ciencia y la tecnología el 1,9 %; y a la transformación digital el 1,5 %.
Como era de esperarse, a la defensa, justicia y seguridad, se destina el 10,1 % de las inversiones. A pesar de que buena parte del plan está dedicado a la llamada “economía naranja”, con ejes como: la “juventud naranja”, el “incremento de la demanda interna por productos culturales”, el “emprendimiento de base artística”, las “fábricas creativas” y el “valor agregado naranja”, es evidente, que este es un sector ampliamente informal. No existe un respaldo industrial y tecnológico, sino que depende en su mayoría de las iniciativas privadas y del talento de los “emprendedores” individuales y dispersos.
Según las simulaciones del Plan, 40 puntos básicos de crecimiento del PIB en los próximos años estará ligado al “choque petrolero” y al incremento en las regalías, es decir, depende de la lotería de los altos precios del petróleo y no de incrementos sustanciales en la producción agraria e industrial.
Mientras tanto, el “impulso a la economía naranja” representará solo 10 puntos básicos de crecimiento del PIB y generaría tan solo 56.000 nuevos empleos entre directos e indirectos, el 4% de la meta total de creación de puestos de trabajo.
Por su parte, la educación representaría el 0,0 % (cero coma cero por ciento) del crecimiento del PIB.
Por último, las proyecciones de precios de petróleo parecen elaboradas por un astrólogo, más que por economistas serios.
Según el Plan, en los próximos cuatro años el precio promedio del petróleo será de USD 75 por barril, USD 10 más alto que el precio promedio de los últimos cuatro años y USD 12,36 más alto que las proyecciones de la Administración de Información Energética de Estados Unidos para los próximos dos años.
Asimismo, el sector que más crecería es el financiero, en promedio 5,1 % al año. También se sobreestima el ritmo de crecimiento de la economía mundial y el de los precios del carbón, entre otros.
El Plan Nacional de Desarrollo revela que la orientación económica del país seguirá atada a la minería soportada en la inversión extranjera y en la especulación financiera.
Las proyecciones están infladas, el plan de inversiones muestra que no hay ninguna apuesta seria por la competitividad ni por la diversificación productiva y deja al desnudo que la “economía naranja” llevará a la comercialización y desnacionalización de la cultura, los medios de comunicación y otras actividades incluidas en este sector.
Nada en el plan implica un replanteamiento de las políticas fallidas, ni de la concentración de la riqueza, ni la mejora de los ingresos de la población.
Un Congreso serio debería rechazar este mal llamado Plan.
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