Paz, Participación y Desarrollo. Entre el conflicto armado y la esperanza Caso San Carlos, Antioquia. (Libro)

Observatorio K.

Por: IPECAL- REDIPAZ - Editorial Kavilando

El presente libro resalta diversos cuestionamientos que derivan del análisis de la información recabada en campo, en el municipio de San Carlos (Antioquia), dando cuanta de: la tensión que emergen entre la construcción de paz y el discurso del desarrollo, un Estado cooptado por las Grandes empresas, una democracia diminuta y capturada que avala sólo las decisiones empresariales y, en contracara la necesidad de defender y construir territorio, generando autonomía, lógicas valóricas propias y espacio diversos de participación efectiva y eficaz. Se trata de un recorte de realidad, que le habla a lo que ocurre en Colombia y América Latina.

 

 

SAN CARLOS PORTADA

El presente texto resalta la tensión que emergen entre la construcción de paz y el discurso del desarrollo a partir evidenciados en los significados que las comunidades habitantes de algunos de los corregimientos del municipio de San Carlos han construido sobre estas temáticas.

Se pone acá, en cuestión la ecuación popularizada y establecida en el discurso hegemónico, principalmente desde la institucionalidad, que señala que para la paz es necesario el desarrollo, el cual tiene como centro el crecimiento del capital y este a su vez se logra principalmente a partir del extractivismo.

Esta ecuación se pone en cuestión, en tanto para la población que habita estos corregimientos de la subregión de aguas del oriente antioqueño, la llegada de proyectos extractivos, ha puesto y pone en riesgo las maneras en las que habitan sus territorios y por ende su autonomía territorial, la cual está relacionada con lo que entienden por paz.

Él modelo extractivo en vez de generar condiciones para la paz, la pone en riesgo, puesto que además de amenazar con separar a las comunidades de sus medios de subsistencias, socavar las condiciones de seguridad alimentaria que allí gozan y de afectar las relaciones afectivas e identitarias que tienen con su territorio, también ha estado históricamente relacionado con las oleadas de violencia y con otras problemáticas sociales que refieren las comunidades, las cuales temen volver a repetir.

Es así como no puede establecerse una relación lineal entre desarrollo y paz, sino que por el contrario debe plantearse la relación entre el discurso hegemónico de desarrollo y la profundización de las desigualdades, el empobrecimiento, la segregación, la privatización de la naturaleza y su destrucción, configurando víctimas del desarrollo (Dussán, 2017), es decir, comunidades altamente afectadas debido a las condiciones de desarraigo a las que se ven sometidas y a la vulneración de sus derechos a nivel económico, social, cultural, de relación con su ecosistema, así como en torno a las garantía de no repetición y el acceso a la verdad, la justicia y la reparación en calidad de víctimas del conflicto armado.

Así, emerge con fuerza la cooptación del deber ser del Estado por las empresas, dejando a un lado las funciones constitucionales de garantizar y proteger los derechos de las y los ciudadanos, como es percibido por quienes participaron en la investigación.

Urge la necesidad de ir construyendo autonomía real en los territorios, a la par que se forja esta lucha por la defensa del territorio, del agua, de la vida, de los bienes comunes; ir gestando formas organizativas propias no instituidas en diálogo con las instituidas no dependientes, creando circuitos económicos, espacios que le permitan a la comunidad planear de manera autónoma y realista sus territorios, asunto que pasa de hecho, por repensar esos valores que el capitalismo ha ido, por diversos medios, forjando como valores fundantes de toda sociedad: la acumulación, el consumismo, el individualismo, el éxito, el progreso medido en dinero, etc.

Este proceso pasa, indudablemente, por un complejo “darse cuenta” de esas prácticas reales y cotidianas que van quedando, como son la competencia, la desconfianza y el ganar a costa del bienestar de los demás; estas prácticas se instauran como naturales, como sentido común que es necesario develar y de-construir.

De esta manera se estaría dando lugar a la tarea humana y colectiva del cuidado, de la construcción de un proyecto que se sustenta en prácticas concretas que evidencia los valores fundantes de las comunidades como la solidaridad, la mirada colectiva, el buen vivir, el cuidado, la corresponsabilidad, entre otros, y que hacen parte de unas maneras particulares de comprender y explicar el mundo y la vida que propenden por construir tejido social y por supuesto por tomar decisiones públicas que competen a todos y a la naturaleza.

Ante estos retos, queda también, abierta la pregunta: ¿la participación efectiva de la sociedad, en la tarea de construir el presente y futuro de sus territorios, en la toma real de decisiones, se puede equiparar hoy al concepto de democracia tal como se vive y desarrolla en el contexto histórico concreto?

Como esbozo a una posible respuesta, se van dando rutas de análisis para acercar elementos de discusión, pues ante este panorama, va quedando claro que:

  1. La participación se asocia a resistencias, defensa del territorio, agendas sociales, lo no instituido, pero al mismo tiempo con un estigma que emerge de la alianza empresa-Estado.
  2. La democracia en su práctica real en el contexto territorial e histórico, hoy se asocia a participación instituida, funcional, que avala decisiones externas por lo general tomadas por las élites en su alianza Empresa-Estado, asociado a elecciones, cierre de oportunidades, manejo de dineros públicos, clientelismo, oportunismos y uso de la fuerza.

Es prioritario seguir acompañando desde la investigación-acción - incidente, procesos liberadores en esta subregión del oriente de Antioquia, que refleja la situación de muchos otros lugares del país, en los que se ha implantado el discurso del desarrollo extractivo por medio de proyectos minero-energéticos que generan víctimas, al vulnerar de forma reiterada y sistemática los derechos humanos.

Así mismo, es necesario como proyecto ético político hoy, potenciar la participación efectiva de las comunidades, fortalecer capacidad organizativa, propender por la incidencia institucional y alejarse de la democracia capturada y funcional, dañina para el presente y futuro de las comunidades.

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