Semana Internacional del Detenido Desaparecido: un compromiso de todos

Observatorio K.

Más de 37.000 personas se encuentran reportadas como desaparecidas en Colombia en la última década. Miles de ellos fueron detenidos por autoridades oficiales y grupos consideraros ilegales. Un drama aberrante que no habla muy bien de la situación de derechos humanos en Colombia. El caso de los jóvenes detenidos en Soacha y luego presentados como combatientes caídos en combate por el Ejército aun clama justicia.

La situación de nuevo adquiere relevancia de cara a la Semana Internacional  del Detenido Desaparecido, aprobada por las Naciones Unidas y que se desarrollará en nuestro país del 24 al 31 de mayo convocada por una amplia gama de organizaciones.

Entre ellas se destacan la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos ASFADDES, el Movice, el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos, H.I.JO.S, el movimiento sindical, el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, entre otras.

Esta  semana f tiene su historia. En enero de 1981, al reunirse por primera vez, en San José de Costa Rica, los familiares de detenidos desaparecidos de Argentina, Bolivia, Chile, El Salvador, Guatemala, Uruguay y México decidieron que una primera tarea era denunciar la gravedad de este crimen y combatir el olvido. Por ello resolvieron señalar la última semana de mayo como la Semana Internacional del Detenido Desaparecido.

Los organizadores lejos estaban de pensar que a veintiún años de aquella resolución las desapariciones forzadas se extenderían a todos los rincones del mundo bajo todo tipo de regímenes y al amparo de cualquier clase de conflictos sean internos o internacionales.

Lamentablemente es así y por ello asociaciones miembros de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos Desaparecidos (FEDEFAM) y organismos de familiares de desaparecidos de todo el mundo, la mana Mundial del Detenido Desaparecido.

Después de 31 años  de lucha, los familiares de los detenidos desparecidos ha logrado la tipificación de la desaparición forzada como «delito de lesa humanidad», el funcionamiento de un Grupo de Trabajo Sobre Desapariciones Forzadas de Naciones Unidas, la aprobación de la  Declaración sobre la Protección de todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas por la Asamblea General de la ONU en 1992  y de la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada aprobada por la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos en junio de 1994. Desaparición Forzada

La desaparición forzada se basa en un secuestro llevado a cabo por agentes del Estado o grupos organizados de particulares que actúan con su apoyo o tolerancia y donde la víctima "desaparece". Las autoridades no aceptan ninguna responsabilidad del hecho, ni dan cuentas de la víctima.

Los recursos de habeas corpus o de Amparo -mecanismos jurídicos destinados a garantizar la libertad e integridad del ciudadano- son inoperantes y en todo momento los perpetradores procuran mantener el anonimato.

El objetivo es, además de la captura de la víctima y su consiguiente "tratamiento" sin freno de ningún tipo, el crear, desde el anonimato y la subsiguiente impunidad, un estado de incertidumbre y terror tanto en la familia de la víctima como en la sociedad entera.

Incertidumbre, porque no se sabe qué hacer, a quién recurrir, porque se duda sobre el real destino y/o los beneficios de la búsqueda. Terror, por el destino desconocido pero obviamente terrible y por la convicción de que cualquiera y por cualquier motivo puede ser un desaparecido.

En la desaparición forzada se acumulan una serie de violaciones de los derechos fundamentales de las personas: el derecho a la libertad y la seguridad de la persona, el derecho a ser reconocida en todas partes como una persona ante la ley, el derecho a la defensa, el derecho a no ser sometido a la tortura, y constituye una grave amenaza al derecho a la vida.

La desaparición forzada paraliza tanto la acción opositora de la víctima como a la sociedad entera. El desaparecido no es pues, un simple preso político; tampoco es -como quienes la practican quisieran hacer que se considere- un muerto, por más que se hayan encontrado, muchas veces, sus cadáveres.

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