Por: Omar Eduardo Rojas Bolaños
La vigilancia comunitaria por cuadrante es el mayor engaño que se le ha hecho a la comunidad. Decidieron acabar la policía comunitaria porque los ciudadanos alababan su labor, porque sentían un profesional al quien podían acudir y no salir lesionados, o detenidos, por la información que entregaran. La acabaron a pesar del impacto de sus proyectos de prevención del delito.
“Yo no quiero ser policía, es por eso (…) como multan a esa gente que vende mangos, a esa gente que vende empanadas, bolis…” (testimonio de Policía en redes sociales). En estos momentos, el jóven uniformado que dió su declaración en redes sociales, se encontrará al frente del investigador disciplinario rindiendo descargos. Antes, compañeros y superiores exponentes de la mano dura, le habrán gritado ¡blandengue!, ¡cobarde!, ¡traidor!, ¡por qué no te quedaste con los bolis!, ¡porque no hiciste la cuota del día! Si corre con suerte no será sentado ante un Tribunal Penal Militar. El bulín al que se expuso no será por un día, unas semanas; lo llevará de por vida, así deje el uniforme policial. Lo recordará porque no recibirá la tarjeta de conducta, escasamente la libreta militar.
El operador disciplinario obedecerá, ciegamente, las órdenes de sus superiores, olvidando que el policía se diferencia del soldado porque puede reflexionar acerca de la legalidad de la orden. No valorará el deber ser ético, moral y social del sindicado. Pasará por alto que la razón del policía son los ciudadanos, que su deber es contribuir en la formación de los habitantes en civilidad, construir redes sociales para mejorar la convivencia ciudadana. Si deciden la culpabilidad del auxiliar de policía que subió a redes sociales la decisión de no multar a un vendedor de bolis por violar la cuarentena, independientemente de la sanción disciplinaria, quedará sin descanso el próximo, o los próximos, fines de semanas. La sanción es independiente a los saltarines o las pulgas que deberá realizar, ante todos sus compañeros. Algún comandante pensará en ponerlo a patrullar con un carrito de bolis. Todos reirán a pleno pulmón asignándole el alias de “el señor bolis”, “el defensor de los bolis” o “el defensor de los pobres”.
Las osadas palabras del auxiliar expresan, no solamente su sentir, sino el sentir de cientos de jóvenes que deben prestar el servicio militar en la policía nacional. Ante el atropello a la ciudadanía por algunos compañeros o superiores, o el atropello de algunos comandantes hacia ellos, la mayoría calla, de no hacerlo sufrirán, de igual manera que su compañero, el bulín institucional.
“… No me da el corazón para decirle, señor váyase para su casa, sabiendo con todas las necesidades que estamos viviendo acá en este país. El señor sale a vender sus bolis y yo decirle que se vaya para su casa, yo por eso no quiero ser policía. Por eso mismo, porque la verdad se me aguan los ojos, cómo multan a esa gente que vende mangos, a esa gente que vende empanadas, bolis. Esta bien estamos en una cuarentena y que todos estemos en salud, si me entendes, … no quiero ser policía es por eso … Uno no sabe la necesidad que tiene, … marica de verdad me parte el corazón eso… - lágrimas en sus ojos -. Por eso no quiero ser policía, yo se que voy a ser muy bueno con la gente. Y maluco, maluco que lo metan a uno preso por no obedecer órdenes” (auxiliar de policía en redes sociales, 2020).
A pesar de la rigidez para reclutar jóvenes que sientan que el país necesita mano fuerte para salir adelante, algunos de los seleccionados para prestar el servicio militar, o emprender la carrera de patrullero en la policía, ingresaran soñando con entregar lo mejor de su vida a la comunidad con el corazón en la mano. Sueñan servir desinteresadamente a los ciudadanos, nunca violarán los derechos humanos, tampoco se venderán al mejor o peor de los postores, no serán corruptos como tampoco criminales. No piensan en llegar a hacer lo suyo, que se les aparezca la virgen con dos o tres kilos de cocaína para tener la cuota inicial para un lote o una casa. No sueñan con primas extras o recompensas por hacer el trabajo sucio que gobernantes o comandantes les quieran imponer.
En antaño podrían soñar con hacer parte de la policía comunitaria, pero durante el último año del periodo de seguridad democrática fue abolida haciéndole creer a la comunidad que todos los policías actuarían como los antiguos policías comunitarios.
La vigilancia comunitaria por cuadrante es el mayor engaño que se le ha hecho a la comunidad. Decidieron acabar la policía comunitaria porque los ciudadanos alababan su labor, porque sentían un profesional al quien podían acudir y no salir lesionados, o detenidos, por la información que entregaran. La acabaron a pesar del impacto de sus proyectos de prevención del delito.
Otros blandengues, cobardes y desleales se encuentran prestando el servicio militar obligatorio en las otras fuerzas: ejército, armada y fuerza aérea. Mientras en el aula les inculcan que deben defender los derechos humanos de los ciudadanos, en terreno les enseñan y les exigen otra cosa.
Soldados rasos, con los ojos aguados, maldecían a sus comandantes al obligarlos a disparar durante los falsos positivos. Algunos se encuentran purgando penas, otros se tuvieron que hacer los locos, y otros terminaron asesinados en un falso positivo por fuego amigo.
*Sociólogo, investigador, integrante Red Interuniversitaria por la Paz Redipaz, Coronel (r) de la Policía Colombia. Consejero de Paz Conpaz Medellín.
Referencias:
https://www.lafm.com.co/colombia/patrullero-conmueve-las-redes-no-me-da-el-corazon-para-decirle-que-se-vaya-para-la-casa?fbclid=IwAR0JRVzDo0aWPONUZGG2AzC7G4_Df7_CjHxGmgeoJfH8uy4HViAYDCFKQI8
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