Covid-19 o la transgresión de límites ecológicos y sociales

Linea Territorio y despojo

Por: Fredy Cante. La Silla Llena

Un problema adicional con esta peste es que el miedo nos puede matar antes que la enfermedad. Borges decía que el cobarde muere miles de veces antes de la batalla. En el caso del Covid-19, una atmósfera mediática de terror exagerado y unos controles draconianos a los más elementales procesos de circulación y encuentro pueden magnificar los impactos de este malestar o generar nocivos movimientos de horda.

 

 

covid viaja

La colosal velocidad y dispersión global del virus Covid-19 obedece a que estamos en un mundo excesivamente globalizado: con la creciente red de comunicaciones y transportes el planeta se nos queda tan pequeño como una aldea global.

Nuestros límites no terminan en la piel

Como seres sociales y biológicos somos flujo y movimiento. Arrojamos y recibimos diversas externalidades positivas y negativas todo el tiempo.

El Covid-19 se transmite muy fácilmente porque todavía somos humanos -demasiado humanos- porque respiramos, hablamos y tenemos contactos amistosos, afectivos y sexuales que van más allá de lo distante (visual) y que involucran el gusto, el olfato y el tacto. También porque estamos expuestos a malos encuentros involuntarios que, producto de la congestión y las multitudes, nos transforman en desgraciados receptores de voces, flujos, toses y olores indeseados.

En lenguaje más frío y técnico, este virus viaja en la saliva, los mocos y las lágrimas: basta que alguien infectado tosa o estornude sobre otra persona o deje salpicado un objeto que luego otros más toquen. Por eso recomiendan el uso de mascarillas muy tupidas para que usen quienes cuiden a algún enfermo con ese virus. En general sugieren el frecuente lavado de manos para todos los que mantenemos diversidad de relaciones y transacciones y que no podemos evitar el contacto con gente o con cosas.

Transgresión de límites ecológicos

El origen del Covid-19 se debe a nuestra modalidad anti-ecológica de desarrollo económico. Aquí se resalta que como víctimas o cómplices de la globalización, literalmente, devoramos el planeta a través de viajes y compras de gran variedad de bienes y servicios provenientes de los más diversos y disímiles lugares del mundo. También se hace énfasis en que el crecimiento en general y en particular la modalidad de crecimiento capitalista ha implicado la invasión y arrasamiento de diversos ecosistemas.

De acuerdo con Aizen, debido a la deforestación, al tráfico de especies y al extractivismo, el ser humano también resulta invadido por microbios de los ecosistemas dañados y alterados. Entonces estrena nuevos virus y enfermedades. Por su parte Shah, argumenta que debido a la invasión de ecosistemas y al imponer monocultivos que desplazan a manadas salvajes, los animales afectados nos dejan también sus regalos envenenados.

El virus viaja en avión, el miedo a través de Internet

La colosal velocidad y dispersión global del virus Covid-19 obedece a que estamos en un mundo excesivamente globalizado: con la creciente red de comunicaciones y transportes el planeta se nos queda tan pequeño como una aldea global. El brote de Covid-19 surgió a finales de Diciembre de 2019 en Wuhan, una populosa ciudad de 11 millones de habitantes, en China (la segunda economía del mundo con más crecimiento, después de Estados Unidos). En los primeros 70 días del presente año se ha propagado, en promedio, a casi dos países por día: ha paralizado la gigantesca economía China.

Ya está en más de 121 países; por lo pronto se concentra, con la más alta intensidad, en algunas de las economías más opulentas de los países del norte. Aunque las estadísticas aún no son concluyentes (debido a casos no registrados y tardía detección de síntomas o resultados finales), en los casos cerrados (gente sanada o muerta) se registra un 6 por ciento de casos mortales y en los casos activos un 11 por ciento de gente en estado crítico. Esto se puede ver, casi en tiempo real, en portales con cifras y mapas permanentemente actualizados como el que citan (Bernard, S. & Tilfor, C) y (Worldometer)

Un problema adicional con esta peste es que el miedo nos puede matar antes que la enfermedad. Borges decía que el cobarde muere miles de veces antes de la batalla. En el caso del Covid-19, una atmósfera mediática de terror exagerado y unos controles draconianos a los más elementales procesos de circulación y encuentro pueden magnificar los impactos de este malestar o generar nocivos movimientos de horda.

Un virus más veloz que el capital

En albores de la oleada globalizadora neoliberal, el heterodoxo economista Hirschman mostraba la evolución del capital como una propiedad dotada de altísima movilidad e ínfima detectabilidad, diseñada para evadir regulaciones sociales y estatales e impuestos.

En las últimas décadas ha aumentado mucho más tales atributos del capital: creación de nuevas formas de dinero y circulación de este a través de céleres y disimuladas transacciones en Internet; castigo y desestabilización a países herejes por parte de banqueros y fuga de capitales; crecimiento y expansión de los emporios transnacionales a todos los confines del mundo; incremento de los flujos de materia prima vegetal y mineral que se extraen de países periféricos con destino a los imperios desarrollados; control de la información y diversos activos intangibles por parte de nuevos emporios económicos como Facebook, Amazon, Google y Apple.

Una primera paradoja de la globalización consiste en que tiende a reducirse la ya exigua movilidad de personas, en particular de gente pobre y de mano de obra barata. La construcción y consolidación de muros de la infamia por parte de Estados Unidos, Israel y diversos países de Europa y los nuevos brotes de xenofobia muestran más la esencia excluyente del capitalismo: mantener alejados y confinados a los más pobres.

Una segunda paradoja es que existen microbios como el virus del Covid-19 que viajan con más celeridad que el capital y son mucho menos detectables. La propagación de este virus en pocas semanas por todo el planeta y con más intensidad en las geografías de países desarrollados (China, Alemania, Estados Unidos, etc.) pone en serios aprietos no tanto a la población como a la buena salud del sistema económico.

En un reciente reporte periodístico de la BBC se muestran algunos estragos económicos que deja el Covid-19, a saber: posible reducción en el crecimiento económico para el presente año en todo el mundo y en las principales economías como Estados Unidos y China; ostensible disminución de las compras de autos en China; fuerte frenazo de la actividad económica en China a tal punto que se reporta una considerable (¡y bastante sana!) reducción de los gases de efecto invernadero; disminución y cancelación de vuelos, sobre todo a países más afectados por el virus como China e Italia. A esto se suma el nerviosismo de los especuladores y la disminución de las principales acciones en las más importantes bolsas del mundo. Lo único que registra un alza importante es el oro, justamente una especie de seguro para los especuladores de en tiempos de gran incertidumbre.

Población, crecimiento y emisiones que rebasan todos los límites

El biólogo Ehrlich en 1968 mostró que el impacto de la actividad humana en el planeta depende de tres factores, a saber: población, afluencia (crecimiento económico) e impacto negativo de las tecnologías en el medio ambiente el cual incrementa las emisiones nocivas como las de gases efecto invernadero.

Este autor argumentó que el notable incremento de la población es el problema ecológico más grave.

Hasta el año 10.000 A. C. la humanidad se había mantenido por debajo de 1 millón de seres. En tiempos de Cristo estuvo en unos 190 millones. A comienzos del siglo XX llegaba a 1.65 billones; en albores de la crisis económica del 29 ascendió a 2.000 millones de individuos; en pocas décadas la población humana se ha acrecentado al punto de que hoy supera los 7.000 millones y antes de finalizar el presente siglo podría haber llegado a 10.000 millones.

Medio siglo antes que el brutal Trump, el científico Ehrlich planteó que Estados Unidos debería cerrar sus fronteras para impedir la llegada de migrantes pobres (nocivos ellos por sus pretensiones de migrar para ascender al anti-ecológico nivel de vida de la clase media gringa).

Las preferencias reveladas de gobernantes y empresarios muestran que, en la ecuación planteada por Ehrlich, resulta inamovible el crecimiento económico. Si acaso se plantean soluciones técnicas para reducir el impacto nocivo de la tecnología, mediante mejoras para reducir emisiones nocivas de gases efecto invernadero y una suave transición energética (abandonando el carbón pero dejando el gas y el petróleo, postergando aún más el uso de energías limpias como la solar y la eólica). El factor más deleznable de la mencionada fórmula es entonces el de la población: no importa que muera la gente sobrante, en particular los más pobres.

En el mundo existen millones de muertes que no causan escándalo ni dolor pues se trata de gente confinada en sus territorios que muere por carencias o excesos inherentes a su situación socio-económica o por malestares que no se contagian.

En el extremo más pobre (el de los famélicos) más de 800 millones de personas son pobres y padecen hambre. Al año mueren 9 millones de seres humanos por hambre. Cada 10 segundos fallece un niño por falta de alimento.

El Sida hace parte de las llamadas enfermedades huérfanas, para estas no hay cura que permita mantener sana la economía de los grandes negociantes de medicamentos. Sintomáticamente la mayor parte de casos se concentra en el África sub-sahariana, en el sudeste asiático y en Suramérica. Existen más de 35 millones de víctimas de esta enfermedad en el mundo.

En el extremo engañosamente opulento del consumismo (el de los obesos que suman unos 650 millones de personas), existen millones de individuos que mueren a causa de enfermedades causadas por malas dietas intensivas en alimentos procesados con azúcar y grasas. También por el tabaco, el alcohol y la existencia sin adecuada actividad física. Al año hay cerca de 18 millones de muertes por enfermedad cardio-vascular.

Debido a la contaminación inherente a diversas ocupaciones laborales, a las dietas comunes y a la congestionada vida urbana existen diversos cánceres que año matan a casi 10 millones de personas.

La pésima calidad del aire, en particular el de las atestadas y gigantescas urbes, extermina anualmente a más de 6 millones de individuos.

Por lo pronto las muertes por Covid-19 están superando los casos de muerte por terrorismo (24.000 al año) y posiblemente podría superar las muertes por accidentes de tránsito (con 1.2 millones de muertes anuales).

Vivir dentro de los límites

Una lección que forzosamente estamos aprendiendo, algo que no ha logrado la alerta de intelectuales ni el activismo valiente de jóvenes como Greta Thunberg con sus persistentes llamados a huelgas para detener el calentamiento global, es la del sano arte de parar. La cancelación de vuelos y la inactividad económica debería motivarnos a generar un mundo con decrecimiento, más ocio, economías a pequeña escala y limitadas en ámbitos locales. Se trata de vivir dentro de unos límites que nos impidan generar mayores daños a la naturaleza.

tomado de: https://lasillavacia.com/silla-llena/red-verde/covid-19-o-la-transgresion-de-limites-ecologicos-y-sociales-72139

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